Por Sergio Ruiz y Raquel Márquez.
Las diferencias entre estados a la hora de reconocer el matrimonio de parejas del mismo sexo llegó a su fin en Estados Unidos. El Tribunal Supremo reconoció, a nivel nacional, el derecho a casarse. Esta decisión histórica pone punto y final a una batalla legal impulsada por el movimiento a favor de los derechos de gays y lesbianas.
Las personalidades más importantes del coloso americano no tardaron en prounciarse: El POTUS, Barack Obama, consideró la decisión del Alto Tribunal como "un gran paso en nuestra marcha hacia la igualdad. Las parejas gays y lesbianas ahora tienen el derecho a casarse como cualquier otra". Así mismo, la candidata demócrata, Hillary Clinton, también celebró la decisión en las redes: "Orgullosa de celebrar una victoria histórica para el matrimonio igualitario y el coraje y determinación de colectivo LGTB americano que lo ha hecho posible".
En un país de tradición tan conservadora como los Estados Unidos esta decisión tiene una trascendencia y repercusión máximas.
La historia de la homosexualidad en Estados Unidos es conocida por la persecución legal y el desprecio social. De hecho, la lengua inglesa ha creado la expresión in the closet (‘en el armario’), para definir el hecho de como los homosexuales ocultaban sus relaciones ante la temida represión.
Tal como ha ocurrido en otros países, la manera en que se entiende la homosexualidad en los Estados Unidos ha evolucionado desde el pecado, el delito y la enfermedad, hasta llegar al hecho natural. Debido a que los distintos estados federales estadounidenses tienen leyes diferentes, la despenalización de los actos homosexuales se ha realizado en EE. UU. de manera muy escalonada. El primer estado que eliminó su ley de sodomía fue Illinois (1962). En algunos otros estados, los actos homosexuales podían ser castigados hasta 2003. Hoy, con esta aprobación del matrimonio homosexual, se van dando pasos en la dirección correcta.
Uno de los episodios más duros de la sociedad estadounidense, fue la tremenda crisis con la aparición del VIH. De hecho, el regulador sanitario de Estados Unidos, la Agencia Estatal de Medicamentos (FDA en sus siglas en inglés), recomendó, a finales de 2014, poner fin a la ley que prohíbe donar sangre a los hombres homosexuales y bisexuales. Dicha prohibición se implementó hace 31 años, es decir, durante los primeros coletazos de la mencionada crisis del SIDA. Dicha ley fue considerada injustificada por numerosas organizaciones médicas y de activistas gays.
La FDA, por tanto, se mostró a favor de la derogación de esta ley a cambio de una nueva, la cual llevara a cabo una restricción en las donaciones de hombres que han tenido sexo con otros hombres en el año anterior. Sin esta restricción, EE.UU. se pondría al nivel de otros países como Australia, Japón o Reino Unido. La implantación de esta ley se remonta a los primeros años de la crisis del Sida y estaba dirigida a proteger el suministro de sangre, en un momento de total desconocimiento sobre la enfermedad.
Desde luego, se trata de un hecho que se reflejará en la historia de América, la decisión que Estados Unidos ha tomado esta última semana es sin duda la decisión correcta, en pleno siglo XXI y en un país donde se valora la libertad por encima de casi todo, la igualdad a nivel legal entre heterosexuales y homosexuales era algo necesario.
Si bien es cierto que aún en algunos estados más conservadores y tradicionales puede existir cierto recelo, la gran mayoría del país ha superado sus miedos y dejado a un lado los típicos tópicos sobre gays y lesbianas para emprender un nuevo camino hacia un futuro mejor, todos juntos.
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