Hace
tan sólo unas semanas celebrábamos el día de la mujer trabajadora. Unas
rodeadas de proyectos de igualdad, otras en el mismo sitio de trabajo y otras,
rodeadas de desigualdades, maltratos y otras acciones de las que hoy no
hablaremos.
Es
evidente que en los tiempos que vivimos, la mujer ha ganado terreno en el
ámbito de la igualdad, pero es cierto que aún tenemos mucho por lo que luchar.
En el
trabajo, la educación, el acceso a la formación y la información, las
adquisiciones materiales... nos separan por géneros. Hablamos de paridad cuando
en ocasiones no existe y en otras, se extrema.
Pero
para poder hablar sobre este tema tan delicado y poder forjarnos una idea
crítica de ello, es importante conocer los términos que escuchamos día a día
cuando nos informan sobre maltrato a la mujer y al hombre, actuaciones
igualitarias, paridad, feminismo, feminazismo, violencia de género y otros
tantos conceptos que nos rodean.
Empecemos
por hablar de la mujer, su viaje a lo largo de la historia y los muchos baches
que ha tenido que sortear para llegar al nivel de igualdad actual (siendo
generalistas, ¡no podemos concretar por países porque nos faltaría blog!)
Es un
hecho cómo el término 'mujer' ha pasado de entenderse como “sexo femenino en
el ser humano, que tiene la finalidad de procrear”, a ser conocido como “género
cultural y social que diferencia a los sexos en el ser humano”. 'Mujer'
también hace referencia a lo femenino, a la igualdad de derechos defendida por
el feminismo.
A lo
largo de la historia, y dependiendo del tipo de sociedad en la que la mujer
viva (patriarcado, agrícola, matriarcado...), podemos decir que las mujeres y
los varones siempre han asumido un papel diferenciado. Las mujeres se ocupaban
de recoger vegetales y los hombres, de la carne y la caza. Se cree que gracias
a que la mujer conocía la flora, fueron ellas quienes condujeron a las
sociedades hacia el Neolítico, convirtiéndose en las primeras agriculturas.
En la
Edad Media, los autores describían las condiciones y conductas que se exigían a
las jóvenes y mayores, pautando en cada momento sus vidas. La mujer quedó
relegada al varón, era la novia, la prometida, la casada, la viuda.
Gracias
a la burguesía, la mujer desempeñó un papel restringido a la casa familiar. La
mujer se ocupaba de las tareas domésticas, el cuidado de los niños y no solían
trabajar fuera de casa. En las clases bajas, las mujeres aspiraban a ser como
las burguesas, ya que por necesidad, tuvieron que buscar un empleo en la calle.
Que la mujer pudiera “liberarse” de un trabajo remunerado, significaba riqueza.
¿No
es extraño?! ¡Hoy en día, una mujer trabajadora es una mujer valiosa para
todos!
Haciendo
un recorrido histórico por la vida de la mujer y el progreso de la sociedad,
podemos observar que en la mayoría de las épocas históricas la mujer ha estado
supeditada al hombre. En el hogar, los aspectos económicos, la sociedad, el
trabajo... ¿Alguna vez nos hemos parado a pensar que quizá por esta razón,
existe aún el machismo?
Si
tuviéramos que hacer una definición del machismo, ésta podría ser: “Deriva
de 'macho'. Todas aquellas actitudes de prepotencia de los varones hacia las
mujeres. Ideología que engloba actitudes, conductas, prácticas sociales y
creencias destinadas a promover la negación de la mujer como sujeto
indiferentemente de la cultura, tradición, folclore o contexto. Depende del
ámbito donde se da: familiares (estructura patriarcal), sexuales (inferioridad
de la sexualidad femenina), económicas (infravaloración de la actividad
laboral), legislativas (no representación de la mujer en las leyes),
anatómicas...”
Y
podríamos continuar definiendo aquellos ámbitos en los que el hombre puede
llegar a sentirse superior a la mujer...
La
sociedad actual nos puede hacer creer que el machismo ya no existe, pero en
todas las culturas existentes, el machismo es un punto que las hace débiles en
cuanto al progreso.
Por
otra parte, ¿qué es el feminismo?
“Es
un conjunto heterogéneo de ideologías y movimientos políticos, culturales y
económicos, con el objetivo de buscar la igualdad de derechos entre varones y
mujeres y cuestionarse la dominación y la violencia de los hombres sobre las
mujeres y la asignación de roles sociales según el género”.
Es
increíble la cantidad de asociaciones que podemos encontrar a favor de la
igualdad de la mujer, pero, en ocasiones, el etiquetaje que sufren estas
asociaciones y personas, los hace ser
discriminados por ideología.
Tras
haber entendido los extremos, centrémonos en el centro, el núcleo de la
igualdad.
La
igualdad, es tan simple como “que los hombres y las mujeres son
merecedores de recibir los mismos beneficios, recibir las mismas sentencias y
ser tratados con el mismo respeto.”
La
anterior definición es clave en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de las Naciones Unidas, donde el objetivo final es otorgar a
las personas igualdad legal y social, independientemente del género o sexo.
La
igualdad nos ha llevado a cambiar leyes, tratados, convenios y partes del
Ordenamiento Jurídico, pero, a pesar de ello, la igualdad o la paridad no nos
ha llevado a sentirnos igual.
Es un
hecho que en los gobiernos se exige que un porcentaje de los trabajadores
(diputados, regidores, concejales, técnicos, alcaldes...) sean mujeres. Y aún
sintiéndonos fieles a esta decisión, debemos plantear una cuestión:
¿Es
necesario admitir a mujeres en nuestros gobiernos sin dar lugar a duda, sin
tener en cuenta su formación, su experiencia, sus técnicas, sus conocimientos
en política, sólo con la finalidad de conseguir la paridad? ¿Somos conscientes
de que existen puestos políticos que han sido asignados a mujeres sólo para tener
cubierto el porcentaje de paridad, dejando a un lado a otros/as buenos/as
profesionales?
La
igualdad es un hecho, una idea (utópica para algunos/as), pero al fin y al
cabo, una lucha que no debe parar.
Seguro
que todos estamos de acuerdo en que mujer y hombre, hombre y mujer debe tener
los mismos derechos y obligaciones pero, ¿qué opinan aquellos/as que se sienten
identificados/as con el feminazismo? ¿Qué es esta nueva ideología? ¿Son
realmente extremistas y destructores? ¿¿Antisistema?? (cómo nos gusta utilizar
esta nueva palabreja social)
El
feminazismo es “un término antifeminista, usado peyorativamente a principio
de los 90 por el locutor Rush Limbaugh para definir a las mujeres que defienden
el derecho al aborto, ampliando su significado al grupo de mujeres que
defienden que la mujer debe estar en una situación de superioridad respecto al
hombre, o con tendencias misándricas”.
A
título personal y mientras dedicaba tiempo a este artículo, debo admitir que la
mayoría de las definiciones de feminazismo que podemos encontrar por Internet,
foros, opiniones, comentarios... son la mayoría, discriminatorios, abusivos,
violentos, peyorativos...
Tras
la cantidad de información relatada, sólo nos queda irnos con una reflexión
general, a la que instamos a nuestros seguidores que posteen en nuestros
comentarios su opinión.
Este
artículo nos pareció útil y necesario porque actualmente, utilizamos la crítica
negativa para referirnos a las ideologías de las personas. Somos capaces de
ponernos a conversar sobre cualquier tema sin conocer las bases terminológicas,
las connotaciones positivas y negativas de cada aspecto de la igualdad de
géneros.
Y, a
pesar de la verdadera utilidad del artículo, os lanzamos la siguiente
reflexión:
¿Realmente
es necesario dedicarnos a etiquetar y estigmatizar a las personas por su
ideología?
¿Es
útil poner un nombre encima de una persona para poder dirigirnos a él o ella?
Es
cierto que todos a nivel personal debemos investigar, conocer, informarnos sobre
los temas que nos afecta a diario, para poder denunciar y poder defender a las
personas que sufran cualquier tipo de abuso, de discriminación, de desigualdad,
para poder llegar más alto en el nivel de igualdad de género.
Dejemos
las etiquetas de lado. Continuemos buscando la igualdad total de nuestros
géneros. No
permitamos que la distinción nos separe.
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