martes, 17 de febrero de 2015

Polvo de estrellas: un homenaje a Carl Sagan

Por Gonzalo Arias

“Vivimos en una sociedad exquisitamente dependiente de la ciencia y la tecnología, pero en la que nadie sabe casi nada de ciencia y tecnología”  -Carl Sagan.


En el despertar de nuestra especie, hace unos 250.000 años en las llanuras del este de África, es sencillo imaginar que el ser humano fue consciente de su lugar en el cosmos. No me refiero a un conocimiento científico y tecnológico como al que aspiramos actualmente. Hablo del sentimiento de que pertenecían a este mundo, se sentían parte de él y estaban en comunión con la naturaleza que les rodeaba. También me resulta fácil imaginar que una de las actividades favoritas de aquellos primeros ancestros nuestros, sería simplemente observar y valorar la belleza y complejidad del asombroso universo del que formaban parte. Sobre todo cuando alzaban la vista al cielo despejado en cada una de esas noches antiguas, oscuras pero a la vez luminosas con el brillo de millones de estrellas.

Esos ancestros, impulsados por la curiosidad intrínseca a nuestra condición de humanos, e inspirados probablemente por la fuerza de esa unión tan cercana con todo lo que les rodeaba, se embarcaron inconscientemente en un viaje de conquista, en el que el objetivo, más allá de nuevas tierras, era el saber y el conocimiento del mismo cosmos que les había dado la vida y del que se sentían una parte indispensable. 

Ese viaje se convirtió en tradición para todos sus descendientes, y a lomos de ese espíritu es como la humanidad conquistó cada uno de los rincones del planeta que nos alberga, e intentó comprender cada uno de los nuevos misterios que aparecían por el camino. Cuando la superficie de nuestra Tierra se nos hizo pequeña, nos sumergimos a las profundidades de los océanos, y nos atrevimos a rozar la soledad del espacio para poner pie en la Luna o mandar emisarios a otros planetas. En el transcurso de ese viaje, que podemos llamar historia, el ser humano ha conseguido cosas inconcebibles para aquellos ancestros africanos que tuvieron el valor de dar el primer paso. El desarrollo del método científico supuso un salto inmenso en nuestra conquista del conocimiento, y gracias a él hemos alcanzado el desarrollo tecnológico actual y hemos resuelto innumerables enigmas sobre el cosmos y sobre nosotros mismos. 

Pero puede que ese mismo salto, y la inercia que nos hizo coger, también nos haya desviado del camino que emprendimos hace tanto tiempo. Precisamente con el crecimiento exponencial de la industrialización y el nacimiento de la era tecnológica, estamos cada vez menos en sintonía con la naturaleza del universo que nos trajo hasta aquí. Y parece que todo el nuevo conocimiento que hemos acumulado, nos ha hecho olvidar lo que supimos hace mucho. Es como si al alcanzar las estrellas, nos hubiésemos olvidado de nuestro lugar entre ellas. Son los productos del saber adquirido en nuestra travesía por el tiempo, los que hoy en día contaminan el cielo e incluso nuestra mente, y nos impiden ver las mismas estrellas que fueron la musa de nuestros antepasados, aunque a veces las tengamos delante. Por eso creo necesario conmemorar una de las personas lo suficientemente fuertes como para disipar la neblina que nos ciega, y aunque sea sólo por un momento, devolvernos con un suave empujón a la senda que puede que hayamos perdido. 

Carl Sagan fue una de esas personas, y lo sigue siendo a través de sus obras. Ferviente embajador de la ciencia y el método científico, utilizó ambos en conjunto con una capacidad comunicativa excepcional, para transmitir al gran público las maravillas de todo lo que nos rodea. Desde la exquisita complejidad de los seres vivos más simples, hasta la inmensidad del universo en el que nos encontramos, pasando por los misterios que esconde el cerebro humano. Gracias a ese don de comunicador, consiguió poner a disposición de todo el mundo los conceptos científicos más complejos y alucinantes, y devolvió a la ciencia la capacidad de inspirar a la gente.

Imágenes de la placa de las sondas Pioneer
Carl fue un científico muy prolífico, sobre todo en su tarea de investigador en física planetaria. Entre sus contribuciones destaca la previsión de la meteorología de Venus, y la previsión de que Europa, la luna de Júpiter, podía poseer océanos de agua líquida bajo su helada superficie. También fue importante su trabajo sobre los cambios estacionales en la meteorología de Marte. Entre sus muy variadas inquietudes, ocupó un lugar importante el cambio climático y cómo la actividad humana podría afectar el delicado equilibrio climático de nuestro planeta. Otra de sus preocupaciones era el peligro que suponen las armas nucleares y fue un inquieto activista a favor del desarme nuclear. 

Disco de las sondas Voyager
Sagan formó parte del programa espacial estadounidense desde su concepción y además de las misiones Mariner, tomó parte en la misión Pioneer y las misiones Voyager. Su contribución en estas dos últimas misiones es una muestra del que podría ser el mayor de sus intereses, la búsqueda y contacto con seres extraterrestres. Para las misiones Pioneer 10 y Pioneer 11, Carl junto a Frank Drake, desarrolló una placa con un mensaje inscrito en el que se incluyen la imagen de un hombre y una mujer, y direcciones esquemáticas para encontrar el origen de la sonda en caso de que sea interceptada por seres inteligentes. Para las misiones Voyager 1 y Voyager 2, ayudó en el diseño de un disco que además de instrucciones y dibujos parecidos a los de las misiones Pioneer, lleva grabaciones con un mensaje del propio Sagan y sonidos y música de nuestro planeta, con piezas de Beethoven y Elvis Presley entre otras. Además de ser cofundador de la Sociedad Planetaria, también participo en la creación del Instituto SETI (Search for Extra-Terrestrial Intelligence o Busqueda de Inteligencia Extra-Terrestre ), y consiguió gracias a su apoyo, que la comunidad científica tomase en serio esta línea de investigación, marginada hasta ese momento.

La lista de méritos científicos que acumula Sagan es verdaderamente impresionante y muy extensa, pero en mi opinión, es todavía más impresionante su trabajo como divulgador científico. Esa es la cualidad que le diferencia y le eleva por encima de muchos otros científicos y pensadores. El profesor Sagan supo reconocer un problema, que ya era evidente cuando no hacía más que comenzar su carrera; el total divorcio entre las grandes mentes y descubrimientos científicos, y el público general. Y más allá, el divorcio entre el ser humano y ese cosmos que le llevó a comenzar su apasionante viaje. Con el desarrollo de la tecnología, la mayoría de las personas pasaron a vivir en grandes ciudades puramente artificiales que nos separan abruptamente del mundo natural al que pertenecemos, rodeados por contaminación que nos impide ver las estrellas y nuestro lugar entre ellas, y una cultura consumista y completamente antropocéntrica que nos llena de pasividad y apatía. 

Él era consciente de que la ciencia despierta en las personas esa curiosidad y entusiasmo tan propio de su condición humana, es por esto por lo que definió al ser humano como “el medio que tiene el cosmos de estudiarse a sí mismo”. Por ello decidió dedicar gran parte de su vida a acercar la ciencia, que no es más que un conjunto de explicaciones sobre los misterios del cosmos, a cualquier persona que tuviese interés. Y la respuesta del público fue rotunda, su serie de televisión Cosmos: Un viaje personal se emitió en más de 60 países y fue vista por más de 500 millones de personas. El libro homónimo se convirtió en el libro sobre ciencia más vendido de la historia en su momento, y con Los dragones del Edén, otra obra de divulgación científica, Sagan ganó un premio Pulitzer. 

A pesar de su éxito, su afán divulgativo siempre estuvo acompañado de críticas de muchos compañeros científicos, molestos por la creciente popularidad y fama que Sagan fue acumulando con los años. Suelen ser ese tipo de científicos los que no entienden la importancia de la divulgación y transmisión de la ciencia como parte de la cultura general de nuestra especie. ¿De qué sirve que desentrañemos los secretos mejor guardados del universo, si no podemos compartirlo con la gran mayoría de las personas? De esta forma, Carl creo una nueva profesión que sirve de puente entre el complicado mundo de la ciencia y la humanidad. 

Armado con una elocuencia inigualable y una facilidad pasmosa a la hora de explicar los conceptos más complejos, Sagan es capaz de enseñarnos acerca de las teorías del origen de la vida, el inicio del Universo que conocemos y los muchos misterios que esconde. Pero sobre todo, es capaz de transmitirnos su tremendo entusiasmo por el conocimiento, y por cómo este nos acerca a comprender quién somos verdaderamente. En uno de los episodios de Cosmos, nos explica como las moléculas que conforman nuestro cuerpo, se generaron hace miles de millones de años tras la formación y destrucción de estrellas primigenias, concluyendo que efectivamente “estamos hechos de polvo de estrellas”. Con una simple frase Carl Sagan era capaz de hacer que recordásemos lo excepcional de nuestro origen, y digo recordar porque seguramente eso es algo que ya supimos.

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