Esta historia no empieza con un ‘Érase una vez’. Esta historia debe comenzar con algo distinto, si bien ustedes se imaginan, por el título, que no es una historia demasiado larga. Así pues, empezará con un ‘Érase una sola vez...’
Dicen que lo bueno e inesperado es dos veces bueno. Tampoco todo lo bueno tiene porqué ser largo a la fuerza; al fin y al cabo, todo termina. Quizás nuestro protagonista de hoy, Marin Cilic, era plenamente consciente de que lo suyo tenía un final, una fecha de caducidad más bien cercana al momento en el que abrió el tarro de las esencias. Al fin y al cabo, nunca ha sido Marin un jugador que destaque por mantener su alto nivel de tenis en largos períodos de tiempo; en algún momento dado, la torre de Medjugorje ve debilitada su estructura, y no necesariamente por un golpe que venga del exterior, pues siempre dio la impresión de que sus cimientos nunca estuvieron bien colocados del todo.
A estas alturas del año pasado, nadie pensaba en Cilic como un posible candidato a la victoria en Flushing Meadows. Su nombre se asociaba más con una reciente sanción por doping, pero sobre todo, se le relacionaba con la etiqueta de ‘pecheador’ nato. Un hombre incapaz de cerrar los partidos ante los grandes, alguien que cuando debe cerrar el puño más bien se arrea un puñetazo directo a su mandíbula. No descubro nada nuevo volviendo a recalcar la hazaña del croata el año pasado, cuando por arte de magia derrotó a Simon, Berdych, Federer o Nishikori para alzarse con su primer Grand Slam y dejar atónito al planeta tenis.
La pregunta es, ¿alguien se acuerda de Cilic? ¿Qué ha sido del gigante que reventó los pronósticos para dejar su nombre en el de los elegidos? La historia de su éxito fue corta, y Marin se ha llevado más sinsabores que alegrías desde entonces. Quizás es que Cilic nunca será lo que queríamos que fuera. A lo mejor Cilic no se encuentra cómodo cuando hay que señalarlo, puede que Cilic prefiera ser una estrella fugaz en lugar de ser un planeta. Tal vez Cilic quiso dejar un impacto efímero en nuestras vidas, para que pensemos en él y nos quedemos con una sola vivencia. Ya saben, ‘érase sola una vez...’
Cuando nos pregunten por Marin Cilic, pensaremos en cómo sus reveses cayeron como bombas en Flushing Meadows. Recordaremos aquellos saques que parecían imposibles de restar. Recordaremos la imprevisibilidad, la locura del tenis. Recordaremos a aquellas estrellas fugaces a las que le pedimos deseos. Al fin y al cabo eso es algo bueno, ¿no? Comienza el Us Open, y no me puedo olvidar de Cilic. Gracias por aquella semana, gigante. Aunque fuese ‘solo una’.
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