Masters de Augusta
Tiene por costumbre llevarle un llavero de cualquier lugar del mundo al que viaje, aunque este año Ellie tendrá
que conformarse con una chaqueta. Verde, eso sí, porque su hermano, ése
que ella piensa que siempre gana, sea en un campo de golf o en
cualquier otra cosa que haga, este año sí lo ha hecho. A la segunda, y
de qué manera. Un triunfo para ella, para Ellie, la hermana
discapacitada que ha enseñado al campeón del Masters de Augusta lo que
es la vida real. Porque Jordan Spieth, un imberbe
veinteañero, ha sido el mejor primer líder, el mejor acumulado tras 36
hoyos, el mejor resultado después de 54 hoyos y, al final, campeón. El
segundo más joven de la historia con 21 años y ocho meses, únicamente
por detrás de Tiger Woods; el segundo más joven de la historia justo mejorando los 23 años y cuatro días de un Severiano Ballesteros
que este 2015 habría cumplido 58 años y con quien ya se puede comparar
al texano que muy pronto se convertirá en el nuevo hombre de los 100
millones.
Al igual que Tiger firmó por Nike con 19 años, Spieth lo hizo con la
empresa también estadounidense Under Armour dos años atrás. En tres
años, Woods pasó a rubricar un contrato de 100 millones de dólares y en
tres años, con la chaqueta verde de este 2015 como aval, Spieth rondará
tales cifras. Aunque él nunca pensó en ello. Desde aquellos comienzos en
su calle, cuando cruzaba al jardín de los vecinos de enfrente, mejor
cortado el césped, para jugar con sus wedges por encima de un árbol y
aterrizar en el jardín propio. Eran aquellos días en que sus amigos iban
con él y probaban. Pero con bolas huecas, eh, que sólo él tenía permiso
para jugar con artillería real en un intento de proteger los cristales
del vecindario.
Ni siquiera se lo creía cuando con 14 años la cadena estadoundiense
ESPN, en la previa de viajar al British Boys, le preguntaba por cuál
sería su victora soñada. Jordan, el muchacho de orígenes humildes de
Dallas, siempre pensaba en su hermana. Porque el Masters "no es la vida
real. Intentar sentarse a cenar cuando tu hermana no puede comer si
alguien más lo está haciendo, eso es la vida real". Quizás por
enseñanzas como esta que relata su madre, Jack Nicklaus
le haya definido como "el mejor chaval ahí fuera". Quizás por eso fuera
el gran favorito del público del Augusta National a pesar de que por
detrás tenía a Phil Mickelson o Tiger Woods, los dos grandes tótems del golf estadounidense. No, la ovación de verdad fue para él. Y, desde luego, no la desmereció.
Ni siquiera dio oportunidad a la réplica. Tres birdies en los tres
primeros hoyos y apenas dos errores sin consecuencias en la primera
vuelta. Adiós a los nervios, adiós a la presión que le impuso Justin Rose, su compañero de partido, desde el mismo tee del hoyo 1. Y tuvo ayuda...
Ni Tiger ni Rory -mejor vuelta del día el norirlandés con drives de
hasta 320 metros- fueron capaces de replicar sus ataques del sábado y
Phil Mickelson perdió el paso con tres bogeys de lo más inoportuno. Se
reducía el torneo a una lucha contra uno mismo, una guerra por minimizar
errores. Los nervios desbocados, la adrenalina escapando por todos y
cada uno de los poros de su cuerpo.
"¡Go hard, go hard!", le gritaba en el 13 para que botase con dureza
tras volar el agua. "Should be good, should be good", susurraba casi
implorando para que su bola fuese buena en el 15 y reposase en el green.
Sube, baja, para, sigue.... Cumplió la bola cada uno de sus mandados y
él correspondió. 28 birdies en el total. Otro récord absoluto para él,
que también se convirtió en el primer y único jugador de la historia en
llegar a -19 en el Augusta National y, además, igualó la plusmarca
histórica de Tiger Woods con 270 golpes en el acumulado de las cuatro
jornadas.
Una irrupción de aire fresco que se esperaba desde hace tiempo, casi el mismo desde que Sergio García
está peleado con el campo de Georgia. Y eso que el español firmó un
menos dos en la última jornada, cinco abajo en el total, para terminar
17º, incluso por delante de Tiger Woods. Suficiente en los libros de
historia, insuficiente para él, incapaz de domar un campo que tiene
justo en la traquea. Por suerte, este 2015 daba lo mismo, porque el
Masters de Augusta no era para él ni para ningún otro. El Masters y la
chaqueta verde, esta vez, eran para ella, para Ellie.
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