Vía ElEconomista.es
La coalición de izquierdas radical Syriza consiguió finalmente la victoria en las elecciones generales que ayer celebró Grecia. A la espera de los resultados definitivos, el partido liderado por Alexis Tsipras roza la mayoría absoluta con un 36,06% de los votos lo que se traduce en 149 diputados (50 de ellos regalados por el particular sistema electoral griego). Es un resultado que incluso supera los optimistas pronósticos que las encuestas venían arrojando desde finales del año pasado, aunque no por ello deja de ser predecible.
Un mensaje populista, basado en el rechazo de la austeridad y los ajustes, necesariamente tenía que calar en un país sometido a tutela financiera exterior, en el que el poder adquisitivo de la población ha disminuido un 37,2% desde el inicio del rescate europeo y el desempleo se encuentra en el 25 por ciento.
Además, las constantes alusiones de Tsipras a la "recuperación de la dignidad" no podían ser desoídas en un país como Grecia, caracterizado por su fuerte sentimiento nacionalista, que en los últimos años se ha radicalizado. No se explica de otra forma el hecho de que un partido de extrema derecha, Amanecer Dorado, con casi toda su cúpula entre rejas, pueda convertirse en la tercera fuerza parlamentaria, con el 6,9% de los votos.
En ese ambiente de extremismos, el partido gobernante, el conservador Nueva Democracia, sufre un revés al pasar de 129 diputados a 78, lo que supondrá la casi segura defenestración de su líder, Antonis Samarás, cuya torpeza política como primer ministro ha tenido mucho que ver en la precipitación de las elecciones, y en el avance de Syriza.
El resto del trabajo lo llevó a cabo el derrumbe de la socialdemocracia tradicional, tan ligada al Estado clientelar que ha caracterizado al país mediterráneo, con el socialista Pasok viendo cómo su representación se ve reducida de 33 diputados a 13. Mientras, el Movimiento de los Demócratas Socialistas, liderado por Yorgos Papandreu, no ocupará ni un escaño.
Ante lo contundente de su victoria electoral, Syriza quiso marcar todavía distancias más amplias con respecto a la vieja izquierda, y el responsable de su programa económico, Yiannis Milios, aseguró que el memorándum que Atenas firmó con la troika está muerto, lo que implica dejar aparcada la austeridad. Ahora bien, una vez pasada la euforia de la noche electoral, lo sensato sería esperar que el mensaje de la coalición se alejara de los maximalismos.
Necesariamente tiene que tener un peso notable el hecho de que se ha agotado el margen de negociación del que Grecia dispone, ante las conversaciones para renovar el auxilio que tendrán lugar en marzo. Tsipras sabe que el país sigue necesitando esas ayudas en un año en el que se enfrenta a unas necesidades de financiación de 18.000 millones de euros, a la que no puede hacer frente tras haber emitido el máximo de 15.000 millones en bonos que permite el BCE.
Además, después de que el eurobanco pusiera en marcha la semana pasada su programa de compra masiva de activos, la zona del euro se encuentra más pertrechada que nunca para hacer frente a una Grecia rebelde, que se niegue a continuar con las reformas que otros Estados, como Italia o especialmente España han tenido que afrontar.
Una salida de Grecia de la Unión Monetaria es factible si no cumple con lo pactado con la troika desde 2010; aún está al alcance de un futuro Gobierno de Syriza evitar que se materialice un escenario en el que el país heleno tiene mucho más que perder que el resto de sus socios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario