Por Sergio Ruiz.
Con estas palabras del gran Borges nos adentramos en uno de los temas más controvertidos y polémicos desde la consolidación de los estados-nación. Si Kant soñó con un estado cosmopolita ( o al menos una confederación de naciones) y sin fronteras, en donde el libre tránsito y mercado fuera algo de todos y para todos (lo más cercano que encontraremos hoy día sea, seguramente, la Unión Europea), sin duda se mostraría consternado ante las medidas fronterizas que se adoptan en varios países del primer mundo, a día de hoy, para controlar la inmigración ilegal.
De igual forma que un científico se vale de un microscopio para centrar su estudio en una muestra específica, nosotros vamos a hacer lo propio. El objetivo elegido confío en que os será bastante familiar: la valla de Melilla.
Este elemento disuasorio para los forasteros, que se extiende a lo largo de 12 km entre la frontera de la ciudad, al norte de África, con Marruecos, actúa como muro físico. Seguramente uno de los controles fronterizos mas peligrosos del mundo, la valla se lleva cobrando la vida de inmigrantes desde hace más de una década . Hoy día, cientos y cientos de inmigrantes, prácticamente en su totalidad africanos, se juegan la vida al intentar sortearla con el sueño de que, al lograrlo, dejen atrás la pobreza y hambruna que los ha acompañado durante toda su vida.
"El vallado de Melilla es en realidad otro muro de la vergüenza", afirma el catedrático en Derecho Internacional público de la Universidad de Sevilla, Pablo Antonio Fernández Sánchez."No hay un vallado, desde el punto de vista del derecho internacional y jurídico, es un muro como el que separa Palestina de Israel"
Para hacernos una idea de a que se refiere Fernández Sánchez, vamos a ver qué es, y en qué consiste, la valla de Melilla. Fabricada de alambre de acero en 1998, su coste inicial fue de unos 33 millones de euros. En primera instancia, se levantó como una única valla, pero luego se rediseñó para colocar una segunda paralela a ésta. Ambas de tres metros de altura, fueron ampliadas hasta los seis metros en 2005, tras la llamada "Crisis de la Valla". Dicha coyuntura se debió a que más de 5.500 inmigrantes accedieron a territorio español a través de las vallas de Ceuta y Melilla durante dicho año, en donde se llegaron a registrar intentos de asalto masivo, con varios grupos de hasta 600 inmigrantes saltando de forma simultánea. La presión de la situación derivó en polémica, especialmente cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero decidió instalar cuchillas en las vallas (cortecinas), que provocaban graves cortes a los inmigrantes. Las críticas obligaron al Ejecutivo a dar marcha atrás, aunque sólo parcialmente. El 16 de noviembre de 2007, concluían los trabajos de retirada del entramado de alambre que coronaba las vallas perimetrales de Melilla. Ante tal hecho, los medios publicaron la noticia:
Lo cierto es que únicamente se retiraron de la parte superior de las vallas, pero nunca se quitó la llamada "concertina de superficie". Ésta permanece, desde entonces, a ras de suelo en la parte exterior y es más visible cerca de los puestos de vigilancia marroquíes, así como en los límites de la ciudad, al norte. Sin ir más lejos, en 2013, el actual presidente, Mariano Rajoy, se pertrechó para mantener dichas cortecinas en funcionamiento (las que habían sido retiradas en 2007, como recordarán), avaladas por el Ministerio del Interior como "elemento disuasorio".
Este "muro de la vergüenza", con una longitud cercana a los 12 kilómetros, ve como, año tras año, cada vez son más los inmigrantes que no dudan en poner su vida en peligro, con tal de aspirar a un futuro más próspero. El año pasado, 1.900 personas saltaron la alambrada por Melilla, el doble que en 2013 y 30 veces más que en 2011, cuando fueron 63. Como contrapartida, el Gobierno ha invertido 2,1 millones en reforzar la seguridad.
A pesar de este incremento de los mecanismos de control, Pascal, un joven de Malí, de apenas 26 años, lo tiene claro: "aunque pongan 10.000 soldados armados no van a frenarnos". Este es el sentir general de entre los que se encuentran al otro lado del muro. En este sentido, se expresa el portavoz de la formación política EQUO en Melilla, Manuel Soria: "Lo harán por la valla o por cualquier otro medio, sólo que los que lo hagan por la valla llegarán con lesiones más graves o incluso muertos. No se puede parar el hambre y la miseria con cuchillas y con sangre".
Resulta descorazonador comprobar como el ser humano puede llegar a poner su vida en el alambre con tal de aspirar a algo más. El miedo a la muerte es algo que ha atormentado a los hombres desde el inicio de su existencia, ¿qué puede empujarlos entonces a arriesgarse así en la valla? ¿Qué puede ser peor que la muerte? En la pregunta, quizá encontremos la respuesta: "Ya estamos muertos, sin futuro, sin vida"
No hay comentarios:
Publicar un comentario