viernes, 29 de mayo de 2015

La verdad: un reto histórico

Por Sergio Ruiz

¿Qué es la verdad? Esta es una de las preguntas más peliagudas a la que cualquier filósofo se ha enfrentado jamás. La existencia de Dios, del alma, o el origen del universo son otros temas trascendentales que han acompañado al ser humano a lo largo de su historia.


La búsqueda de la verdad ha llevado a filósofos a elaborar teorías y corrientes de pensamiento que demuestren la valía de sus afirmaciones. En la comunidad científica, la única verdad absoluta e indiscutible (axiomas) son los números, las matemáticas. ¿No tiene sentido discutir acerca de que un triángulo tiene tres lados o que el Teorema de Pitágoras se cumple siempre en los casos que debe cumplirse, cierto? Bien, pero como todos sabemos, lejos están las matemáticas de responder a todas las cuestiones humanas, ya sean propias del sujeto como de lo que le rodea, atormenta, o inquieta.
El concepto de "verdad" tiene diferentes puntos de vista, o corrientes sobre las que se han desarrollado diversos postulados.
1) Como correspondencia (o relación) se continúa en la filosofía casi de modo predominante, incluyendo a los lógicos contemporáneos.
2) La  comprensión de la verdad como revelación, se expresa en dos direcciones: 1) como revelación inmediata al hombre, en las sensaciones, la intuición, en fin como fenómeno dado (empirista); 2) como revelación de conocimiento excepcionales de esencias de las cosas, su ser o su mismo principio (forma metafísica teológica).
3) La tercera intelección de la verdad, como conformidad a una regla, está presente en Platón, quien consideraba verdadero todo lo que concordaba con el concepto. Para San Agustín, también existe una ley, en torno a la cual se puede juzgar todas las cosas de conformidad con ella.
La verdad ya era tema a tratar por los presocráticos, así como Aristóteles habló en su Metafísica (los libros dedicados a materias como la verdad, el amor, la libertad, la existencia de Dios, es decir, "más allá de la Physis) sobre tan abstracto concepto, "negar lo que es y afirmar lo que no es,es lo falso, en tanto que afirmar lo que es y negar lo que no es, es lo verdadero". Al mismo tiempo, el estagirita revela dos teoremas ínsitos en su concepción de la verdad. El primero, que la verdad esta en el pensamiento o en el lenguaje y no en la cosa o en el ser; el segundo que la medida de la verdad es el ser o la cosa y no el pensamiento o el discurso. Su predecesor y maestro, Platón, sin embargo tenía claro que el pensamiento/lenguaje tendría que ser despertado del letargo en el que se encontraba en cada uno de nosotros, lo cual se conseguía a través de la oratoria y el debate, la mayéutica. De esta concepción socrática (Platón a su vez se apoyó en Sócrates, del cual conocemos su filosofía por su discípulo), nace la gnoseología, o teoría del conocimiento. Al igual que la teoría platónica, esta corriente piensa que el conocimiento es innato en el ser, y sólo hay que despertárselo. El ejemplo más famoso platónico es cuando Sócrates, protagonista de sus escritos, enseña a un esclavo (para contravenir al sofista  el teorema del matemático Pitágoras. Un esclavo sin instrucción alguna, ¿Cómo puede ser capaz de aprender un teorema matemático?
Esta concepción de la verdad como correspondencia (o relación) se continúa en la filosofía casi de modo predominante, incluyendo a los lógicos contemporáneos. En otras palabras, la verdad está en cada uno de nosotros. De ahí nace la escuela relativista, es decir, lo que yo, como sujeto, entiendo como verdadero. De igual forma que para mi el color rojo tiene unas características concretas, para un daltónico tendrán otras bien distintas, ¿verdad? Anterior al relativismo encontramos a la corriente filosófica británica, el empirismo. Al igual que en el relativismo, mi experiencia me servirá de base de conocimiento para saber qué es verdadero de lo que no lo es. Sin embargo, encontraremos diversos problemas en esta serie de pensamientos.
Volviendo a Platón, en el famoso "Mito de la Caverna", encontramos un ejemplo de lo que es la verdad. Para los individuos que sólo conocían las sombras, éstas eran la única realidad. Es decir, para ellos eran verdaderas, pero en realidad su capacidad subjetiva sólo alcanzaba hasta ahí, de igual forma que el ser humano dio por verdadero que La Tierra era plana o el centro del universo. Lo complejo es salir a la luz y así poder dejar atrás las sombras. Como bien explica Descartes, no podemos fiarnos de nuestros sentidos para dirimir lo que es verdadero de lo que no. El ejemplo del daltónico es útil, como también podemos comprobar que, si nos guiamos por los peligrosos sentidos, el Sol nos resultaría una existencia enana, debido a su lejanía. Esa sería nuestra percepción. Sin embargo, gracias a la ciencia sabemos de su inmenso tamaño. Esa verdad científica se puede aplicar no sólo a los números, sino a las verdades que sustentan las sociedades y las reglas a las que debemos atenernos en común acuerdo: las leyes.
Las leyes son verdades que deben tener un carácter universal, es decir, deben ser para todos. De igual forma que a mi me puede gustar el chocolate y a otra persona no (es decir, para mi sabe bien el chocolate, y es cierto, no así para el otro individuo), en el caso de estas normas no debe buscarse la subjetividad, sino precisamente el espectro más absoluto, el objetivismo. Esta deshumanización de las leyes es imperativo (termino kantiano), pues precisamente "el bien común" lo que busca es la verdad en sí misma, fuera de las limitaciones que tenemos los seres humanos.
En la filosofía de Immanuel Kant se continúa esta línea de pensamiento. En su ética se niega la justificación y fundamentación de la corrección moral de una acción en sus buenas consecuencias. En lugar de centrarse en las consecuencias, las éticas de deberes se centran en el deber. Consideran que hay principios o normas que deben respetarse. De ahí que estas teorías se conozcan como "éticas de principios". En otras palabras, lo verdadero tiene que ser bueno, y viceversa, en lo que se concierne a las leyes. Por tanto, las leyes siempre deben atender al bien común.
Como hemos podido comprobar, la verdad es un ente metafísico muy abstracto, de muy distintas caras e interpretaciones. Si bien la certeza más reconocida en el mundo filosófico es la del abogado y filósofo italiano, Giambattista Vico, que sostenía que "la verdad es igual al hecho" (Verum ipsum factum). Esta escuela, llamada constructivismo, sostiene que sólo lo que ha sucedido y hemos podido demostrarlo, es verdadero. Uno puede asociarlo con el empirismo británico, con el que comparte muchas similitudes. La diferencia estriba en que el lenguaje es utilizado para la construcción de muchas realidades (es decir, que en la etimología del lenguaje radican muchas verdades sociales de hoy día), que hoy damos por ciertas y, sobretodo, verdaderas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario