“La comunidad internacional reaccionó tarde, creyendo que sería un brote como los de Congo y que la epidemia afectaría solo a una población aislada, subestimando el hecho de que el primer brote surgió en una triple frontera administrativa con un enorme tránsito de población”, ha explicado Susana Dos Santos, directora país de Acción contra el Hambre en Guinea-Conakry desde agosto de 2013 hasta hace un mes. “Este despliegue tardío de la respuesta unido a las reticencias de la población y al a fragilidad del sistema de salud hacen que los avances sean más lentos de lo necesario”, ha añadido.
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El impacto de Ébola en los niños
Al igual que sus padres, los niños
de Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona (los tres países más
afectados por la epidemia de Ébola) han pasado el último año viviendo
bajo el estrés, el trauma y la amenaza diaria de contraer un virus. Los niños necesitan apoyo y atención especial. El impacto psicológico no puede ser ignorado.
“Los niños fueron expuestos a
riesgos directos, así como riesgos secundarios, incluyendo en
convertirse en huérfanos, ya que los miembros de sus familias
infectadas, han dejado su comunidad, estando en cuarentena”, dijo
Gustave Vanda Mulenda, director de salud mental de Acción contra el
Hambre en programas y prácticas de atención en Monrovia, Liberia. “Esto
les ha debilitado considerablemente. En concreto, se han dado cuenta de
que su vulnerabilidad a la desnutrición ha aumentado.”
En una sociedad donde
ser niño era difícil antes de la epidemia, el miedo a la enfermedad ha
debilitado el sentido de la responsabilidad colectiva de los niños,
dejando a muchos aislados. La prohibición general
de contacto humano, forzado dentro de las comunidades para evitar la
propagación de Ébola, ha impedido que los niños, incluso los más
pequeños, puedan ser consolados cuando más lo necesitan. El reto de este año tendrá consecuencias a largo plazo sobre su desarrollo y futuro.
Separaciones
Muchos niños en países afectados por el Ébola se encuentran solos. En Sierra Leona, ya hay más de 8.000 huérfanos. Separados de sus padres a causa de muerte, o que han decidido evitar las zonas afectadas por temor a la propagación.
Otros familiares tienen miedo de hacerse cargo de los huérfanos de padres afectados por el Ébola o niños vulnerables por temor a ser contaminados o estigmatizados por la comunidad.
El miedo, la tristeza, la ansiedad
Alrededor de 5.000 niños han muerto en las comunidades afectadas por el Ébola. Otros viven bajo la amenaza del miedo: se enfrentan a diario con la epidemia y sus consecuencias. Ellos
han sido testigos de la muerte repentina de miembros de la familia, el
personal médico con trajes especiales, buscan a miembros de la familia a
destinos desconocidos sin saber si alguna vez volverán. Todo esto tiene un profundo impacto psicológico en las mentes jóvenes.
Las escuelas han sido cerradas y los movimientos e interacciones con los otros niños son limitados. Se les ha arrebatado la forma más sencilla de manejar el estrés (jugar con otros niños). En los tres países más afectados, más de cinco millones de niños no están escolarizados. Necesitan apoyo psicológico y social, pero en muchos casos el apoyo es ausente.
El deterioro de las condiciones de vida, la inseguridad alimentaria
El brote de Ébola también ha tenido un impacto negativo en el bienestar psicológico y social y, sobre todo, en el estado nutricional de los niños. En muchas comunidades, las escuelas cumplen funciones sociales específicas, por ejemplo en algunos sirven comidas. El
cierre de los mercados y las restricciones para viajar a las zonas
afectadas, ha causado perturbaciones económicas y los ingresos se han
visto reducidos para las familias. Algunos se han visto obligados a ir en busca de alimentos para sí mismos y el número de niños en riesgo de desnutrición severa ha aumentado.
La exclusión, la estigmatización
La cohesión comunitaria ha dado paso al estigma social y a la discriminación. De hecho,
cuando se identifica un caso sospechoso de Ébola, todos los miembros de
la familia se ven obligados a permanecer en cuarentena durante 21 días y
son sometidos a observación. Se aconseja que los miembros de la comunidad eviten la interacción con la familia en cuarentena. Así que los padres, a veces, optan por no declarar que están enfermos, lo que aumenta el riesgo de infección para los niños.
Es muy importante apoyar a los que han sobrevivido a la epidemia cuando regresan a casa y a la comunidad. Los niños que sobreviven son temidos, discriminados y amenazados. Ellos están marginados y socialmente aislados.
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