miércoles, 4 de febrero de 2015

Día Mundial contra el Cáncer

Por Beatriz Camacho

¿Conoces a alguien cercano que ha vivido el cáncer? Seguro que sí. Sea en primera persona, en la familia o en algún amigo, es muy frecuente encontrar esta enfermedad en nuestro entorno. El cáncer es una de las principales causas de muerte en España, sobre todo el cáncer de pulmón, estómago, hígado, colon y mama, a pesar de que aproximadamente el 40 por ciento de los casos se podrían evitar.

En el año 2000 se estableció el día 4 de febrero como ‘Día Mundial Contra el Cáncer’ con el objetivo de aumentar la concienciación y movilizar a la sociedad para avanzar en la prevención y el control de esta enfermedad. El lema para 2015 es ‘A nuestro alcance’.


Uno de cada tres varones y una de cada cuatro mujeres tendrá cáncer a lo largo de su vida. Si bien la cifra de casos aumenta cada año en España, la mortalidad es menor debido al diagnóstico precoz y a los avances científicos y tecnológicos sobre aparición, desarrollo y crecimiento del cáncer, que mejoran el tratamiento oncológico. En la actualidad, cerca de 8,4 millones de personas con cáncer viven. Cada vez son más los que salen adelante y superan esta dolencia. Querer es poder y es esencial tener un objetivo enfocado hacia la meta. 

Existen más de 200 tipos de cáncer y cada uno puede tener características completamente diferentes al resto, con una causa, una evolución y un tratamiento específicos. Pero todos tienen algo en común: es un proceso de crecimiento anómalo y desordenado de células cancerosas capaces de multiplicarse y que pueden invadir un tejido próximo y desplazarse sin control a otras zonas del cuerpo (metástasis).


La clave está en la prevención 

Sufrir cáncer es consecuencia de la combinación de múltiples factores. La mejor terapia es la prevención. La prevención primaria se realiza en la fase prediagnóstica del cáncer y consiste en informar y crear programas de actitudes y comportamientos saludables para reducir la aparición de esta enfermedad. Son campañas de formación y educación para la salud, basadas en adoptar hábitos sanos de alimentación, evitar el sedentarismo y el consumo de tabaco y alcohol, adquirir conductas saludables como las revisiones médicas y tener en cuenta otros factores de riesgo como el estrés y los antecedentes familiares. 
La prevención secundaria se centra en la detección precoz y en la información adecuada para el paciente, su familia y el personal sanitario durante la fase diagnóstica. Mientras que la prevención terciaria trata la fase postdiagnóstica y se basa en mejorar la calidad de vida del paciente, su adaptación y rehabilitación, la adherencia al tratamiento y las intervenciones psicológicas necesarias ante las circunstancias generadas por la enfermedad como depresión, ansiedad, expresión y apoyo emocional, dolor, cuidados paliativos… 

En definitiva, la prevención tiene dos objetivos: 
  • Disminuir la incidencia. Cerca del 75-80 por ciento de los cánceres pueden atribuirse a factores externos que, comúnmente, se pueden modificar para reducir el riesgo de desarrollar un cáncer. 
  • Disminuir la mortalidad. Detectar el cáncer en sus etapas más tempranas y aplicar tratamientos específicos más sencillos y eficaces. 
Afrontando el cáncer 

El cáncer no es solo una enfermedad física y enfrentarse a ello no es fácil. La forma en que afecta a cada persona es diferente aunque las emociones que sentimos suelen ser comunes en todos. El impacto del diagnóstico, los tratamientos, las revisiones periódicas... cada uno responde y afronta de manera distinta la enfermedad. Hay tantas reacciones como personas, por lo que hablamos de Psicología Diferencial. 

Cada uno tiene su forma de ser, sus creencias y valores, su modo de enfrentar los problemas y su perspectiva del mundo. El poder de la mente tiene una gran importancia sobre el cuerpo y la salud. Aristóteles ya definió cuerpo y alma como una sola unidad y, hace más de 130 años, el médico francés Claude Bernard acuñó la famosa frase “no hay enfermedades sino enfermos”. Diferenciamos entre “ser” y “estar” enfermo. No es lo mismo pensar “soy un enfermo” que “tengo una enfermedad”. 

El cáncer supone serias consecuencias para la persona y su familia a nivel emocional, laboral, económico y social. La mayoría sufre un shock emocional ante la incredulidad de recibir un diagnóstico de cáncer. De ser alguien sano, con sus ocupaciones y sus problemas cotidianos, se pasa a ser un individuo con una grave enfermedad. Es una situación inesperada, un cambio importante en nuestra vida que necesitamos asimilar. 

Es natural que broten emociones negativas, ya que son parte del proceso de adaptación y poco a poco se atenuarán. Algunas personas se ponen nerviosas e irascibles y otras se sienten tristes o se encierran en sí mismas. Las emociones más comunes son tristeza, cólera, miedo, confusión y desesperanza. En general, la primera reacción es de ira, después viene la ansiedad y como tercera reacción tenemos una disminución del estado de ánimo. 

¿Voy a morir? ¿Por qué me ha ocurrido a mí? Son preguntas muy habituales, ya que la incertidumbre sobre el futuro es posiblemente la sensación que mejor define esta experiencia. Inevitablemente, pensar en la muerte produce desasosiego, angustia, temor e infinidad de intensas emociones y pensamientos. En los casos de recaída –reaparición del tumor maligno tras un periodo más o menos largo de ausencia de la enfermedad– se experimentan emociones similares o más intensas a las que surgieron con el primer diagnóstico. 

Es necesario hablar del cáncer para externalizar nuestras emociones y compartirlas con la familia y los amigos. La comunicación ayuda a nuestros seres queridos a conocer cómo nos sentimos, entender nuestros miedos y preocupaciones y, sobre todo, les permite ayudarnos y sentirse útiles durante el transcurso de la dolencia. Del mismo modo, nos ayuda a desahogarnos, a sentirlos más cercanos y a creer que no estamos solos. 

Además, mientras sea posible, hay que conservar la autonomía personal para evitar la aparición de conductas depresivas y del sentimiento de creerse una carga para la familia o el entorno. Se trata de obtener una mejor calidad de vida para todos. Las reacciones de ansiedad, depresión, inseguridad, miedo a la enfermedad y al rechazo y las alteraciones de la imagen corporal, que llevan al deterioro de la autoestima, suponen una significativa barrera en dicha autonomía. 

La psicología dentro del tratamiento oncológico 

Los principales tratamientos para combatir al cáncer son la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia. Su eficacia está comprobada científicamente, a diferencia de los tratamientos alternativos, que no está demostrada. 

Desde la Psicología de la Salud se llevan a cabo programas de preparación para las intervenciones de cirugía. El tratamiento de la ansiedad prequirúrgica conlleva una disminución del tiempo de hospitalización, una menor medicación y una mayor recuperación. La psicología actúa evitando las consecuencias negativas emocionales y los problemas de autoimagen y de adaptación al medio que derivan de la cirugía. 

También hay que mencionar que, tras varias sesiones de quimioterapia, la ansiedad anticipatoria hace que los pacientes manifiesten los efectos secundarios de la quimioterapia antes de hacerla. Incluso algunas personas se niegan a realizarla porque la anticipación de la sintomatología negativa es muy grande. 

Por otra parte, estudios elaborados con pacientes oncológicos afirman que aproximadamente un 30 por ciento muestra cierto grado de afectación psicológica que requiere tratamiento profesional. Las perturbaciones también pueden darse en las relaciones interpersonales a nivel familiar, de pareja y sexual o de reincorporación al puesto laboral. 

Fase terminal: cuidados paliativos 

La atención apropiada de afectados por cáncer continúa siendo un importante desafío para la salud pública. La etapa terminal se caracteriza por un intenso sufrimiento y una alta demanda asistencial. En España se ha producido un rápido crecimiento de programas y servicios de cuidados paliativos como respuesta a la gran demanda y al creciente interés del sistema sanitario para responder a la misma. 

Cuando no hay cura, se puede cuidar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define los cuidados paliativos como un “enfoque que mejora la calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades amenazantes para la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento por medio de la identificación temprana e impecable evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas, físicos, psicológicos y espirituales”. 

El objetivo fundamental es aliviar el sufrimiento y mejorar en lo posible la calidad de vida de estos pacientes, con especial énfasis en el periodo agónico, y teniendo en cuenta a los familiares en el proceso de duelo cuando sea necesario. Si bien la muerte forma parte de la vida, no es lo mismo enfrentarse a ella en uno u otro momento determinado del ciclo vital, ni para el paciente terminal ni para sus seres queridos. 

Desde la psicología buscamos que acepten la muerte como un acto vital más, una parte del proceso, y no como un fracaso. La respuesta psicológica depende de la personalidad, las características de la enfermedad y los factores socioculturales de cada persona, pero siempre implica un proceso de duelo por etapas que abarca el sentimiento de pérdida y una resolución anticipada porque ya se espera con antelación la defunción. Estas fases son: 

1. Negación: “esto no puede pasarme a mí”. La persona se aísla y rechaza la realidad. Implica ansiedad y la duración de esta etapa nos indica la dificultad de la persona para afrontar el fallecimiento. 

2. Ira: “¿por qué a mí?”. El individuo se hace cargo de la situación y manifiesta ira, hostilidad y resentimiento que puede desplazar hacia los demás. 

3. Negociación: “Si solo pudiera tener más tiempo...”. La persona tiene la esperanza de retrasar la muerte a cambio de promesas. 

4. Depresión: “voy a morir, ¿qué sentido tiene?”. El avance de la enfermedad y del deterioro del paciente favorecen la aparición de síntomas depresivos ante la próxima muerte. Es muy importante expresar la pena y eliminar las falsas esperanzas. 

5. Aceptación: “Esto tiene que pasar”. Con el tiempo, se asume y se acepta la idea inevitable de morir y se busca el apoyo de los familiares. 

Las prioridades de los pacientes son: tener los síntomas aliviados, evitar una prolongación inapropiada de su situación, tener una sensación de control en la toma de decisiones, no ser una carga y estrechar los lazos con sus seres queridos. Los últimos días en la vida del paciente terminal requieren una atención especial. Hay que potenciar el bienestar y el confort físico, emocional y espiritual, fomentar la obtención de una muerte digna y en paz y a apoyar a familiares y cuidadores para que el recuerdo de esta fase sea lo más positivo posible.

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