miércoles, 30 de septiembre de 2015

Artículo de Sociología: Síndrome del Emperador

Por Mati Cardeñas

Hijos tiranos. Padres rehenes.

La sobreprotección, las formas de educación extremas como la dictadura familiar o la educación muy libre, llevan a convertir a nuestros y nuestras hijas, en tiranos, que nos arrastran, nos presionan y nos llevan a cometer acciones en contra de nuestra voluntad, sólo para satisfacer sus necesidades. Extremas, en muchos casos.
Los padres sienten debilidad por sus retoños, es evidente. Vivimos nueve meses esperando verles la carita y nos pasamos la vida pensando en qué será de ellos y cómo estarán.

Esta debilidad nos lleva a pensar que si les damos todo lo que quieren, nos querrán más, sin pararnos a pensar en que quizás, estamos convirtiéndolos en dictadores tiranos, que ejercen su fuerza sobre los progenitores.

Pero, ¿qué es lo que hacemos mal? ¿Qué motivos son los que llevan a los hijos e hijas a comportarse de ese modo?

1. El niño DICTADOR
Cuando un bebé nace, dejamos todo de lado. Nos dedicamos al bebé de forma excluyente. Todo puede esperar, desde la pareja, la familia, los amigos...hasta el trabajo. Nos olvidamos de nuestros hobbies, de leer, de tomar café acompañados.

2. Le damos todo para que deje de gritar
Es una regla general, TODOS LOS NIÑOS TIENEN BERRINCHES. Lo que tendemos a hacer es evitar esta explosión. En el momento en que su expresión cambia y frunce el ceño, le damos lo que pide, LO QUE SEA.

3. Darle excusas
Si el niño quiere hacer algo que suena a locura, intentamos decirle “no, pero…”. Le damos excusas adornadas. Conseguiremos que el berrinche aumente, deje de respirar y se sofoque, para causarnos ansiedad o culpa. Y finalmente, cederemos.

4.No le traumaticemos
Insistimos en que el niño debe actuar según su naturaleza. Si quiere orinar fuera del WC, lo dejamos. Si quiere pegar a otros niños para conseguir un juguete, lo permitiremos. Permitir que se frustre será horroroso.

5. El niño florero
Permitimos al niño que interrumpa conversaciones de los adultos, con lloriqueos, gritos o canciones. Y si son eructitos o flatulencias, le aplaudimos.

6. ¿Mi hijo? ¡Es superdotado!
Nuestro hijo o hija, es especial. A su lado, cualquier otro es una lechuga mustia. Siempre demuestra una inteligencia superior y es, por supuesto, una copia mejorada de nosotros. Por eso, tenemos que demostrarlo al mundo y a él.

7. ¿Su maestro? Bah…
Hablar mal de la escuela es muy común. Tenemos que contradecir sus pautas y descalificarlos y si es delante del niño, mejor.

8. Dejarlo todo a medias.
Podemos permitir que deje la comida a medias y se levante cuando quiera de la mesa, dejarlo que deje a medio recoger sus juguetes o cualquier entretenimiento y que se lave los dientes si quiere, debemos dejar que tenga libertad.

Y, ¿qué conseguimos con esto?

Conseguimos que los lazos parentales de apoyo, respeto, autoridad y afecto, se vayan borrando. Algunos padres tienden a borrar estos límites pensando que eso acercará los lazos entre ellos y sus hijos. Es el llamado Síndrome de Dorian Gray.

Pero, de lo que no son conscientes es de que, a medida que el hijo crece, ésto los abochorna.

Por otra parte, la frustración (ese archienemigo de los padres) es algo por lo que cada niño debe pasar. Necesita frustrarse para lograr desarrollarse de forma óptima. Necesitan rutinas y límites claros sobre lo que puede o no puede hacer. 

Hay niños que en la edad de primaria empiezan a mostrarse impulsivos, mentirosos, vengativos y poco empáticos y estas actitudes tiránicas, deben detectarse a tiempo y revertirlas.

Es importante que ambos progenitores sepan cómo quieren educar a sus hijos, cuándo deben educar y cómo y sobre todo, sin fisuras, porque será cuando el niño aproveche para retarles.

Se debe admitir que el hijo es un tirano, sin excusas ni atenuantes, como también se deben establecer pautas para comer, acostarse, la higiene, etc.

No se trata de amenazar al niño o la niña, sino de orientar, porque si amenazamos estamos aumentando su negación y su rebeldía. Tampoco está bien prohibirlo todo después de que lo haya hecho por primera vez, ni permitir algo que estaba prohibido. Debemos pensar antes de imponer pautas y no retractarnos nunca.

Y, lo más importante, si el niño o la niña grita, patalea y pega berridos, esperaremos a que se calme y haciendo caso omiso.

Para finalizar, nos gustaría exponer las claves que han sido, son y serán de utilidad para evitar la llegada de la tiranía y el síndrome del Emperador a nuestros hogares.

●No debemos taponar sus emociones con nuestra ansiedad y nuestros miedos. Debemos ACOMPAÑARLOS en su crecimiento. Jamás debemos hacerles permanecer en la “seguridad del hogar”. El niño y la niña deben salir al exterior con todas las herramientas posibles.

● Nunca debemos rendirnos ante las normas que hayamos impuesto.

● Permitamos que los niños se hagan daño hoy para evitar fracturas gigantes el día de mañana. Deben sentir frustración y establecer sus límites, siempre estando para que puedan descargarla de forma emocional y seamos sus guías y sus consejeros cuando él lo necesite.

Hemos de dejar de ser tiranos y rehenes, perros y gatos. Seamos, simplemente, padres e hijos.

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