La Edad Media es conocida como la época de los claroscuros del
conocimiento. El acceso a los medios de información, los libros, estaba
enclaustrado en los conventos. La Iglesia era la poseedora del conocimiento.
Por ello, hoy día nos es desconocido cómo sonaba exactamente la música a
comienzos del medievo. Sin embargo, algunos músicos y expertos de Inglaterra,
recientemente, han publicado una pieza reconstruida a partir de un manuscrito
del siglo XI.
Sam Barrett, de la Universidad de Cambridge, ha trabajado, durante más de
20 años, recuperando melodías de las “Canciones de Cambridge” del siglo XI, la
parte final de una antología de textos en latín. De este manuscrito, precisamente, es del que
se ha recuperado una página clave. En 1982 fue hallada la hoja de este manuscrito
por un experto inglés, el cual estaba visitando una biblioteca de Frankfurt
(Alemania). Su desaparición se debió a que, en 1840, un estudioso alemán había
visitado Cambridge, arrancado la hoja del manuscrito de las “Canciones de
Cambridge”, trayéndola consigo a su vuelta a Alemania. Los cantares procedían
de Renania.
Recientemente, un conjunto ha interpretado esta música en Cambridge, por
primera vez desde hace 1.000 años. La melodía ha sido añadida a las páginas de
la obra maestra del filósofo romano Boecio “La Consolación de la Filosofía,”
escrita en el siglo VI, cuando se encontraba bajo arresto domiciliario
esperando su ejecución por haber cometido traición.
Los expertos desconocen si el filósofo cristiano puso en algún momento
música a su obra magna, aunque de hecho escribió sobre música en otros
documentos. Las gentes de la época medieval, no obstante, sí pusieron música a
los pasajes poéticos de “La Consolación de la Filosofía” y a los versos de
otros autores.
La Consolación de la Filosofía está considerada la última gran obra de la
época clásica. Fue uno de los libros más leídos e influyentes de la Edad Media.
Trata sobre la existencia del mal en el mundo de Dios, la volubilidad de la
fortuna y las naturalezas de Dios y de la felicidad.
Recordemos que los compositores medievales dejaron, por escrito, numerosos
pasajes de los clásicos (Virgilio u Horacio, la recuperación de Aristóteles…),
de autores antiguos tardíos, de textos medievales y de canciones y lamentos de
amor. Sin embargo, un músico de hoy en día no puede utilizar una pieza de
música medieval, leerla e interpretarla, porque se desconocen los tonos de los
neumas, es decir, lo agudos o graves que eran estos sonidos. En la escala
musical actual, el tono se mide escribiendo las notas más graves en la parte
inferior del pentagrama y las más agudas en las líneas superiores.
El misterio acerca de la forma que adoptaba la música hace siglos, por
tanto, es total. Entre los siglos IX y XIII, los compositores escribían la
música en neumas, diferentes de las notas que conocemos hoy en día. Aparte de
los neumas, se confiaba en la buena memoria de los músicos para recordar y
comunicar a otros intérpretes las melodías (de ahí que el mester de juglaría
fuera tan importante en la transmisión de la cultura popular durante
generaciones).
“Esta hoja en particular, arrancada ‘accidentalmente’ de la Biblioteca de
la Universidad de Cambridge por un académico alemán en la década de 1840,
constituye una pieza clave del rompecabezas, en la medida en la que se tiene
intención de recuperar estas canciones,” explica el Dr. Barret. “Tras
redescubrir la hoja de las Canciones de Cambridge, lo que nos quedaba era dar
el salto final al sonido. Han llegado hasta nosotros vestigios de repertorios
de canciones perdidas, pero no el recuerdo auditivo en el que se apoyaban.
Conocemos los perfiles de las melodías y muchos detalles acerca de cómo se
cantaban, pero no los tonos precisos que las integraban.”
El Dr. Barrett ensayó fragmentos de la melodía para “La Consolación de la
Filosofía” de Boecio, así como ha trabajado con Benjamin Bagby, del Lost Songs
Project (‘Proyecto Canciones Perdidas’), que a su vez es miembro de Sequentia, un
trío musical que ha recuperado otras canciones medievales. El Lost Songs
Project ha conseguido rescatar melodías lejanas en el tiempo, entre ellas
Beowulf y Carmina Burana.
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