El Gobierno de Vichy
vivió uno de los momentos más duros de la historia de Francia. Cuando oímos
hablar del “Gobierno de Vichy”, el "Régimen de Vichy" o “La Francia
de Vichy”, a todos nos viene a la cabeza una serie de calificativos: traición, bochorno, sometimiento
¿Qué era en realidad la Francia de Vichy?
Por definición,
entendemos a “La Francia de Vichy” por el nombre con el que, informalmente, se
conoció al régimen, instaurado en parte del territorio francés y en la
totalidad de sus colonias, tras la firma del armisticio con la Alemania nazi,
dentro del marco de la II Guerra Mundial. El Gobierno de Vichy fue un régimen
político de carácter colaboracionista, establecido en julio de 1940, cuya
duración se prolongó hasta agosto de 1944. Recibe su nombre de la ciudad que
fue su sede: Vichy.
El nombre oficial con que
se denominó el régimen fue "Estado Francés". Formalmente, constituye
una interrupción de la III República francesa (cuyo nombre desaparece de las
actas oficiales), por los cambios constitucionales que liquidaron la democracia
parlamentaria y establecieron un régimen autoritario. El sistema político se
debe encuadrar en los regímenes autoritarios de la época, y es deudor del
corporativismo.
Bien, ¿en qué se parece
aquel Gobierno con la situación de Roland Garros, el gran certamen de tenis en
tierra batida del mundo?
Rafa Nadal ha
vuelto a conquistar el Conde de Godó. La semana anterior, volvió a levantar el
título en Montecarlo. Djokovic sigue siendo el gran dominador del tenis ATP, y
ansía con ambición desmedida el único cetro de Grand Slam que le falta a su
reluciente palmarés. Stan Wawrinka defiende su brillantísima corona, lograda en
la final ante el balcánico. En 2009, su compatriota, el mejor tenista de todos
los tiempos, Roger Federer, logró su ansiada Copa de los Mosqueteros. Como ven,
cuando hablamos de campeones, aspirantes… no mencionamos a los franceses
Monfils, Tsonga, Gasquet o Simon. Esta pléyade de jugadores de grandísimo
nivel, no sólo no han logrado el título, sino que, tampoco, son considerados
aspirantes reales a conquistarlo. Viendo el nivel de Nadal y Djokovic
actualmente, tampoco parece que este año estén en disposición de afrontarlo
(Monfils es quien mejor parece que llegará, a día de hoy).
Noah, Capitán de Copa Davis, el que no se somete a
Vichy
El actual capitán del
combinado galo, resulta ser el último jugador, loca,l que sabe lo que es ser campeón en la
tierra batida parisina. ¿Podrá transmitírselo a sus jugadores? ¿Lo permitirán
Djokovic, Nadal o Wawrinka?
“Francia persigue desde
hace tres décadas una victoria imposible en dos de las grandes competiciones
atléticas de la nación, dos auténticas instituciones para el país – Un
paréntesis tan prolongado solo se explica por un cóctel complejo de factores un
tanto azarosos, que poco tienen que ver con déficit alguno de talento,
desarrollo e inversiones sino más bien con falta de enfoque específico y con la
esquiva tarea de concebir grandes campeones.
El aviador galo Roland Garros
fue un tenista mediocre. Firmó sus mejores páginas en el aire y no con la
raqueta. Emparentado a su manera con el imaginativo Antoine de
Saint-Exupéry, que estrelló su avión en medio del Sáhara, Garros cayó
tras las líneas enemigas en 1915 y los alemanes aprovecharon para copiar el
pionero sistema de ametralladora instalado en su aeroplano. Sus méritos como
piloto le valieron, pese a su escasa fortuna deportiva, legar su nombre al
primer gran torneo nacional de tenis, el antiguo Abierto de Francia.
Apenas un par de décadas antes nació el Tour de
Francia, la mejor carrera ciclista del mundo, de la guerra comercial entre Pierre
Giffard (director del diario Vèlo) y Henri Desgrange
(director de L’Auto). Fue un redactor de esta última publicación
—impresa en páginas amarillas— quien tuvo la ocurrencia de impulsar una vuelta
de varias semanas por todo el país para empujar las ventas de su cabecera. La
prueba fue una sucia odisea de resistencia inhumana que impresionó a la nación
y catapultó a L’Auto en los kioscos. Como es sabido, el Tour se
convertiría con el tiempo en el Vaticano de la cristiandad ciclista.
Más de cien años después, ambas competiciones
gozan de aclamada reputación. No hay mayor carrera en el deporte de la
bicicleta y no existe un torneo de tenis comparable jugado en tierra batida.
Sin embargo, lo que antiguamente fue un feudo feliz para los franceses,
acostumbrados a campeonar en sus orgullosas competiciones, ha dejado de ser
terreno propicio para ellos. La primera lectura es sencilla: Francia construyó
los mejores torneos y vinieron los mejores deportistas del mundo a
conquistarlos.
«Roland Garros y
el Tour tienen el mismo problema para los franceses: son competiciones enormes
y globalizadas y sencillamente las ganan los mejores del momento, no importa su
nacionalidad», señala Javier Cepedano, consultor de marketing
digital y fundador del sitio sobre ciclismo Cobbles & Hills. «En ese
sentido, como no tienen el liderazgo individual ni en ciclismo ni en tenis en
las tres últimas décadas, no ganan», sentencia”
En Vichy se aceptó la
sumisión, el deshonor y la pleitesía. ¿Serán capaces Tsonga, Monfils, Simon o
Gasquet, capitaneados por el último campeón en París, de demostrar que Marx se
equivocó: “la historia se repite; primero como tragedia, luego como farsa”?
En los próximos meses, con las zapatillas manchadas de rojo acrílico, tendremos
la respuesta.
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