Hace dos semanas, este Barcelona de Luis Enrique parecía imbatible, inabarcable. No se le podía apenas toser. Y, aunque verdaderamente no hay muchos motivos para pensar que no siga siendo así, el hecho es que, cosas del fútbol, en dos jornadas se ha dejado por el camino cuatro puntos, ante Valencia y Deportivo de La Coruña, dos mortales que se han atrevido a toserle. Sendos traspiés en una semana que pueden poner la clasificación de la Liga BBVA patas arriba si los equipos madrileños los aprovechan, cuando no pocos podían esperar que la velocidad de crucero azulgrana se hubiera mantenido al menos hasta el Mundial de Clubes.
El Dépor se plantó con una idea valiente en tierras catalanas. Algo suicida, quizá, pero al cambiarle el libreto habitual al Barcelona, los de Luis Enrique, con un ojo puesto en la próxima semana y en Japón, no se encontraron cómodos. Víctor Sánchez quiso innovar, y le salió bien, tanto en resultado como en lo que a sensaciones se refiere. El joven técnico del Deportivo, lejos de encerrar a sus once hombres en su campo, liberó a tres de ellos de toda responsabilidad defensiva, centrando el trabajo de retaguardia en los siete restantes, más el portero. Lucas Pérez, Jonathan Rodríguez, y Fayçal Fajr no concedían metros al Barça cuando éste tenía la posesión, y obligaban a la defensa azulgrana a tener siempre un ojo sobre ellos. Además, cuando Lux tenía la ocasión, sacaba rapidísimo buscando esas tres referencias. Un escenario extraño para el líder, más aún en el Camp Nou, que generó con un control de la posesión abusivo del Barça, algo habitual, pero con mayor preocupación por lo que podía ocurrir a sus espaldas: ahí estuvo el acierto de Víctor. Una modificación de lo rutinario digna de elogio, que incluso pudo propiciarle enormes beneficios anteriormente de no ser por el pie salvador de Claudio Bravo, evitando el 0-1 de Jonathan Rodríguez que ya casi descontaba la grada ante el disparo cruzado del uruguayo.
No fue un Barcelona brillante en ningún momento. Correcto, sin más. Su entrenador, precavido, lo había advertido en la rueda de prensa previa: no quería relajación ante un rival fantástico en el arranque liguero. Pensar en Japón podía costar caro. Así que los culés, sin grandes alharacas, dominaron el juego, pero lejos de ser el rodillo de hace un mes, se vieron obligados a mirar demasiado a su espalda. Claro, no faltaron los cambios de orientación, las subidas de los laterales, o la pelea de un sorprendentemente desacertado Luis Suárez. Pero no sobró el fútbol preciosista, que apenas hizo acto de presencia. Así, el dominio posicional azulgrana fue claro, pero la apuesta de Víctor tenía toda la razón de ser. Aunque siempre puede ocurrir que Messi, que parecía que poco menos que pasaba por allí, se inventara un golpeo maravilloso en una falta perfecta para el argentino. El balón cuajó una parábola endemoniada, Lux no llegó ni de lejos, y `La pulga´ puso las cosas donde, a priori debían estar. Era el minuto 38, el Barça se adelantaba, y todo se le ponía cuesta abajo. Pero Víctor, cabezón, mandó a los suyos hacer exactamente lo mismo que habían hecho hasta ese momento. Morir con las botas puestas, que se dice.
Y en efecto, poco o nada cambio el escenario en la reanudación. Si acaso, más valiente el Dépor, que en los diez primeros minutos inquietó a Bravo en varias ocasiones. El técnico visitante podía estar más que satisfecho con la imagen de los suyos, que calcaban sobre el césped su petición desde el banquillo. Pero el tanteador seguía en contra, y aún empeoraría cuando en el 62, de nuevo, apareciera la ingente calidad técnica del campeón catalán, y Rakitic se inventara un derechazo primoroso desde la frontal, imposible para Lux. Sin estridencias, sin jogo bonito, pero con toda la pegada del mundo, el 2-0 parecía cerrar el asunto, y los azulgranas comenzaron a mirar a Japón. Luis Enrique rotó, dio descanso a hombres importantes, y agotó los cambios pronto, algo no demasiado habitual en el asturiano. Víctor, empecinado, cabezón, insistió: "lo mismo, lo mismo". Fue sabio, como se confirmaría más tarde.
Y es que cuando Lucas Pérez aprovechó un despiste del recién ingresado Mathieu para romper el fuera de juego, batir a Bravo con su prodigiosa zurda, y meter el miedo a la grada, el partido se había vuelto loco. Bien pudo hacer el Barça el tercero, y esta crónica sería distinta, pero también pudo marcar el equipo gallego antes el primero, en buena medida, por regalos locales. Algún dislate de Alves, o algún error de los que no suelen cometerlos, Mascherano o Iniesta, habían regaladosbalones francos a los puntas gallegos, resueltos con escasa fortuna hasta la recta final. La entrada del joven portugués Cardoso, en reemplazo de un Jonathan Rodríguez tan peleón como poco atinado en los últimos metros, dio el plus necesario al ataque coruñés. Su asociación con Lucas Pérez no dejó de crear dolores de cabeza en la zaga rival, en un partido de ida y vuelta en el último cuarto de hora, el escenario a evitar para Luis Enrique, pero el deseado para Víctor, cada vez más cercano a su complejo objetivo de arañar puntos en el Camp Nou. Munir, primero, y Messi, tras centro chut de Suárez, volvieron a tener la opción de cerrar la historia. Como la pareja de avispas gallega tuvo la posibilidad de volver a anotar, provocando que la grada apretara como si casi de una necesidad de remontada se tratara, pues palpaba que el líder necesitaba un apoyo extra, pues lo que iba a ocurrir ya se podía mascar.
Porque cuando Sergio Busquets, otro de los que no suele fallar, también cayó en un error infantil, propiciando una nueva salida de los visitantes, ya había hecho méritos sobrados el Deportivo para un segundo tanto. Lucas Pérez llegó a la frontal, arrastró a la defensa, y encontró al invitado sorpresa. Por allá apareció Álex Bergantiños, siempre entregado en el esfuerzo defensivo, pero poco dado al lucimiento en ataque y que, en este caso, aprovechó la ocasión de su vida para, con un derechazo perfecto, volver a batir a Claudio Bravo y lograr que el Dépor volviera a igualar su gesta por la salvación de hace 6 meses, aunque en este caso con más mérito si cabe, pues la relajación no apareció en el rival, por obvias razones.
Fue el justo premio al excelente planteamiento de Víctor, que sorprendió al Barcelona, haciéndole daño y mostrando el camino a futuros rivales. Si el Valencia le arrancó un punto por entrega y derroche, el Dépor lo hizo por una innovación táctica. A partir de ahora, será interesante ver si alguno se atreve a defender con siete sólo en el Camp Nou. La valentía tuvo recompensa y puso la liga patas arriba.
Ficha técnica:
Barcelona (2): Bravo; Alves, Piqué, Mascherano, Alba (Mathieu, m. 77); Busquets, Rakitic (Sergi Roberto, m. 73), Iniesta; Messi, Sandro (Munir, m.68) y Suárez.
Deportivo de La Coruña (2): Lux; Laure, Arribas, Sidnei, Navarro; Bergantinhos, Juanfran (Cardoso, m. 70), Luisinho (Juan Domínguez, m. 46), Fajr; Lucas Pérez y Jonathan (Luis Alberto, m. 58).
Goles: (1-0): Messi (m. 38); (2-0): Rakitic (m. 62); (2-1): Lucas Pérez (m. 77); Bergantiños (m. 87).
Árbitro: Sánchez Martínez (murciano). Mostró tarjeta amarilla a los visitantes Luisinho y Laure.
Incidencias: partido disputado en el Camp Nou, perteneciente a la 15ª jornada de la Liga BBVA.
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