Por Ramón Rey
Lunes 21 de Diciembre, jornada de resaca post electoral en España lo que significa que es momento de pensar en pactos y acuerdos de investidura de los que salga el ejecutivo que encabezará la XI legislatura de las cortes españolas.
Una jornada electoral en los que dejando al margen el descalabro que el sistema electoral y sobre todo la falta de convergencia de las candidaturas de izquierda han llevado a la UP de Alberto Garzón, nos presenta a los otros 4 principales partidos en número de votos intentando vender sus resultados como una victoria, con dispar credibilidad.
El PP (123 escaños) pese a salvar la primera plaza consigue sus peores resultados desde 1989 y queda en una situación precaria que le va a imposibilitar el formar gobierno –ya no digamos un gobierno estable– salvo sorpresa mayúscula.
C’s (40) queda muy por debajo de las expectativas que le daban las encuestas, que los llegaban a situar discutiéndole la segunda plaza al PSOE, lo que incluso llevó a Albert Rivera a despreciar reiteradamente a Pablo Iglesias como presidenciable en el debate a cuatro del 7 de Diciembre. El cambio de discurso y la sensación cada vez mayor de cercanía con el PP los ha penalizado y no deja claro cuál será la estrategia de los naranjas en el futuro. Por lo de pronto Rivera ha pedido públicamente al PSOE que facilite un gobierno popular en minoría.
Podemos (69) es el único partido que consigue unos resultados que le permiten estar moderadamente contentos, pero la remontada queda también por debajo de las expectativas que se habían creado en los días previos, cuando se pensaba que la formación morada podría incluso pelear en escaños –en % de voto sí lograron entrar en esa pelea– el segundo puesto.
Pero el principal protagonista y el que queda en una situación más delicada es el PSOE (90) de un Pedro Sánchez que ya ha adelantado que intentará revalidar su puesto como Secretario General... dejando muy a las claras su posición de debilidad dentro del partido. Los socialistas no sólo han logrado batir el record negativo de escaños que lograron en 2011 con un Rubalcaba que no aspiraba más que a minimizar daños, sino que los resultados de ayer los dejan acorralados entre entregarse a la izquierda de Podemos y entregar el gobierno a Mariano Rajoy.
Sea cual sea la decisión que salga de Ferraz va a suponer una jugada arriesgada y que puede socavar el partido hasta extremos imprevisibles. Intentar formar gobierno con Podemos parece una opción descartada desde dentro, ya que los barones más influyentes no están por la labor de relacionarse con un partido que apoya el derecho a decidir en Cataluña. Pero aunque se lograra vencer su resistencia –y la de un González enrocado en su discurso del miedo– los costes electorales pueden ser muy elevados en el futuro.
Un gobierno del PSOE con el apoyo de Podemos daría lugar a dos posibles escenarios, dependiendo de quién (tuviera la ciudadanía la sensación de que) lleve la voz cantante. Si el liderazgo lo protagoniza y sobre todo cala la idea de que lo protagoniza Pedro Sánchez y su programa, el PSOE saldría muy reforzado y el varapalo para Podemos sería tremendo: previsiblemente perdería una enorme cuota de apoyo quedando en riesgo su misma existencia.
Pero como la impresión sea la de que Iglesias consigue domar a Sánchez, obligándolo a cumplir su programa y a adoptar desde el gobierno el mismo discurso que tiene en la oposición (lo que sería una agradable novedad) el problema para los socialistas sería bastante importante, correrían riesgo de ser fagocitados por Podemos en el corto-medio plazo.
Si finalmente éste es el camino elegido, el susto a la cúpula del PSOE no se lo quita nadie.
El problema naturalmente es que Pablo Iglesias no es tonto. Le ha faltado tiempo para salir en los medios imponiendo 5 condiciones que los socialistas deberán cumplir si desean su apoyo: una reforma constitucional para blindar los derechos sociales, un referéndum en Cataluña, una moción de confianza para el cumplimiento del programa electoral, reforma para la independencia de la justicia y el cambio de la ley electoral.
Ninguna de esas exigencias es plato de buen gusto para los de Ferraz; para empezar llevan años beneficiándose de una ley electoral hecha a la medida del bipartidismo, así como también politizando la justicia en connivencia con el PP, poniendo y quitando jueces de una forma tan lamentable que hasta cabe pensar si un país con tan escasa independencia del poder judicial respecto al político merece ser considerado una democracia de verdad. Respecto a la pretendida moción de confianza, no es valorada positivamente ni desde Ferraz ni desde Génova por motivos obvios.
Haciendo encaje de bolillos se podría llegar a un acuerdo para blindar con medias promesas esos derechos sociales si es que desde Podemos lo asumen, pero el principal problema es por supuesto Cataluña. La exigencia innegociable de un referéndum de autodeterminación combinada con los resultados electorales puede ser sorprendentemente la principal baza para Podemos en la próximas semanas.
Por una parte porque si el PSOE lo acepta (parece imposible) será una prueba irrefutable y ya desde el minuto cero de que va a ser Podemos quien marque la agenda del gobierno, la figura de Pedro Sánchez se vería eclipsada por Iglesias a poco que la formación morada sepa gestionar la situación.
Pero además esta exigencia puede tener una doble función en clave electoral; imponiéndole al PSOE una condición que no puede cumplir y toda vez que el PP lo va a tener muy complicado para formar gobierno, una nueva convocatoria de elecciones en Abril es un escenario más que probable.
Un escenario que parece favorecer claramente a Podemos, a un punto y medio del PSOE y con un ambiente optimista y alegre que contrasta con el agotamiento socialista, el sorpasso es una posibilidad muy real. Pero además Podemos cuenta con un arma muy poderosa: sus resultados en Cataluña y Euskadi.
Con un discurso basado en la defensa de la unidad de España desde la diversidad y dándoles voz a los pueblos, Pablo Iglesias ha querido presentar a su partido como el único capaz de garantizar el éxito del proyecto común español y contener a los independentistas. La estrategia no parece haber salido mal y las plataformas lideradas por Podemos se han alzado con la victoria en Cataluña y el País Vasco, consiguiendo además el segundo puesto en Galicia.
Los resultados se pueden interpretar pues como un apoyo a estas tesis, en detrimento de soluciones basadas en la confrontación y la negación como las que defienden Rivera y Rajoy o de la pasividad del PSOE. Y además suponen una munición electoral muy jugosa, que Podemos podrá usar para dar respuesta a los argumentos del miedo al secesionismo.
La alternativa a presentar a Sánchez como candidato e intentar investirlo con la ayuda de Podemos es facilitar un nuevo gobierno popular. Si juntarse con Podemos es una jugada de riesgo extremo que puede acabar con el teórico liderato que el PSOE ejerce en la izquierda española en cuestión de una legislatura, aliarse con el PP (aunque sea por omisión) significa directamente la muerte. Ya no hablamos de una posible absorción en un plazo de 2-4 años, en una población tan dividida y con una hostilidad tan abierta entre “rojos” y “azules” la descomposición sería inevitable y rápida.
Si ésta es la opción elegida va a ser muy difícil contestar los ataques que llegarán redoblados presentando al PP y al PSOE como el nuevo turno dinástico, partidos que defienden en esencia lo mismo, que son lo mismo.
Cabe esperar que las presiones desde Europa y desde el poder económico para que se constituya una Gran Coalición por activa o por pasiva sean grandes, pero de momento el PSOE ha descartado esta posibilidad.
Así pues lo que parece más probable a día de hoy es que desde Ferraz se opte por una estrategia “rajoniana”, seguir jugando a la defensiva, no hacer nada y esperar a que las cosas de alguna manera se arreglen solas. O dicho de otra manera, una nueva cita electoral y que sea lo que Dios quiera. Con la silueta de Pablo Iglesias creciendo sin parar en los retrovisores de Sánchez, seguiría suponiendo elegir susto, pero si una cosa está clara tras los resultados del domingo es que el PSOE no tiene una salida fácil.
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