La insistencia de la Guardia Civil y los avances tecnológicos en materia de análisis genéticos fueron la clave para dar con la identidad del presunto asesino de la joven Eva Blanco 18 años después de su muerte. Atrás quedan más de cien líneas de investigación, retratos robots y unas pesquisas que inicialmente se centraron sobre todo en el círculo más cercano de la víctima, es decir, amigos familiares y conocidos. Pero todos estos intentos fueron infructuosos para el Grupo de Homicidios del Instituto Armado, que pese a todo nunca se olvidó del caso.
Por ello hace dos años la Guardia Civil pidió al Instituto de Ciencias Forenses de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela un nuevo estudio de la muestra genética hallada en el cadáver de Eva Blanco tras aquella noche lluviosa del 20 de abril de 1997.
La joven, de 17 años, apareció con múltiples signos de violencia en su cuerpo y 20 puñaladas repartidas por la nuca, el cuello y la espalda. Estaba tirada en una cuneta en un paraje denominado Las Pesqueras y la autopsia determinó que había sido previamente violada. En su cuerpo había semen del que se extrajo la muestra de ADN, pero esos restos por si solos no aportan gran cosa hasta que no se cotejan y coinciden con los de algún sospechoso.
Hasta 2.013 personas, en su mayoría vecinos de la localidad madrileña Algete, se presentaron voluntarios en 1999 ante la Guardia Civil para someterse a un análisis de ADN. Ninguno dio positivo. El caso seguía sin respuesta y el tiempo corría en contra de los investigadores ya que en 2017 habría expirado el plazo que establece la Ley para la prescripción de este tipo de delitos.
Pero en enero de 2014 la Universidad de Santiago de Compostela remitió a la Guardia Civil sus resultados con un dato fundamental: el ADN hallado en el cadáver de Eva Blanco pertenecía a un varón de origen norteafricano, según informa el Instituto Armado.
Fue ahí cuando empezó el principio del fin de este caso, finalmente cerrado este jueves cuando la Gendarmería francesa y la Guardia Civil arrestaban en el país galo a Ahmed Chelh, un varón de nacionalidad española pero nacido en Marruecos y de 52 años de edad (34 cuando sucedieron los hechos). Había abandonado España en 1999 y se había establecido en la localidad de Pierrefontaine Les Varans donde se dedicaba a la construcción, según informan a Europa Press fuentes de la investigación.
El hilo que unió los resultados de la Universidad de Santiago con la identidad del detenido pasó por pedir al Instituto Nacional de Estadística (INE) y al Ayuntamiento de Algete el padrón para saber el nombre de todos los varones que estaban empadronados en la localidad aquellos años y, concretamente, los de origen norteafricano.
El resultado ofreció 200 nombres de varones residentes en Algete entre 1995 y 1999 (ese fue el margen que establecieron los investigadores). Muchos de ellos ya no vivían allí y eso llevó a los agentes de Homicidios a recorrer diversas provincias de España en año y medio. Así hasta que hace unos días, a principios de septiembre, dieron con una persona que al hacerle la prueba de ADN dio positivo, aunque no al 100%. Era el hermano del presunto asesino.
Todas las pesquisas se centraron ya en esta persona y su círculo familiar. Una vez localizados a todos sus parientes por línea descendente paterna, y tras localizar a otro de los hermanos, las investigaciones se centraron en el varón residente en la localidad francesa de Pierrefontaine Les Varans, que había salido de España en el año 1999. Así consiguió la Guardia Civil dar por cerrado un caso 18 años después. "La Guardia Civil nunca olvida un caso", ha dicho el ministro del Interior, Jorge Fernández, en su felicitación a los investigadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario