El serbio Novak Djokovic, flamante número 1 del tenis mundial, se coronó ayer, con total justicia, como campeón por segunda vez del US Open, el último grande de la temporada. Nole, ganador de tres Grand Slams este año, y finalista en Roland Garros, esta firmando una de los mejores cursos de la historia del tenis.
En dos de estos títulos (Wimbledon y la final que se decidió anoche), un suizo de 34 años estuvo al otro lado de la red. En el año de Djokovic (e incluso mirando más atrás, desde Wimbledon 2014), un veterano helvético sigue en la brecha, demostrando un nivel, otrora, impensable. Si, Roger Federer volvió a perder anoche ante Novak, 6-4 5-7 6-4 6-4. Las últimas tres finales de Grand Slam entre ambos, han caído en las manos del número uno. Federer, actual número dos de la ATP, está demostrando que un tenista puede ser también campeón sin levantar el trofeo que tanto codicia. Está gritando al mundo que una leyenda no sólo es grande cuando esta en la cima, sino que pelea, con todo ganador, como si nunca hubiera estado en ella.
Con 34 años y sus cuatro niños, el talento de Basilea se ha vuelto a reinventar. Tras perder la final de Wimbledon ante Djokovic este pasado julio (7-6 6-7 6-4 6-3 para el de Belgrado), Federer decidió tomarse un parón de cinco semanas, saltándose el Masters 1000 de Canadá para llegar en las mejores condiciones posibles a Cincinnati (en donde se coronó campeón por séptima ocasión, derrotando a Murray y el propio Novak), y sobretodo al US Open, lugar en donde iría a la caza de su codiciado decimoctavo grande. Su esquema de juego ha dado una marcha más, aún más agresivo y voraz, Roger ha decidido que "volando por la pista" (como le dijo Feliciano López tras medirse a él en cuartos de final en Ohio), es la mejor forma de poder superar a los mejores tenistas del mundo. Con Djokovic en GS aún no es suficiente... pero si algo ha demostrado el campeón de 17 grandes, es su voracidad insaciable, así como un espíritu irreverente ante la adversidad. En 2013 parecía que era su final, y demostró que el error fue mayúsculo: tres finales de GS y dos semifinales desde entonces, amen de volver a ser top dos ATP, ganar tres M-1000, así como distintas finales, o en dos ocasiones Dubai y Halle, Brisbane... o llegar a la final de la Masters Cup, que no pudo jugar por lesión. Seguramente su gran objetivo actualmente en lo que resta de 2015.
Roger, el tenista que juega como los clásicos en el siglo XXI, bien entrado en la treintena sigue demostrando que, por encima de su calidad inmensa, de su talento único, de sus récords, de su leyenda... radica un espíritu indómito, un amor por su profesión irrefrenable y el cual, a pesar de los reveses encontrados, sigue lejos de bajar los brazos. Un jugador con el que se marcará un antes y un después entre millones de aficionados al deporte de la raqueta. El genio helvético un día colgará la raqueta, pero será entre los amantes del tenis en donde perdurará por siempre: se comentarán sus golpes, su movilidad perfecta, digna de la mejor compañía de ballet. Serán recordados sus partidos más brillantes y emotivos.
Formará parte del imaginario colectivo, generación tras generación: de abuelos a nietos, de tíos a sobrinos... Se hablará de un jugador único. La leyenda que nunca se rindió ante la adversidad, que subió la piedra hasta la cima, mientras tuvo un aliento de fuerza. Alcanzará, así, la inmortalidad. Será eternamente un grande, eternamente Federer.
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