lunes, 13 de julio de 2015

El corralito griego

Por Marcos Rivera

Se han pasado seis meses mareando la perdiz, haciendo demagogia barata, insultando a sus socios europeos, toreando al BCE y al FMI, jugando con fuego y convencidos de que la opulenta Union Europea claudicaría ante sus desatinadas demandas.

Y medio año después de haber llegado al poder, Alexis Tsipras y los de Syriza, tras ver como huían en masa los capitales, se desinflaba la economía, desertaban los turistas y crecía el gasto público, chocan contra el muro.
El primer ministro griego, anunció el pasado domingo 28 de junio de 2015 el cierre de los bancos y el establecimiento de un control de capitales para evitar las masivas salidas de dinero del país.

Apenas medio año después de llegar al poder, Syriza ya ha abocado a Grecia a un corralito. 

Todo empezó cuando Tsipras decidió levantarse de la mesa de negociaciones y convocar unilateralmente un referéndum aconsejando a los griegos que rechacen el acuerdo con la Troika. Lo hizo con el apoyo de su partido, el de los reaccionarios de Anel y el de los neonazis de Amanecer Dorado, todo un ejemplo de representación popular vamos.

El social-populista y sus socios parlamentarios no querían recortar el gasto (tampoco el militar, debido a la posición estrategia de Grecia en el mapa) ni subir impuestos. 

Querían, simplemente, seguir haciendo aquello que ha caracterizado a Grecia durante las últimas décadas: vivir de prestado para no pagar. Para ello, nada mejor que quemar los barcos adoptando una postura de fuerza: o nos dais lo que pedimos, o se terminan las negociaciones con el aval del pueblo soberano.

A la hora de la verdad, sin embargo, los ciudadanos griegos no se mostraron demasiado ilusionados con ese festín democrático del referéndum, ya que desde el anuncio de la medida, comenzaron a agolparse ante bancos, gasolineras y supermercados para hacer acopio de dinero y bienes básicos en previsión de un corralito que dejaría desabastecido el país. Además, la banca helena dependía del hilo del BCE: es Draghi quien, comprometiendo imprudentemente el dinero de todos los europeos, la estaba manteniendo con vida desde que en enero los griegos comenzaran a sacar su dinero del país para ponerlo a mejor recaudo, esto es, fuera de las garras populistas de Syriza.

Si el BCE se mantenía firme ante el órdago de Tsipras, se acababa el juego para el populismo syriziano. Pero Varoufakis, ese magnífico postureador que siempre ha estado susurrando a los oídos de Tsipras, estaba convencido de que las instituciones comunitarias terminarían cediendo: desde hace años viene repitiendo insistentemente que la UE no puede permitirse dejar caer a Grecia porque eso supondría el fin del euro. Pero esta vez, y al menos hasta el momento, parece que Varoufakis ha metido la pata hasta el fondo. A primera hora de aquel domingo negro, el BCE vio el órdago que le lanzaron desde Atenas: si bien no tenía intención de retirar el crédito concedido hasta la fecha a la banca griega, tampoco iba a seguir incrementándolo indefinidamente. Y eso, en una sociedad que sigue retirando masivamente su dinero de los bancos, equivale a dejarlos caer.

A mediodía, Varoufakis seguía en modo negación y, haciendo gala de esa transparencia democrática tan característica de la nueva política, prometía a sus ciudadanos que en ningún caso habría controles de capitales. Dicho y hecho: apenas unas horas después, Tsipras comparecía en televisión para anunciar un corralito que hasta entonces, los ahorros de los griegos permanecerán congelados en los bancos, no sea que más adelante el gobierno necesite confiscarlos para poder sufragar sus gastos unos meses más.

Otra de las consecuencias que ha provocado el corralito Griego es la ‘’dimisión’’ encubierta de Varoufakis, bajo el título 'Ministro no más' (Minister No More!), el hombre al que se le ha considerado el azote en las negociaciones con el Eurogrupo y la Troika ha decidido que lo mejor es marcharse después de que "fuera consciente" de que tras el referéndum, había cierta "preferencia" por parte de "algunos participantes del Eurogrupo", y "algunos otros", a que él no estuviera presente en las próximas reuniones que se celebrarán para lograr un acuerdo.

Algo con lo que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, está de acuerdo, según ha confirmado Varoufakis. "Por esta razón me voy del Ministerio". Aun así, Varoufakis se mantendrá dentro del equipo negociador del Gobierno heleno con sus acreedores, según ha confirmado Stavros Karagounis, asesor del primer ministro.

Pero, más allá de las consecuencias a medio plazo para Grecia y para España, sí deberíamos aprender ciertas lecciones básicas del desastre griego. Primero, no podemos gastar indefinidamente aquello que no tenemos: la acumulación indefinida de deuda no es sostenible, ni siquiera falseando las deudas (tal como hizo Nueva Democracia en colaboración con Goldman Sachs). Segundo, una vez se ha sobredimensionado el Estado hasta límites insostenibles, no se puede huir hacia adelante confiando en que desde fuera nos van a rescatar (tal como hizo el Pasok). Tercero, la neocasta no es la respuesta a los problemas generados por la casta: reclamar más gasto, más impuestos y más endeudamiento sólo contribuye a terminar de hundir el país y los ahorros de los ciudadanos (tal como ha hecho Syriza). Y cuarto, no hay que rescatar a gobiernos extranjeros manirrotos: si los dirigentes políticos no quieren cuadrar sus cuentas, debemos dejarles quebrar con su orgullo patriótico intacto (lo que no hizo la Troika en 2010 ni en 2012).

Los políticos griegos nos han dado importantes lecciones de qué camino no debemos seguir, como en 2001 ya nos las dieron los argentinos. No terminemos de convertir a España en Grecia, por mucho que la casta de Nueva Democracia y el Pasok sea un calco de PP y de PSOE y por mucho que la neocasta de Syriza sea la hermana gemela de Podemos.


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