Por Beatriz Camacho
Imagina que un día despiertas y, al abrir la boca, hablas como si hubieses vivido durante un tiempo en el extranjero. No es una locura, se trata de una condición neurológica muy extraña de la que constan muy pocos casos documentados en todo el mundo: el Síndrome del Acento Extranjero (SAE o FAS según las siglas inglesas: Foreign Accent Syndrome) o también llamado acento pseudoestranjero.
Esta enfermedad rara afecta a 40 personas en España y produce un cambio en el acento natural del paciente, haciendo que suene como si fuera de otro país. Por ejemplo, encontramos un caso de una señora de Castellón con acento francés. Alrededor del mundo se han diagnosticado casos en coreano (con acento japonés), holandés (con acento francés), noruego (con acento alemán) e inglés (con acento chino, ruso y británico), entre otros.
El síndrome del acento extranjero es un trastorno de origen neurológico, consecuencia de una lesión cerebral, que provoca que las personas hablen su lengua materna como la pronunciaría un extranjero. La mayor parte de los casos publicados son de personas monolingües, individuos sin posibilidad de “fuente” que explique su acento extranjero. Esto no significa que la persona pueda hablar dos idiomas, sino que afecta al discurso de tal modo que suena como de un país diferente o de otra región dentro de su propio país. Además, el acento adoptado no tiene por qué ser de otro idioma, puede estar dentro del mismo lenguaje. Por ejemplo, del inglés-americano al inglés-británico.
Fue descrito por primera vez por Pierre Marie en 1907 pero el caso más popular data de la Segunda Guerra Mundial: una noruega de 30 años, alcanzada por un fragmento de proyectil durante un bombardeo nazi, empezó a pronunciar su noruego con un fuerte acento alemán. La mujer no podía evitar esta alteración de su habla y le produjo innumerables problemas en su vida cotidiana al ser identificada como germana.
Cómo surge el síndrome del acento extranjero
A pesar de que al principio parece que la persona está fingiendo, FAS es una enfermedad real. Lo que ocurre es que los afectados por este síndrome han sufrido un daño en el área de broca, la zona del cerebro que controla el habla y la forma en que pronunciamos las palabras. En concreto, afecta a los sistemas motores de la producción del habla de origen neurológico, lo que provoca un acento extranjero al hablar en la lengua materna. El efecto es inevitable para la propia persona y, por su brusca aparición, suele acarrear problemas emocionales relacionados con la pérdida de identidad personal y del sentido de pertenencia a una comunidad.
El daño originado por una apoplejía suele ser la causa principal de aparición de este síndrome. También podría ocurrir tras un traumatismo en el cerebro como un golpe contundente en el cráneo, una hemorragia cerebral o una condición neurológica degenerativa como la esclerosis múltiple. También se relaciona con otras circunstancias como la afasia –trastorno de comunicación que puede afectar la capacidad para entender y expresar el lenguaje– o la apraxia –trastorno del habla que afecta la capacidad para producir sonidos, sílabas y palabras–.
No obstante, se diferencia de la afasia porque no se exhibe déficit de lenguaje expresivo o compresivo, ni distorsiones fonéticas. Al contrario, el habla es perfectamente clara y no se interpreta como patológica para los oyentes. Es más, quienes sufren este síndrome solo se enfrentan a situaciones propias de un hablante extranjero, no de un enfermo. En todo caso, el FAS se consideraría una afasia leve, ya que solo modifica la pronunciación de algunas letras, lo que a simple vista puede sonar como un acento.
Según científicos de la Universidad de Oxford (EEUU), la persona no adquiere el acento sino que se modifican los patrones del habla. El traumatismo en el cerebro puede cambiar la longitud de las sílabas, alterar el tono o hacernos pronunciar mal ciertos sonidos. Por tanto, lesiones corticales o subcorticales de pequeño tamaño pueden producir el síndrome. La mayoría de los casos conocidos corresponden a lesiones en el hemisferio izquierdo pero existen casos con lesiones en el hemisferio derecho, por lo que no se ha asociado con daños en una zona específica del cerebro.
Síntomas, diagnóstico y tratamiento
Al tratarse de una condición poco común es probable que la evaluación se lleve a cabo por un equipo formado por patólogo del habla-lenguaje, neurólogo, neuropsicólogo y psicólogo. Además de un examen físico, las pruebas que pueden practicarse son:
- Evaluación psicológica para descartar condiciones psiquiátricas.
- Valoración de habilidades del lenguaje. Ya sea mediante exámenes para valorar la lectura, escritura y comprensión del lenguaje, usando grabaciones para analizar los patrones del habla, examinando los músculos usados al hablar o empleando técnicas de neuroimagen como el Electroencefalograma (EEG), la Imagen de Resonancia Magnética o el Escáner PET, entre otras.
Los síntomas pueden durar meses o años. Las características principales del síndrome del acento extranjero son:
- Pérdida de la fluidez verbal. Se expresan con frases más cortas y simples. En algunos casos se observa un discreto agramatismo, es decir, un habla como de indio.
- Uso inadecuado de los rasgos suprasegmentales del lenguaje. Como el ritmo, el acento prosódico y la entonación. Por ejemplo, distorsión del ritmo y tono del habla, disminución del tiempo trascurrido entre sílaba y sílaba, reducción en la transición de palabras y cambios en la tonalidad de las frases.
- Cambios fonéticos-fonológicos y segmentarios del lenguaje. Se observa mayor afectación en la articulación de vocales que de consonantes, aunque también se perciben errores en la pronunciación de algunas consonantes. Al igual que se producen cambios en el tiempo de pronunciación de vocales como producir sonidos de vocales más largos y más bajos.
Investigadores españoles publicaron el análisis completo de una paciente que mostraba algunos rasgos propios del síndrome. Se examinó detalladamente su capacidad de comunicación y la producción lingüística, con especial atención a los rasgos fonéticos, al tiempo que realizaron diferentes pruebas médicas de diagnóstico. Entre varios síntomas, descubrieron una ralentización general en su habla, pérdida de habilidades prosódicas –sobre todo en contenido emocional–, dificultad para emitir la entonación correcta de una frase interrogativa y ciertos errores en las consonantes. Según el estudio, fue específicamente llamativa la producción de los sonidos entre sílabas de la 'b', la 'd' y la 'g'. Un hablante nativo español puede producir estos sonidos de forma suave o fuerte, mientras que la paciente, al igual que muchos hablantes extranjeros, tendía a la pronunciación fuerte, como si dividiera cada palabra sílaba a sílaba.
En cuanto al impacto social del síndrome, los afectados cuentan con un nivel muy reducido de interacción y participación social. Una consecuencia que los especialistas han alejado de causas psiquiátricas y que fundamentan sobre todo en la disminución de habilidades ligadas a la comunicación, como por ejemplo la iniciativa a la hora de comenzar la emisión verbal o de abrir una conversación, e incluso la capacidad de transmitir carga emocional y de su estado de animo a través del habla.
Existen casos de recuperación completa, mientras que en otros solo hay mejoras parciales. Las opciones de tratamiento incluyen:
- Terapia del habla. Por ejemplo, para aprender a mover mejor los labios y la mandíbula mientras hablas.
- Asesoría. Al ser un trastorno poco habitual, puede provocar que la persona se sienta aislada y avergonzada por su situación. La asesoría puede ayudar tanto al afectado como a su familia a lidiar mejor con esta condición.
En ciertos casos, como lesiones traumáticas, este síndrome puede solucionarse al bajar la presión sobre el cerebro, ya sea de forma quirúrgica o natural. Si el daño es más profundo, y quizá irreversible, el cerebro intenta remediar la imposibilidad de pronunciar en la forma que sabe, usando alternativas. Aquí es donde la terapia de lenguaje puede servir para reaprender a “hablar” como antes.
Lo ideal sería un tratamiento combinado: una terapia que junte la medicina con las técnicas lingüísticas que se vienen aplicando en estos casos hasta la fecha. Gracias, en parte, a la identificación precisa de las alteraciones cerebrales provocadas por la lesión cerebral y de las consecuencias cognitivas y lingüísticas.
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