Por Ramón Rey
El pasado 2 de Junio nos dejaba en Deerfield, Massachusetts, el bioquímico y Premio Nobel de Química Irwin Rose a la edad de 88 años.
Rose nació en Brooklyn el 16 de Julio de 1926 y creció en Spokane, en el estado de Washington. Allí se graduó en el Instituto Lewis and Clark y comenzó sus estudios en bioquímica en la Universidad del Estado de Washington, universidad pública a la que asistió entre 1943 y 1947, una etapa interrumpida al servir en la marina durante la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente obtendría su graduado en bioquímica en 1948 y el doctorado en 1952, ambos por la Universidad de Chicago. Fue durante su estancia en esta última institución cuando decidió involucrarse en el mundo de la investigación científica.
Entre 1954 y 1963 trabajó en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale antes de pasar al Fox Chase Cancer Center, una importante institución que forma parte del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos en la cual continuó con sus trabajos sobre la degradación de las proteínas hasta que se retiró en 1995.
El Doctor Rose fue elegido miembro de la Academia Nacional de Ciencias en 1979. En 1997 y ya retirado de su trabajo en la Fox Chase, aceptó un puesto como investigador emérito en la Universidad de California en Irvine, donde continuó sus investigaciones y de la que formaba parte cuando obtuvo el Premio Nobel en 2004.
Uno de sus principales méritos fue el hecho de hacerse preguntas novedosas y tratar de darles respuesta. Así, mientras la comunidad científica estaba centrada en la forma en que se creaban las proteínas, a Rose le interesaba lo contrario, el mecanismo por el cual eran destruidas.
Fueron precisamente sus avances en este campo los que le llevaron junto con sus compañeros Aaron Ciechanover y Avram Hershko a ser galardonado por la Real Academia Sueca de las Ciencias con el Premio Nobel de Química de 2004 por sus trabajos sobre la degradación de las proteínas mediante la ubiquitina, “uno de los procesos cíclicos más importantes de la célula” según afirmó el jurado.
Durante este proceso conocido como “el beso de la muerte”, las células, tanto vegetales como animales, marcan las proteínas viejas o dañadas por medio de otra proteína llamada ubiquitina (un polipéptido “ubicuo”, ya que se encuentra en la mayoría de los tejidos de los organismos eucariotas) que se une a ellas. Estas proteínas a eliminar son cortadas en trozos pequeños que serán reutilizados para formar otras nuevas.
La ubiquitina había sido descubierta en 1975 pero se desconocía su función hasta que fue desvelada por las investigaciones de Rose y sus compañeros. Cabe indicar que cada célula humana contiene unas 100.000 proteínas distintas, con funciones diversas como acelerar reacciones químicas o actuar como señales.
Este mecanismo es crucial ya que gobierna importantes procesos biológicos como la división celular, la reparación del ADN, el control de calidad de las de las nuevas proteínas producidas así como importantes partes del sistema inmunitario.
El entender este mecanismo ha ayudado a los investigadores a comprender y luchar contra enfermedades como la fibrosis quística, el párkinson y diversos tipos de cánceres que se desencadenan debido a defectos en el proceso de degradación, desarrollando así nuevos medicamentos.
Un ejemplo es el desarrollo del medicamento Velcade, aprobado en 2003 por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA). Este medicamento se usa para tratar el mieloma múltiple, un tipo de cáncer de la médula ósea, mediante la interrupción del mecanismo de degradación de las proteínas.
Como consecuencia la célula cancerígena, que continúa replicándose, colapsa y acaba muriendo debido al apilamiento de proteínas que no se degradan.
Esta solución ha mostrado también resultados favorables en el tratamiento de cáncer de mama así como en otras enfermedades no oncológicas como la ELA, un trastorno degenerativo. Además y todavía en fase de estudio, se piensa que las ubiquitinas podrían tener también algún rol en el alzhéimer, un campo de interés para Rose cuando estudiaba.
Sus colegas lo describen como una persona modesta y devota por su trabajo. Así, el día que fue anunciado como ganador del Premio Nobel, “se metió dos tubos de ensayo en el bolsillo de la camisa y de noche y en silencio se deslizó en un edificio del campus que alberga un poderoso espectrómetro de masas para analizar el contenido”, según declaró la Universidad de California. "Sit tibi terra levis"
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