jueves, 28 de mayo de 2015

Rajoy renovará la cúpula del PP para sofocar la crisis interna

Vía El Mundo

Entre el blanco y el negro siempre está el gris. Entre no hacer nada tras la victoria del PP en las elecciones del domingo y asistir al cuestionamiento público de su candidatura a la Presidencia del Gobierno había huecos y Mariano Rajoy decidió cubrirlos ayer. Dos días después de afirmar de manera tajante que no iba a tocar ni su gabinete ni el partido, porque "el problema" no estaba "en cambiar o dejar de cambiar", rectificó su pretensión inicial.
 

En los pasillos del Congreso el presidente se paró ante los periodistas para anunciar que "poco a poco" irá tomando las decisiones "más convenientes" para ir a las generales de final de año en la "mejor forma posible". Los cambios -dijo- "sean en el partido o en el Gobierno, se anuncian una vez que se han producido". Estas palabras fueron rápidamente interpretadas por los suyos como el preludio de un nuevo impulso político en Génova y en el Ejecutivo.
 
En las últimas 48 horas, su inmovilismo tras la debacle del 24-M provocó una ola de indignación interna que, según fuentes populares, había llegado a las bases de la formación. Las mismas fuentes señalan que Rajoy reaccionó después de ser consciente de que su actitud provocaba rechazo en sus propias filas.
 

Mariano Rajoy claudicó ayer ante un partido que se le empezaba a escapar de las manos. En el PP dan por hecho que en unas semanas, probablemente después de que el 13 de junio se constituyan los ayuntamientos y se conozca el mapa final de las comunidades, el presidente anunciará los ansiados cambios en el partido y en el Gobierno. Reclamados desde el descalabro de las europeas, hasta ayer Rajoy había hecho oídos sordos. Pero en dos días el PP había entrado en una crisis interna que amenazaba el liderazgo del presidente y, por fin, optó por actuar.
 
Fuentes populares aseguran que Rajoy decidió en las últimas horas dar este paso después de asistir al cuestionamiento de su pretensión de ser candidato, de comprobar la sensación de desánimo e indignación que recorría el partido y de observar cómo la organización se convertía en un auténtico carajal. Su propósito inicial era solventar la derrota con la rueda de prensa que el lunes pronunció en Génova. Pero reacciones como la de Juan Vicente Herrera y otros barones con lo que ha hablado, la sensación de descontrol provocada por los anuncios de marcha de algunos dirigentes que no repetirán como presidentes autonómicos y las portadas de los periódicos le han obligado a moverse para recuperar el mando absoluto del PP.
 
El presidente, según fuentes del partido, se ha sentido tan discutido como en los meses previos al congreso de Valencia, cuando un sector del PP puso en jaque su continuidad. Con un agravante más, que sus reacciones comienzan a no ser comprendidas por la militancia. El martes, en la Junta Directiva del PP valenciano, un alcalde calificó de "bochornosa" la comparecencia de Rajoy ante los medios de comunicación, tras el Comité Ejecutivo Nacional de balance de resultados. Otros cargos secundaron estas críticas. Incluso el presidente de la Diputación de Castellón, Javier Moliner, censuró que "Mariano Rajoy no haya hecho autocrítica porque es momento de ello y de aprender y reflexionar porque, quien no lo haga tiene una venda en los ojos". Todas estas reflexiones fueron aplaudidas.
 
En este preocupante panorama, el presidente ha aceptado la petición de robustecer la dirección del PP y el Gobierno. Su objetivo fundamental, según las fuentes consultadas, es reforzar la cúpula del partido. No tiene fácil hacerlo sobre todo porque María Dolores de Cospedal continúa al frente de la secretaría general del PP. Pero, la posible marcha del ministro de Educación, José Ignacio Wert, que ha pedido al presidente el puesto de embajador en la OCDE, podría abrirle algún hueco.
 
Aunque en el PP todo el mundo asume su desconocimiento sobre lo que pueda hacer Rajoy, la lógica de las especulaciones que se hacían ayer resumían en dos circunstancias las opciones de ajustes en Génova. O por sustitución o por adición. O Cospedal dimite por voluntad propia y se quita de en medio o Rajoy la hace ministra, en pago a los servicios prestados. La segunda opción es que todo se quede como está y el presidente se limite a reforzar la dirección con nuevos nombramientos. Éstas son las posibilidades que ayer se manejaban en el PP, desde la premisa de que el presidente hará efectivamente cambios pero ninguna revolución. Además, lo que suceda con Cospedal será siempre fruto de un pacto con Rajoy. Porque, aunque durante meses las críticas se han centralizado en ella, desde el domingo el verdadero destinatario de los reproches internos es el presidente del Gobierno.
Fuentes del PP apuntaron ayer nombres que se consideran imprescindibles para el futuro del partido. Uno es Pablo Casado, al que dirigentes tan destacados como José María Aznar y Juan Vicente Herrera apuntan como relevo generacional. Casado podría ser el elegido para una vicesecretaría ya que sigue pendiente de que deje la suya -Estudios y Programas-, Esteban González Pons, jefe de los eurodiputados populares en Bruselas.
 
Otro es el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, al que insistentemente sus propios compañeros aluden como una de las personas con más proyección del PP.
 
A Alonso se alude como recambio para cualquier puesto, tanto para la dirección -ya se ha especulado internamente con él como secretario general- como para ocupar nuevas responsabilidades en el Ejecutivo. Porque, aunque en el PP admiten que Rajoy suele actuar siempre por debajo de las expectativas que se crean respecto a sus decisiones, lo que realmente querrían muchos barones y otros cargos del PP es una remodelación profunda del Ejecutivo con ministros de "verdadero perfil político".
 
Unas de las reclamaciones más acuciantes, señalan fuentes del PP, es la figura de un portavoz del Gobierno que ejerza como tal y no comparezca sólo una vez a la semana como Soraya Sáez de Santamaría. Justo en los días en que Florentino Pérez decidió prescindir a Carlo Ancelotti, el PP busca a su propio Rafa Benítez.
 
No habrá ningún congreso antes de las generales

Mariano Rajoy cedió para rebajar la tensión interna con su anuncio de cambios en el Gobierno y en el partido pero, a la vez, reforzó el control de la organización.
 
Después de un martes insólito para la formación, en el que Juan Vicente Herrera abrió la puerta a no tomar posesión como candidato a la Junta de Castilla y León y José Ramón Bauzá y Esperanza Aguirre anunciaron la convocatoria de congresos extraordinarios, las aguas volvieron a su cauce.
Herrera no hará pública su decisión -todo apunta a que se marcha- hasta no dejar atado los pactos de gobernabilidad (ni el histórico feudo 'popular' consiguió el domingo el PP mayoría absoluta) y ni Bauzá ni Aguirre podrán celebrar cónclaves antes de las generales.
 
Fuentes de la dirección aseguraron ayer que no se autorizará ningún congreso extraordinario antes de las elecciones generales. Génova tiene la potestad de hacerlo porque necesita el aval del Comité Ejecutivo Nacional. La consigna sigue intacta a nivel orgánico: aguantar hasta las generales.

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