El valle de Katmandú, considerado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, es ahora un valle de escombros; la plaza Durbar, la Torre Dharahara o el Templo de los Monos forman ya parte del recuerdo. El terremoto que el pasado sábado asoló Nepal y ha dejado más de 3.000 muertos, ha alcanzado también al patrimonio cultural del país, reducido en muchos casos a ruinas.

Pequeñas aldeas, torres y palacios llenaban de magia y color cada uno de sus rincones, ahora ocupados por montañas de polvo y escombros. Las primeras informaciones apuntan que cuatro de los siete monumentos señalados por la Unesco han quedado seriamente dañados.

Entre ellos, la Torre de Dharahara. Levantada en 1832 y reconstruida en 1934, tras otro movimiento de tierra, el monumento acogía un santuario hindú dedicado al dios Shiva y cada fin de semana recibía a decenas de turistas y familias nepalíes que disfrutaban de sus vistas después de subir sus 200 escalones.
Cerca de la torre, la plaza Durbar ofrece el mismo espectáculo desolador. Levantada entre los siglos XII y XVII, este enclave supone un símbolo para el hinduismo, el budismo y el tantrismo, cuyos edificios ahora apenas se intuyen y han transmutado en torres de ladrillos y vigas.
El templo de Vatsala Durga, famoso por su impresionante campana y sus paredes de piedra, ha sido demolido por el seísmo. También ha resultado dañado el complejo budista de Swayambhunath, creado en el siglo V y conocido como el Templo de los Monos.
La información del impacto cultural del terremoto en Nepal apenas empieza a intuirse. Los testimonios en redes sociales como Twitter lamentan la pérdida de siglos de Historia y de una herencia cultural que afronta un largo periodo de reconstrucción.
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