El valle de Katmandú, considerado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, es ahora un valle de escombros; la plaza Durbar, la Torre Dharahara o el Templo de los Monos forman ya parte del recuerdo. El terremoto que el pasado sábado asoló Nepal y ha dejado más de 3.000 muertos, ha alcanzado también al patrimonio cultural del país, reducido en muchos casos a ruinas.
Cientos de pequeñas aldeas se aglutinan en el interior del complejo, custodiado por Himalayas. Considerado un sitio mágico, las antiguas civilizaciones asiáticas confluyen en las ciudades de Katmandú, Patan y Bhaktapur.
Pequeñas aldeas, torres y palacios llenaban de magia y color cada uno de sus rincones, ahora ocupados por montañas de polvo y escombros. Las primeras informaciones apuntan que cuatro de los siete monumentos señalados por la Unesco han quedado seriamente dañados.
En Bhaktapur, una de las ciudades antiguas mejor preservadas del país, se cree que la mitad de las casas han sido destruidas, así como el 80% de los templos, según recoge la BBC.
Entre ellos, la Torre de Dharahara. Levantada en 1832 y reconstruida en 1934, tras otro movimiento de tierra, el monumento acogía un santuario hindú dedicado al dios Shiva y cada fin de semana recibía a decenas de turistas y familias nepalíes que disfrutaban de sus vistas después de subir sus 200 escalones.
Cerca de la torre, la plaza Durbar ofrece el mismo espectáculo desolador. Levantada entre los siglos XII y XVII, este enclave supone un símbolo para el hinduismo, el budismo y el tantrismo, cuyos edificios ahora apenas se intuyen y han transmutado en torres de ladrillos y vigas.
El templo de Vatsala Durga, famoso por su impresionante campana y sus paredes de piedra, ha sido demolido por el seísmo. También ha resultado dañado el complejo budista de Swayambhunath, creado en el siglo V y conocido como el Templo de los Monos.
La información del impacto cultural del terremoto en Nepal apenas empieza a intuirse. Los testimonios en redes sociales como Twitter lamentan la pérdida de siglos de Historia y de una herencia cultural que afronta un largo periodo de reconstrucción.
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