Vía El Mundo
El escándalo de la colaboración entre los servicios secretos alemanes con los estadounidenses va cogiendo fuerza hasta convertirse en una seria amenaza para el Gobierno de Angela Merkel. La revelación de que los estadounidenses se valieron de las instalaciones del BND –los servicios secretos alemanes para el exterior- para espiar lugares tan emblemáticos como el Palacio del Elíseo (sede de la presidencia de la República francesa), el ministerio de Asuntos Exteriores francés, o la Comisión Europea apunta al corazón de las relaciones de Alemania con sus socios europeos.
La información publicada el jueves por el diario Süddeutsche Zeitungy las cadenas de televisión NDR y WDR ha sacudido los cimientos de la política berlinesa. Ya no se trata solo de que los espías alemanes dieran información a sus colegas americanos sobre empresas, o la sospecha cada vez más fundada de que el ministro del Interior, el democristiano Thomas de Maizière, mintió al Parlamento. Las acusaciones son ahora aún más graves.
“Espiar a los amigos es inaceptable”, dijo categórica Merkel al presidente Barack Obama en octubre de 2013, en el punto álgido del escándalo por las escuchas estadounidenses, que no habían respetado ni el mismísimo móvil de la canciller. Pero estas palabras pueden volverse ahora en contra de la líder alemana. Porque, según el Süddeutsche Zeitung, el espionaje a empresas se habría hecho tan solo con carácter excepcional. “El objetivo primordial era el espionaje político a nuestros vecinos europeos y a las instituciones de la UE”, señala el periódico, que cita fuentes de la cancillería y del BND.
La tanda de revelaciones que comenzó la semana pasada deja a Merkel y a su partido democristiano en una situación muy delicada. Las críticas de la oposición van desde los izquierdistas de Die Linke, que acusan al Ejecutivo de “traición a la patria” hasta los liberales, que exigen a Merkel que se disculpe ante los líderes europeos. También en el seno del Gobierno de gran coalición se empieza a oír el malestar. Su número dos y líder de los socialdemócratas, Sigmar Gabriel, pidió explicaciones por unos hechos que tildó de “escandalosos”.
Pero Merkel y sus portavoces permanecen por ahora callados. Desde que la semana pasada admitieran que el BND padecía “déficit técnicos y organizativos” que era preciso “subsanar”, se niegan a explicar qué consecuencias políticas tendrá este escándalo. Un portavoz gubernamental aseguró a este periódico que no puede pronunciarse sobre actividades que actualmente están bajo investigación parlamentaria. También rechaza las acusaciones de que el Gobierno hubiera mentido al Parlamento cuando el ministro del Interior aseguró el pasado 14 de abril que no tenía conocimiento de actividades de espionaje económico por parte de EE UU.
Mientras, la oposición reclama la dimisión del presidente de los servicios secretos, Gerhard Schindel. Pero incluso aunque Merkel ofreciera su cabeza, es poco probable que se conformaran con ello.
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