Por Beatriz Camacho
¿Alguna vez has escuchado eso de Ana y Mia? Son los diminutivos usados para presentar la Anorexia (Ana) y la Bulimia (Mia) como si fueran dos amigas, dos “estilos de vida”, en lugar de enfermedades mentales. Esta apología ha provocado que aumenten los casos de forma alarmante y en 2014 se ha producido un nuevo pico con un récord histórico de pacientes.
Según la opinión de varios expertos, este máximo histórico podría deberse, en buena parte, al uso inadecuado de las redes sociales. Al igual que a la existencia de muchas páginas web a favor de Ana y Mia donde encuentras contenidos que van desde compartir “trucos” para ocultar la enfermedad hasta “ánimos” para perder peso, o a los estereotipos de belleza que continúan tan presentes en nuestra sociedad.
Esto tiene que parar. Los trastornos de la conducta alimentaria no se pueden tomar a broma porque son muy peligrosos para nuestra salud y pueden ser mortales. La anorexia y la bulimia, así como los cuadros afines, se han convertido en un importante problema sanitario con graves secuelas físicas, sociales y psicológicas. Estos trastornos no solo afectan al enfermo, sino también a su familia y al entorno más próximo. Tener una buena información y una detección precoz son puntos clave para abordar con éxito estas patologías.
En los últimos 30 años la incidencia parece haber aumentado tanto en Estados Unidos como en Europa Occidental. Además, son los cuadros clínicos más letales entre los trastornos psiquiátricos y componen la tercera causa de enfermedad crónica en niños y adolescentes. La prevalencia media es de 1/100.000 en población general y de 1 por 200 en adolescentes occidentales. Afecta más a las edades comprendidas entre los 12 y los 25 años; siendo los momentos de mayor riesgo de los 14 a los 18 años, ya que en el 80% de los casos se inicia en la adolescencia.
A pesar de que 9 de cada 10 casos son mujeres, estos trastornos afectan a ambos sexos y entre el 3 y el 10% de los pacientes con anorexia son varones (en bulimia es del 2 al 20%). En los países europeos se aceptaría una prevalencia cercana al 1% para la anorexia nerviosa y del 2-3% para la bulimia nerviosa, ambas en mujeres jóvenes. La magnitud del problema es evidente, pues afecta, en mayor o menor medida, al menos a una de cada diez chicas adolescentes.
Qué son los trastornos de la conducta alimentaria
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades mentales complejas que se originan con la interacción de factores biológicos, emocionales, psicológicos, interpersonales, familiares y socioculturales presentes por largo tiempo. Provocan consecuencias negativas para la salud física y mental de la persona y se caracterizan por problemas de conducta frente a la ingesta alimentaria y el control de peso. Básicamente, la persona come en exceso o no come lo suficiente para mantenerse sana y saludable. Los trastornos más conocidos son:
- Anorexia Nerviosa. La persona adelgaza demasiado y no come lo suficiente porque se siente gorda.
- Bulimia Nerviosa. La persona come demasiado y es seguido de frecuentes purgas como vómitos autoprovocados o uso excesivo de laxantes.
- Trastorno por atracón. Compulsión para comer que consiste en comer sin control.
- Ortorexia. Obsesión por la comida sana.
- Vigorexia. Obsesión por el ejercicio físico.
Con frecuencia se presentan junto a otros trastornos psicológicos como depresión mayor, trastornos de personalidad, trastornos de ansiedad (sobre todo TOC o fobia social) y abuso de sustancias. Además, pueden causar problemas en el corazón, en los riñones e incluso la muerte. Por eso es tan importante obtener ayuda a tiempo.
En un TCA la persona intenta establecer una identidad personal vinculada a la apariencia estética corporal esperando obtener una mayor seguridad. Persigue la delgadez extrema y la victoria de batallas en las que tiene más dificultades (trabajo, estudio, relaciones sociales y familiares, problemas diarios, dificultades y frustraciones emocionales, entre otras). El resultado es que toda su vida gira en torno al control alimentario. Cuando eso empieza a suceder se puede hablar de la aparición de un TCA.
Estas personas usan la comida y el control de la misma para intentar compensar los sentimientos y las emociones que de otra manera les son insoportables. Para algunos, la dieta, los atracones y la purgación pueden empezar como una manera de lidiar con las emociones dolorosas y para sentirse en control de su vida personal, pero al final estas conductas dañan la salud física y emocional, la autoestima y la sensación de competitividad y control de la persona.
Por qué aparecen los TCA
Los TCA son muy complejos y detrás de su aparición no encontramos una única explicación. Pueden iniciarse con preocupaciones por la comida y el peso, pero son mucho más que eso. Todo depende de la vulnerabilidad de la persona para sufrir el trastorno, las situaciones de estrés (separación, embarazo…) que inducen a su aparición y los factores que lo mantienen. Estos factores pueden ser:
Los TCA son muy complejos y detrás de su aparición no encontramos una única explicación. Pueden iniciarse con preocupaciones por la comida y el peso, pero son mucho más que eso. Todo depende de la vulnerabilidad de la persona para sufrir el trastorno, las situaciones de estrés (separación, embarazo…) que inducen a su aparición y los factores que lo mantienen. Estos factores pueden ser:
- Psicológicos: baja autoestima, imagen corporal negativa, depresión, ansiedad, enojo, soledad, autoexigencia muy elevada, perfeccionismo obsesivo, necesidad de control y rigidez cognitiva.
- Interpersonales: experiencias vitales estresantes, relaciones problemáticas, ambiente familiar desestructurado o sobreprotector y dificultad para expresar sentimientos y emociones.
- Sociales: presiones culturales que ensalzan una delgadez excesiva y dan valor a tener un “cuerpo perfecto”, definiciones muy concretas de belleza que solo incluyen mujeres y hombres con ciertos pesos y figuras y normas culturales que valorizan a la gente en base a su apariencia física y no a sus cualidades y virtudes internas. Críticas y burla relacionadas con el físico, determinados deportes o profesiones (danza, competiciones por categorías de peso, mundo de la moda, espectáculo, televisión/cine…), el sistema de talla actual y las páginas web pro Ana y Mia.
- Biológicos: todavía se investiga pero los neurotransmisores que controlan el hambre, el apetito y la digestión se hallan desbalanceados y, además, estos trastornos suelen presentarse en familias.
La adolescencia también se considera como un factor de riesgo porque durante esta etapa la personalidad, autoestima y rol social de la persona están en pleno desarrollo, lo que la hace más vulnerable ante un entorno social en el que la presión por la imagen es excesivamente elevada. Al igual que ser mujer también implica mayor riesgo de padecer un TCA.
Anorexia Nerviosa
La Anorexia Nerviosa (AN) es un trastorno mental basado en un perfeccionismo extremo que se manifiesta y centra alrededor de la ingesta de alimentos y la imagen corporal. Se caracteriza por un índice de masa corporal inferior a 17,5 y por una preocupación obsesiva sobre la comida y el control del peso y un miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, incluso estando por debajo del peso normal. Rechazan mantener el peso corporal mínimo normal según la edad, la altura y la talla y tienen alterada la percepción del peso o la silueta corporales. En mujeres causa la pérdida de la menstruación (amenorrea). Hay dos tipos:
- Restrictiva. No recurre a atracones o purgas, sino que desarrolla estrategias conductuales dirigidas a restringir alimentos.
- Purgativa. Se provoca regularmente el vómito o usa excesivamente laxantes, diuréticos o enemas para conseguir la reducción de peso.
Por tanto, ¿cuáles son sus principales rasgos y consecuencias?
- Obsesión por mantener una extrema delgadez y afirmar que se está gordo aunque se esté delgado.
- Rechazo y reducción de consumo de alimentos (especialmente los que contienen más grasa o calorías).
- Consumo de diuréticos y laxantes.
- Hiperactividad y aumento de ejercicio físico desmesurado.
- Perfeccionismo extremo en todos los ámbitos de su vida.
- Miedo al rechazo por parte de los demás.
- Falta de autoestima y asertividad.
- Hipersensibilidad hacia el sufrimiento ajeno y hacia los ambientes hostiles con tendencia a culpabilizarse por los mismos.
- Dependencia afectiva en el entorno familiar.
- Amenorrea (en mujeres).
- Frío en manos y/o pies.
- Caída del cabello.
- Trastorno del sueño.
- Aislamiento social y familiar ante la falta de comprensión del trastorno. Se vuelven cada vez más introvertidas y más aisladas.
- Irritabilidad, agresividad, tristeza.
- Relaciones conflictivas.
- Alteraciones hormonales, óseas, digestivas..., etc.
Sufrir este trastorno tiene un gran impacto negativo en la vida familiar, social, laboral, académica y emocional. Al inicio es posible que no se observen excesivos problemas. Incluso puede que los afectados se sientan satisfechos con la pérdida de peso, recompensados por su entorno. Pero al cabo de un tiempo aparecen los síntomas que indican que algo no funciona. Hay que estar alerta, ya que si se diagnostica y se trata precozmente la recuperación es más fácil y rápida.
Bulimia Nerviosa
La Bulimia Nerviosa (BN) se basa en el miedo a engordar. Se caracteriza por una preocupación continua por la comida, con deseos irresistibles de comer, que acaba con atracones recurrentes. Un atracón es la ingesta de una cantidad de alimento superior a la normal en un corto espacio de tiempo y la sensación de perder de control sobre la ingesta del mismo. Por ejemplo, sientes que no puedes parar de comer o de controlar el tipo o la cantidad de comida que ingieres.
La persona expresa un importante malestar después del atracón, aunque la necesidad de realizarlo es imperiosa, y lleva a cabo conductas compensatorias inapropiadas, de forma repetida, con el fin de no ganar peso, como son provocación del vómito, uso excesivo de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos, ayuno y ejercicio excesivo. Esto lleva a una autoevaluación exageradamente influenciada por el peso y la silueta corporales. Presenta siempre un fuerte deseo obsesivo a perder peso y muchos casos provienen de una anorexia mal cuidada. Existen dos tipos:
- Purgativo. Se provoca regularmente el vómito o usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso.
- No purgativo. Emplea otras conductas compensatorias inapropiadas, como el ayuno o el ejercicio intenso, pero no recurre regularmente a provocarse el vómito ni usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso.
El temor a engordar y la falta de autocontrol sobre la alimentación, hace que los sentimientos y pensamientos determinen un estado anímico y mental que acaba en procesos depresivos. Por tanto, los principales rasgos y consecuencias de la bulimia son:
- Pérdida de control sobre la ingesta con periodos de ayuno prolongados para compensar los atracones.
- Dificultad en relaciones sociales con ausencia de capacidad para establecer relaciones profundas y/o presentando relaciones de dependencia patológicas.
- Rasgos obsesivos acerca de la imagen corporal y la perfección en muchos ámbitos de su vida pero con tendencia a la frustración por el fracaso inmediato y a realizar actos compulsivos compensatorios: compras, promiscuidad, atracones de comida, etc.
- Cambios frecuentes de humor.
- Periodos depresivos.
- Alteraciones digestivas.
- Irregularidades menstruales.
- Fuerte sentimiento de culpabilidad.
- Alteraciones hormonales, óseas, etc.
Tratamiento en los TCA
Los trastornos de la conducta alimentaria se han convertido en un problema de salud de primer orden. Son enfermedades graves que se pueden curar con un tratamiento de abordaje multidisciplinar formado por psicólogo, psiquiatra, endocrino-nutricionista y, en algunos casos, ginecólogo. Se trata de tratamientos largos y complejos que incluyen supervisión, terapia psicológica, asesoramiento nutricional y, algunas veces, medicinas.
El tratamiento más eficaz para la anorexia es el cognitivo-conductual. Solo se aplican fármacos si hay patologías añadidas como depresión. Una parte muy importante del tratamiento conlleva adquirir conductas de alimentación adecuadas. En cuanto a la bulimia, el mejor tratamiento es la farmacoterapia y la psicoterapia, dentro de un programa de modificación de la conducta. La psicoterapia puede ser individual o grupal y pretende ayudarles a percibir las situaciones de forma positiva, sin estar condicionada por su físico. También es fundamental seguir unas normas y pautas sobre la alimentación y los hábitos alimenticios, enseñarles cómo alimentarse. El tratamiento farmacológico más efectivo es el de antidepresivos porque reduce la frecuencia de los atracones y los vómitos y mejora la depresión, si es que hay, en el paciente.
La colaboración de la familia es indispensable. Comprender estas enfermedades siempre es un camino largo y doloroso. Un rasgo habitual de estos pacientes es la falta de conciencia de enfermedad: no son capaces de identificar las consecuencias negativas del trastorno, ni la necesidad de hacer tratamiento, lo que dificulta su adherencia. Por eso el papel de la familia es especialmente importante para intentar que la persona reciba el tratamiento que necesita aunque no colabore.
En el caso de la anorexia nerviosa el primer paso es la valoración física y nutricional. No se podrá llevar adelante un abordaje psicoterapéutico adecuado sin una estabilización nutricional correcta, lo cual pasa por una fase de renutrición. En esta situación, la psicoterapia consistirá en un apoyo a la renutrición, y solo después se abordarán los aspectos psicoterapéuticos para convertirse en el eje de la recuperación. En el caso de la bulimia nerviosa se valorará el nivel de descontrol e impulsividad, pero los aspectos psicológicos se podrán abordar desde el primer momento.
El objetivo prioritario de la intervención es el logro de la autonomía del paciente. Para adquirirlo, aparte de de las intervenciones terapéuticas individuales y grupales, es muy importante la intervención familiar y psicoeducativa. La superación del trastorno no se limita a mejorar el estado físico y el peso, ni tan siquiera los hábitos alimentarios alterados por la enfermedad. También deben incluirse y trabajarse los aspectos motivacionales vinculados con la conciencia de enfermedad y la actitud del individuo ante su tratamiento, así como la adherencia al mismo.
Signos de alarma: cómo detectar, prevenir y actuar ante un TCA
Como estos trastornos surgen sobre todo en adolescentes, la familia juega un papel fundamental y es el principal agente preventivo. Aparte de “vigilar” los comportamientos del menor con la comida, hay que dar importancia a los aspectos de su vida que puedan resultarle más complejos. Es importante para su autoestima prestar atención a sus preocupaciones porque así le demuestras que te importa lo que le inquieta.
Como estos trastornos surgen sobre todo en adolescentes, la familia juega un papel fundamental y es el principal agente preventivo. Aparte de “vigilar” los comportamientos del menor con la comida, hay que dar importancia a los aspectos de su vida que puedan resultarle más complejos. Es importante para su autoestima prestar atención a sus preocupaciones porque así le demuestras que te importa lo que le inquieta.
Las conductas de riesgo son esas que, si se realizan con cierta regularidad, pueden propiciar la aparición de estos trastornos de la alimentación. La detección temprana, bien sea en el entorno familiar, en la escuela o dentro del grupo de amigos, es fundamental para una exitosa intervención y la resolución del problema alimentario. Es preciso saber si realmente se está desarrollando un TCA y, en caso afirmativo, cómo comunicarlo a la persona afectada y cómo intervenir.
No se tratan de criterios diagnósticos y, por tanto, no confirman la enfermedad. Pero son señales que pueden informarte sobre la presencia de la enfermedad, y es recomendable que ante estos signos se consulte con un equipo de profesionales. Si observas algunos de estos comportamientos en algún familiar o compañero no dudes en advertirle del riesgo de sufrir anorexia o bulimia:
- Uso injustificado de dietas restrictivas, reducción de la cantidad de comida y/o evitación prolongada de ciertos alimentos.
- Saltarse comidas o hacer ayunos o dietas muy rigurosas para compensar excesos de comidas anteriores.
- Abuso de diuréticos y laxantes.
- Realizar mucho ejercicio físico en solitario de forma compulsiva para adelgazar.
- Provocarse vómitos que no reconoce.
- Atiborrarse o comer descontroladamente, incluso durante periodos de dos horas.
- Preocupación excesiva por el propio peso, el cuerpo o la figura. Considerar que el aspecto físico tiene mucho valor como medio para conseguir el éxito en cualquier área de la vida. Preocuparse en exceso cuando otras personas le hacen algún comentario sobre su aspecto físico. Necesidad de recibir la aprobación de los demás.
- Interesarse en exceso por los temas de nutrición, recetas y temas de cocina.
- Pérdida de peso en un periodo breve.
- Pérdida o irregularidades en la menstruación.
- Obsesión por pesarse con frecuencia.
- Palidez, caída de cabello, sensación de frío, dedos azules, inflamación de las parótidas, pequeñas rupturas vasculares bajo los ojos, fatiga, debilidad, mareos e irritación crónica de la garganta y/o pérdida de los dientes provocados por la autoinducción repetida de vómitos.
- "Signo de Russell": callosidad en el dorso de la mano producida por la erosión dentaria debida a los vómitos continuos.
- Sentimientos depresivos, inseguridad, irritabilidad, agresividad, manipulación, ansiedad y cambios de humor fácilmente detectables.
- Dificultades de concentración y disminución del rendimiento.
- Aislamiento social y distanciamiento de los amigos y familiares.
- Ir al lavabo al final de las comidas con excesiva frecuencia.
- Desaparición de comida de la despensa.
- Hacer comentarios frecuentes sobre el peso, las tallas, el aspecto físico y la alimentación.
- Engañar a los demás sobre su alimentación y conductas de purga.
- Nerviosismo a las horas de comer o evitación de comidas donde puedan controlarle con justificaciones varias y coartadas más o menos creíbles.
Para un buen pronóstico es esencial descubrir los TCA a tiempo. Mirar para otro lado y preferir pensar que “todo va bien” o que “son cosas de la adolescencia” solo dificulta las cosas. La situación no es pasajera ni acabará sola. Tampoco hay que centrarse en buscar culpables sino en encontrar la solución y la curación.
Entonces, ¿qué haces si sospechas que padece un TCA? Lo esencial es ser honesto, directo y comprensivo. Tienes que sentarte tranquilamente y explicarle exactamente lo que notas sin ahorrarte detalles. Dile que realmente estás preocupado por lo que sucede, que te importa y quieres ayudarle. Pero no le acuses, condenes ni le hagas confesar nada.
Es importante sugerirle ayuda profesional y puedes ofrecerte a acompañarlo. Si niega el problema o se resiste a que le ayudes, puede que no esté preparado para admitirlo pero no guardes silencio como si no pasara nada. No puedes obligarle a buscar ayuda pero sí que puedes hablarle sobre lo que ves y lo que te preocupa y enseñarle donde podría ir o llamar para solicitar información. Reafírmale que estás dispuesto a hablar de ello cuando quiera o cuando lo considere oportuno.
También es fundamental no pelear por el tema de la comida o el peso. Los amigos, compañeros y familiares tienden a implicarse demasiado en los problemas del afectado a pesar de que al intentar controlar a la persona, ésta siempre ganará. Manipular con sobornos, recompensas, castigos o culpabilidad no funciona. La clave está en hacerle sentir tu apoyo. No cometas el error de intentar cambiar su comportamiento porque solo la propia persona puede hacerlo. Si te implicas en exceso, puedes enfadarte, frustrarte y acabar quemándote.
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