Vía El País
Andreas Lubitz amaba su trabajo. Sus compañeros del club aéreo LSC Westerwald recuerdan un joven, quizás algo tímido, pero completamente normal y con amigos que disfrutaba de volar como de ninguna otra cosa. “Él cumplió su sueño e hizo de su hobby su profesión”, señalaba emocionado el jueves el presidente del club, Klaus Radke. “Volar era su pasión”, añadía este viernes Dieter Wagner en el mismo escenario. Pero esa pasión chocaba con los problemas médicos que amenazaban su futuro laboral.
La Fiscalía de Düsseldorf confirmó este viernes las sospechas de que el copiloto de Germanwings estaba bajo tratamiento. Y aportó, además, un dato fundamental: el médico le había firmado una baja por enfermedad. Lubitz no podía haber trabajado ese 24 de marzo en el que estaba programado el vuelo 4U 9525 de Barcelona a Düsseldorf. Pero el hombre, de 27 años de edad, no siguió los consejos médicos, rompió en pedazos la baja y se subió a la cabina del Airbus ocultando a su compañía aérea esta circunstancia. El resultado, según afirmó el jueves el fiscal francés Brice Robin en Marsella, es que Lubitz activó el descenso del aparato “con voluntad de destruir el avión”. Causó así su muerte y la de otras 149 personas.
El comunicado hecho público por la fiscalía no especifica que esta baja médica se debiera a problemas mentales, pero medios alemanes como Der Spiegel citan fuentes cercanas a la investigación que han encontrado claros indicios de que el copiloto padecía “una enfermedad psiquiátrica”. El Rheinische Post va más allá y habla de “burnout (estrés ocupacional crónico) o depresión”. Este periódico alemán informa, además, en su edición del sábado de que las bajas encontradas en la vivienda de Lubitz en Düsseldorf procedían de dos facultativos distintos y que el piloto había buscado la opinión de más médicos. Como si hubiera sido incapaz de aceptar que tuviera que renunciar a su sueño de volar.
Esta no sería la primera vez que la salud se convertía en un obstáculo en su vida laboral. Lubitz había tenido que interrumpir su actividad como piloto ya cuando estaba en su periodo de formación. El primer caso sucedió hace seis años, cuando Lubitz estuvo bajo tratamiento por “un episodio de depresión severa” durante seis meses, según la información del Bild. Fue por ese motivo por el que interrumpió su periodo de aprendizaje en la escuela de pilotos de Lufthansa en la ciudad estadounidense de Phoenix.
El informe de Lufthansa sobre él incluía además las siglas SIC, que significan que requiere un examen médico especial de forma regular. Fuentes de la Oficina Federal de Aviación alemana explican que estas siglas tan solo informan de que alguien requiere algún tipo de tratamiento, que incluye un amplio abanico de posibilidades, desde una depresión hasta dolencias tan comunes como una alergia o una fractura en la pierna.
Una de las piezas clave que faltaba en el rompecabezas en el que se ha convertido este caso la aportó el piso que tenía en Düsseldorf. El registro efectuado el jueves no dio ni con una carta de despedida ni mucho menos con material político o religioso que pudiera sugerir un móvil terrorista. Los policías sí hallaron en cambio las pruebas de la dolencia de Lubitz.
Las investigaciones continuaban este viernes con un nuevo registro de la casa familiar en Montabaur. Los agentes entraron por la tarde acompañados de una persona que iba cubierta y salieron con una caja azul. La aerolínea para la que trabajaba, Germanwings, informó de que en ningún momento recibió un parte de baja que impidiese trabajar al copiloto.
Fuentes médicas explican que en Alemania cuando un facultativo concede la baja a un trabajador le entrega dos volantes: uno para el seguro médico —aparece el motivo de la baja— y otro para la empresa donde trabaja —sin especificar la enfermedad—. Así se entendería que Germanwings no conociera los problemas psiquiátricos del copiloto, como sugiere la Fiscalía en su escrito. “Nos hace suponer que el fallecido habría ocultado su enfermedad a la empresa que le emplea y a su entorno laboral”, sostiene la Fiscalía de Düsseldorf.
“Si un copiloto o un piloto visita a un médico, por las razones que sean, y recibe un certificado médico donde se señala que está enfermo, partimos del hecho de que la compañía será informada”, afirmó un portavoz de Lufthansa, según informa Enrique Müller. “Si él no lo hace, tampoco podemos saberlo, ya que el médico no está obligado a informarnos”, añade.
Las últimas revelaciones sirven a los vecinos de Montabaur para confirmar sus peores expectativas. Un día después de que todas las informaciones apunten a Lubitz como el único responsable de la muerte de las 149 personas que viajaban con él en el avión, muchos en esa población siguen mostrando su desconcierto. “Era un tipo estupendo, como toda su familia. Lo conocía a él desde hace años y nunca vi nada raro”, decía este viernes una vecina del barrio donde viven sus padres.
Medios alemanes informaron de un posible tratamiento a Andreas Lubitz en el Hospital Clínico Universitario de Düsseldorf. Según un comunicado del centro médico, el copiloto se presentó a una consulta el pasado febrero y también el 10 de marzo para una “clarificación” de un diagnóstico. El hospital subrayó que las informaciones que apuntan a que fue tratado de una depresión no se ajustan a la realidad. El hospital, que no dará detalles sobre la dolencia o el tratamiento de Lubitz por el “secreto médico”, ha remitido la información a la Fiscalía de Düsseldorf.
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