Ha sido todo un ‘Yo acuso’ de un periodista distinguido del
establishment británico que ayuda a entender muchas cosas de la
decadencia imparable de las grandes instituciones del periodismo (es
decir, los periódicos) de Europa. El periodista es Peter Oborne y el
diario, el Daily Telegraph. Después de cinco años de ser el principal
“corresponsal político” del Telegraph (un puesto más importante de lo
que indica el nombre), Oborne ha presentado su dimisión y la ha
justificado con una larga carta, que se puede leer íntegra aquí.
El periodista describe una situación de decadencia agravada en el
último año con constantes despidos y reducción de la calidad en
secciones fundamentales. Es una espiral viciosa muy habitual en las
redacciones. Al descenso de ingresos en ventas y publicidad le suceden
recortes de gasto que hacen que el producto sea peor, lo que contribuye a
un mayor descenso de ingresos. O quizá esto último sea inevitable, pero
en cualquier caso hay pocos modelos de negocio que garanticen un
aumento de ingresos si el capital humano del que sale el producto es de
menor calidad.
Pero lo que ha desencadenado la decisión de Oborne ha sido la
influencia de uno de los grandes anunciantes del periódico, el banco
HSBC, en decisiones editoriales. En una tendencia que no nos puede
sorprender en España, noticias importantes han sido sepultadas o
ignoradas porque podían perjudicar a los intereses del banco.
“Al hundimiento de la calidad le ha acompañado un hecho aún más
siniestro. Siempre ha sido un axioma en el periodismo británico de
calidad que el departamento de publicidad y el editorial (la redacción)
se hayan mantenido rigurosamente separados. Hay muchas pruebas que
indican que en el Telegraph esa separación ha desaparecido”, escribe
Oborne.
Da varios ejemplos del trato de favor recibido por HSBC. El 4 de
noviembre, varios periódicos informaron de forma destacada que el banco
había tenido que reservar 1.000 millones de libras con vistas a pagar
compensaciones a clientes y las multas previsibles por la
investigaciones sobre manipulación de mercados. En el Telegraph, el
escándalo se quedó en cinco párrafos colocados en la página 5 del
cuadernillo de economía.
Otros anunciantes recibieron el mismo privilegio. La cadena de
supermercados Tesco, uno de los mayores anunciantes de la prensa
británica, debió de sentirse aliviada cuando comprobó la escasa
cobertura del escándalo por el falseamiento de sus cuentas. El Gobierno
chino y su embajada en Londres tampoco quedaron muy molestos por el
espacio concedido a la revuelta de Hong Kong (hay un suplemento
publicitario periódico llamado China Watch).
El último caso habla por sí solo, y también tiene una proyección
española. Las revelaciones sobre las cuentas en paraísos fiscales en el
HSBC aparecidas en la noche del domingo en decenas de medios de
comunicación por todo el mundo gracias al trabajo de Hervé Falciani,
tuvieron esta respuesta en el periódico:
“Necesitarías un microscopio para descubrir la cobertura del Telegraph: nada el lunes, seis breves párrafos al final de la página 2 el martes, siete párrafos ocultos en las páginas de economía el miércoles. La cobertura del Telegraph sólo creció cuando aparecieron alegaciones sobre los asuntos fiscales de personas relacionadas con el Partido Laborista”.
Todo esto venía de antes. A finales de 2012, el diario sacó varios
artículos sobre cuentas opacas en sucursales del HSBC en la isla de
Jersey. El banco “suspendió” la inserción de anuncios en el Telegraph y
la empresa se marcó como prioridad recuperar esa inversión. Incluso en
artículos de menor importancia, la presencia de HSBC se vigiló con
esmero. Las referencias a cualquier sospecha de blanqueo de dinero
desaparecieron, a pesar de que existía una investigación en marcha en
EEUU que acabó con una multa astronómica. Meses después, el Telegraph recuperó los anuncios del HSBC.
La mafia nunca se cree las promesas de que esta vez te comportarás
como es debido. Exige que durante algún tiempo el ‘cliente’ demuestre
que ha aprendido la lección.
Como decía, en España hemos visto algo parecido. Este es el espacio
que daban a la investigación cuatro de las webs de los principales
periódicos españoles al día siguiente. En el caso de El País, del que
HSBC es uno de sus principales accionistas, la noche anterior su web
contaba con no muy extenso resumen situado muy abajo, que al día
siguiente fue sustituido por una noticia con la versión del banco.
No hay ningún motivo para alegrarse de esta pérdida de prestigio en
los grandes periódicos. Con independencia de su trayectoria e ideología,
cuentan con una gran influencia en el debate público de cualquier país.
Además, disponen de amplias redacciones, más antes que ahora, en las
que hay buenos periodistas con capacidad de contar historias que la
gente necesita saber.
El Telegraph no es como el ABC en España. Es cierto que no es desde
hace tiempo un periódico tan bueno como The Times, pero sigue siendo un
medio con personalidad suficiente como para criticar al Gobierno
conservador de Cameron. Sí, se le llama el ‘Torygraph’, pero eso no ha
impedido que contara entre sus periodistas a gente como Oborne que no ha
olvidado, en su caso desde una perspectiva conservadora, que una de las
funciones de los grandes periódicos solía ser contar lo que pasa cuando el Gobierno intenta engañar a los ciudadanos.
Pero ahora nos encontramos con una situación en la que no son sólo
los gobiernos los que presionan a los periódicos de forma efectiva. En
realidad, son las grandes corporaciones las que en muchos casos pueden
decidir lo que debe aparecer en las páginas de los diarios.
Cuéntaselo al próximo que te diga que los periódicos son un puntal básico de la democracia.
—
El Telegraph tuvo una difusión media de 494.675 ejemplares
en enero, un 9,1% menos que un año antes. Su edición del
domingo, 381.347, un 11,1% menos. El descenso ha sido continuo en los
últimos años. Por ejemplo, a finales de 2009 el Telegraph vendía 800.000
ejemplares. La empresa editora, que agrupa al diario, su edición
dominical y la página web, tuvo unos beneficios antes de impuestos de 57 millones de libras (unos 76 millones de euros) en 2013.
—
Así explicó Andrew Neill lo que hizo cuando Mohamed Al Fayed, dueño
de Harrods, le amenazó con quitar la publicidad de The Sunday Times y
The Times. Obviamente, el Rupert al que se refiere es Rupert Murdoch.
Gloriosa respuesta de Murdoch, por cierto: “Que se joda si cree que nos
puede comprar con tres millones de libras”.
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