jueves, 19 de febrero de 2015

Peter Oborne y la muerte del periodismo (tradicional)

por Iñigo Sáenz de Ugarte

Ha sido todo un ‘Yo acuso’ de un periodista distinguido del establishment británico que ayuda a entender muchas cosas de la decadencia imparable de las grandes instituciones del periodismo (es decir, los periódicos) de Europa. El periodista es Peter Oborne y el diario, el Daily Telegraph. Después de cinco años de ser el principal “corresponsal político” del Telegraph (un puesto más importante de lo que indica el nombre), Oborne ha presentado su dimisión y la ha justificado con una larga carta, que se puede leer íntegra aquí.

El periodista describe una situación de decadencia agravada en el último año con constantes despidos y reducción de la calidad en secciones fundamentales. Es una espiral viciosa muy habitual en las redacciones. Al descenso de ingresos en ventas y publicidad le suceden recortes de gasto que hacen que el producto sea peor, lo que contribuye a un mayor descenso de ingresos. O quizá esto último sea inevitable, pero en cualquier caso hay pocos modelos de negocio que garanticen un aumento de ingresos si el capital humano del que sale el producto es de menor calidad.

Pero lo que ha desencadenado la decisión de Oborne ha sido la influencia de uno de los grandes anunciantes del periódico, el banco HSBC, en decisiones editoriales. En una tendencia que no nos puede sorprender en España, noticias importantes han sido sepultadas o ignoradas porque podían perjudicar a los intereses del banco.

“Al hundimiento de la calidad le ha acompañado un hecho aún más siniestro. Siempre ha sido un axioma en el periodismo británico de calidad que el departamento de publicidad y el editorial (la redacción) se hayan mantenido rigurosamente separados. Hay muchas pruebas que indican que en el Telegraph esa separación ha desaparecido”, escribe Oborne.

Da varios ejemplos del trato de favor recibido por HSBC. El 4 de noviembre, varios periódicos informaron de forma destacada que el banco había tenido que reservar 1.000 millones de libras con vistas a pagar compensaciones a clientes y las multas previsibles por la investigaciones sobre manipulación de mercados. En el Telegraph, el escándalo se quedó en cinco párrafos colocados en la página 5 del cuadernillo de economía.

Otros anunciantes recibieron el mismo privilegio. La cadena de supermercados Tesco, uno de los mayores anunciantes de la prensa británica, debió de sentirse aliviada cuando comprobó la escasa cobertura del escándalo por el falseamiento de sus cuentas. El Gobierno chino y su embajada en Londres tampoco quedaron muy molestos por el espacio concedido a la revuelta de Hong Kong (hay un suplemento publicitario periódico llamado China Watch).

El último caso habla por sí solo, y también tiene una proyección española. Las revelaciones sobre las cuentas en paraísos fiscales en el HSBC aparecidas en la noche del domingo en decenas de medios de comunicación por todo el mundo gracias al trabajo de Hervé Falciani, tuvieron esta respuesta en el periódico:
“Necesitarías un microscopio para descubrir la cobertura del Telegraph: nada el lunes, seis breves párrafos al final de la página 2 el martes, siete párrafos ocultos en las páginas de economía el miércoles. La cobertura del Telegraph sólo creció cuando aparecieron alegaciones sobre los asuntos fiscales de personas relacionadas con el Partido Laborista”.
Todo esto venía de antes. A finales de 2012, el diario sacó varios artículos sobre cuentas opacas en sucursales del HSBC en la isla de Jersey. El banco “suspendió” la inserción de anuncios en el Telegraph y la empresa se marcó como prioridad recuperar esa inversión. Incluso en artículos de menor importancia, la presencia de HSBC se vigiló con esmero. Las referencias a cualquier sospecha de blanqueo de dinero desaparecieron, a pesar de que existía una investigación en marcha en EEUU que acabó con una multa astronómica. Meses después, el Telegraph recuperó los anuncios del HSBC.

La mafia nunca se cree las promesas de que esta vez te comportarás como es debido. Exige que durante algún tiempo el ‘cliente’ demuestre que ha aprendido la lección.

Como decía, en España hemos visto algo parecido. Este es el espacio que daban a la investigación cuatro de las webs de los principales periódicos españoles al día siguiente. En el caso de El País, del que HSBC es uno de sus principales accionistas, la noche anterior su web contaba con no muy extenso resumen situado muy abajo, que al día siguiente fue sustituido por una noticia con la versión del banco.

No hay ningún motivo para alegrarse de esta pérdida de prestigio en los grandes periódicos. Con independencia de su trayectoria e ideología, cuentan con una gran influencia en el debate público de cualquier país. Además, disponen de amplias redacciones, más antes que ahora, en las que hay buenos periodistas con capacidad de contar historias que la gente necesita saber.

El Telegraph no es como el ABC en España. Es cierto que no es desde hace tiempo un periódico tan bueno como The Times, pero sigue siendo un medio con personalidad suficiente como para criticar al Gobierno conservador de Cameron. Sí, se le llama el ‘Torygraph’, pero eso no ha impedido que contara entre sus periodistas a gente como Oborne que no ha olvidado, en su caso desde una perspectiva conservadora, que una de las funciones de los grandes periódicos solía ser contar lo que pasa cuando el Gobierno intenta engañar a los ciudadanos.

Pero ahora nos encontramos con una situación en la que no son sólo los gobiernos los que presionan a los periódicos de forma efectiva. En realidad, son las grandes corporaciones las que en muchos casos pueden decidir lo que debe aparecer en las páginas de los diarios.

Cuéntaselo al próximo que te diga que los periódicos son un puntal básico de la democracia.
El Telegraph tuvo una difusión media de 494.675 ejemplares en enero, un 9,1% menos que un año antes. Su edición del domingo, 381.347, un 11,1% menos. El descenso ha sido continuo en los últimos años. Por ejemplo, a finales de 2009 el Telegraph vendía 800.000 ejemplares. La empresa editora, que agrupa al diario, su edición dominical y la página web, tuvo unos beneficios antes de impuestos de 57 millones de libras (unos 76 millones de euros) en 2013.
Así explicó Andrew Neill lo que hizo cuando Mohamed Al Fayed, dueño de Harrods, le amenazó con quitar la publicidad de The Sunday Times y The Times. Obviamente, el Rupert al que se refiere es Rupert Murdoch. Gloriosa respuesta de Murdoch, por cierto: “Que se joda si cree que nos puede comprar con tres millones de libras”. 

 http://www.guerraeterna.com/peter-oborne-y-la-muerte-del-periodismo-tradicional/

No hay comentarios:

Publicar un comentario