domingo, 18 de enero de 2015

Vidas paralelas: Alejandro y Napoleón (II)

Una vez vista la vida de Napoleón, podremos ver al otro gran hombre, al Magno.

Alejandro Magno

Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno , nacido en Pella el 20 o 21 de julio de 356 a. C. Falleció, en su amada Babilonia, el 10 o 13 de junio, de 323 a. C.

Rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta su muerte. Hijo y sucesor de Filipo II de Macedonia y Olimpia de Epiro. Filipo lo había preparado para reinar, proporcionándole una experiencia militar. Encomendó al mejor filósofo griego de la época, un tal Aristóteles, su formación intelectual.
 
Su compañero y amigo intimo, que lo acompañó durante toda su vida, fue Hefestión. Su general posteriormente más fiel, y con el que compartía aquel amor puro, el eros griego.
 
Alejandro, desde joven, dejó la impronta de "elegido para la historia". Singular y visionario, pocas anécdotas definen mejor su arrolladora personalidad, como la que narra el gran Plutarco: un pequeño Alejandro, un niño, conoció a Bucéfalo su inseparable y mítico caballo. Un animal bravo, poderoso. Nadie conseguía domarlo. Lo intentaron repetidas veces hombres vigorosos, ganaderos... ninguno era capaz. Ante tal imposibilidad, Alejandro le pidió a Filipo que le permitiese acercarse al indomable. Ante la promesa de Filipo de que, si era capaz de domarlo, lo compraría para él, el gran Magno se dirigió hacia él. Inmediatamente se percató de a que se debía la rabiosa personalidad de Bucéfalo: temía su propia sombra, ¡pero era una trampa de Apolo hacia animales y hombres! Se acercó al airado animal y juntos lo superaron, siendo inseparables desde entonces.

 
Plutarco habla: "Trajo un Tésalo llamado Filonico el caballo Bucéfalo para venderlo a Filipo en trece talentos, y, habiendo bajado a un descampado para probarlo, pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ni sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban a Filipo, sino que a todos se les ponía de manos. Desagradóle a Filipo, y dio orden de que se lo llevaran por ser fiero e indócil; pero Alejandro, que se hallaba presente: “¡Qué caballo pierden- dijo-, sólo por no tener conocimiento ni resolución para manejarle!” Filipo al principio calló; mas habiéndolo repetido, lastimándose de ello muchas veces: “Increpas- le replicó- a los que tienen más años que tú, como si supieras o pudieras manejar mejor el caballo”; a lo que contestó: “Este ya se ve que lo manejaré mejor que nadie”. “Si no salieres con tu intento- continuó el padre- ¿cuál ha de ser la pena de tu temeridad?” “Por Júpiter- dijo-, pagaré el precio del caballo”. Echáronse a reír, y, convenidos en la cantidad, marchó al punto adonde estaba el caballo, tomóle por las riendas y, volviéndole, le puso frente al sol, pensando, según parece, que el caballo, por ver su sombra, que caía y se movía junto a sí, era por lo que se inquietaba. Pasóle después la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenía fuego y bríos, se quitó poco a poco el manto, arrojándolo al suelo, y de un salto montó en él sin dificultad. Tiró un poco al principio del freno, y sin castigarle ni aun tocarle le hizo estarse quedo. Cuando ya vio que no ofrecía riesgo, aunque hervía por correr, le dio rienda y le agitó usando de voz fuerte y aplicándole los talones. Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando le dio la vuelta con facilidad y soltura, mostrándose contento y alegre, todos los demás prorrumpieron en voces de aclamación; mas del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó: “Busca, hijo mío- le dijo-, un reino igual a ti, porque en la Macedonia no cabes”.
 
Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Toda vez logrado este primer objetivo, centró su mirada —en el 334 a. C.—, como la de su ejército, contra el poderoso y extenso Imperio Persa. Deseaba continuar así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos —bajo el liderazgo de Macedonia— contra los persas.
 
En su reinado de 13 años, cambió por completo la estructura política y cultural de la zona al conquistar el Imperio aqueménida y dar inicio a una época de extraordinario intercambio cultural, en la que los griegos se expandieron por los ámbitos mediterráneo y próximoriental. Es el llamado Período helenístico (323–30 a. C.). Tanto es así, que sus hazañas lo han convertido en un mito y, en algunos momentos, en casi una figura divina, posiblemente por la profunda religiosidad que manifestó a lo largo de su vida.[
 
Tras consolidar la frontera de los Balcanes y la hegemonía macedonia sobre las ciudades-estado de la antigua Grecia, poniendo fin a la rebelión que se produjo tras la muerte de su padre, Alejandro cruzó el Helesponto hacia Asia Menor (334 a. C.) y comenzó la conquista del Imperio Persa, regido por Darío III. Victorioso en las batallas de Gránico (334) o Issos (333), sin duda su victoria más notable fue la de Gaugamela (331). "La grande batalla contra Darío no fue en Arbelas, como dicen muchos, sino en Gaugamelos, nombre que en dialecto persa dicen significa la casa del Camello" explica el biógrafo griego."Habiendo tenido este éxito aquella batalla, parecía estar del todo destruido el imperio de los Persas; y aclamado Alejandro rey del Asia".
 
Derrotado el, otrora creído invencible, Imperio persa, se hizo con un dominio que se extendía por la Hélade, Egipto, Anatolia, Oriente Próximo y Asia Central hasta los ríos Indo y Oxus. Habiendo avanzado hasta la India, donde derrotó al rey Poro en la batalla del Hidaspes (326), sin duda la más sangrienta de todas, la negativa de sus tropas a continuar hacia Oriente le obligó a retornar a Babilonia. De esta batalla, narra Plutarco, llegó la muerte de su inseparable corcel. "De resultas de la batalla contra Poro murió Bucéfalo, no desde luego, sino al cabo de algún tiempo, cuando, según los más, se le estaba curando de sus heridas, pero, según dice Onosícrito, fatigado con un trabajo que no podía ya llevar por su vejez, pues tenía treinta años cuando murió. Sintiólo profundamente Alejandro, creyendo haber perdido en él nada menos que un amigo y un doméstico; y edificando en su memoria una ciudad junto al Hidaspes, la llamó Bucefalia"
 
El Magno falleció sin completar sus planes de conquista de la península arábiga. Con la llamada "política de fusión", Alejandro promovió la integración de los pueblos sometidos a la dominación macedonia promoviendo su incorporación al ejército y favoreciendo los matrimonios mixtos. Él mismo se casó con dos mujeres persas de noble cuna.
 
El conquistador macedonio falleció en circunstancias oscuras, dejando un imperio sin consolidar. El control sobre diversas regiones era débil en el mejor de los casos, y había partes del norte de Asia Menor que jamás se hallaron bajo dominio macedonio. Al morir sin nombrar claramente un heredero, le sucedió su medio hermano Filipo III Arrideo (323–17), que era deficiente, y su hijo póstumo Alejandro IV (323–9).
 
 Meros figurones, el verdadero poder estuvo en manos de sus generales, los llamados diádocos (sucesores), que iniciaron una lucha despiadada por la supremacía que conduciría al reparto del imperio de Alejandro y su fraccionamiento en una serie de reinos, entre los cuales acabarían imponiéndose el Egipto Ptolemaico, el Imperio Seléucida y la Macedonia antigónida.
 
Alejandro Magno es el mayor de los iconos culturales de la Antigüedad, ensalzado como el más heroico de los grandes conquistadores, un segundo Aquiles, o vilipendiado como un tirano megalómano que destruyó la estabilidad creada por los persas. Su figura y legado ha estado presente en la historia y la cultura tanto de Occidente como de Oriente a lo largo de más de dos milenios, y ha inspirado a los grandes conquistadores de todos los tiempos, desde Julio César hasta Napoleón Bonaparte.

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