Llegan las elecciones, el PP teme una debacle y la llamada al cierre de filas es total. En este contexto, Mariano Rajoy y su equipo han decidido tirar de todo lo que tienen a su alcance para intentar recuperar a su electorado tradicional, el más conservador. No solo con mensajes a favor de las víctimas. También devolviendo al primer plano a José María Aznar, el expresidente, del que Rajoy se ha distanciado mucho en los últimos años. Aznar no solo participará en la convención política de este fin de semana —protagonizará la jornada inaugural, el viernes—, además, la cúpula está preparando con tiempo una serie de actos para que tenga gran relevancia en la campaña electoral, al contrario de lo que sucedió en la de las europeas en 2014. Fuentes de la dirección señalan que Aznar es reclamado para mítines en varias autonomías y que, esta vez, se organizará con tiempo para “normalizar” la participación del todavía presidente de honor en una campaña clave.
La distancia política entre Rajoy y Aznar parece ya prácticamente insalvable. Todos en el PP saben que las diferencias son de fondo: a Aznar no le gusta la línea política de su sucesor, su manera de gobernar, y lo ha dejado claro en varias ocasiones, pero en especial en una entrevista de Antena 3 en 2013, cuando le acusó de no tener un “proyecto claro” para España e incluso apuntó la posibilidad de volver a la política.
No era la primera vez que ambos protagonizaban momentos de tensión desde que, en 2003, Aznar decidió optar por Rajoy como sucesor, dejando en el camino a rivales en principio más fuertes, como Rodrigo Rato. Los aznaristas señalan que el expresidente se ha arrepentido en muchas ocasiones de esa decisión. Sin embargo, Aznar siempre ha dicho a los suyos que él nunca saldrá del PP y que estará allí cuando lo necesiten. Y es lo que sucede ahora. Rajoy lo necesita para cubrir ese flanco y recuperar todo el voto posible, analizan varios dirigentes, y a Aznar le gusta que se vea de esa manera, por lo que está encantado de volver al primer plano.
Esta necesidad de cubrir todos los frentes y recuperar los vínculos rotos con su electorado tradicional para evitar un desastre completo en las elecciones hace pensar a algunos que Rajoy optará finalmente en Madrid por Esperanza Aguirre, otro claro referente del sector duro del partido. El presidente tiene que tomar la decisión en las próximas semanas, aunque todo parece indicar que será después de la convención política.
En las últimas encuestas, en las que se incluyó a Soraya Sáenz de Santamaría, Aguirre solo destacaba entre el electorado tradicional del PP, aunque también genera mucho rechazo en otros sectores. Había una especie de triple empate pero con unos apoyos muy bajos para todas las opciones —la otra candidata con más fuerza es Cristina Cifuentes— por lo que algunos dirigentes creen que Aguirre será la elegida para cubrir este electorado, sobre todo, porque, si es para perder, desde el punto de vista interno, a Rajoy le conviene que quien pierda sea ella y acabar con ese problema para siempre.
Con el expresidente Aznar muchas veces el problema ha sido de fondo, aunque las diferencias de forma son evidentes. Él no acepta que se le llame a última hora y a través de segundos. Es lo que, según su versión, sucedió en las elecciones europeas. Carlos Floriano llamó a José Antonio Zarzalejos, secretario general de FAES, la fundación que preside Aznar, para proponerle que el expresidente ayudara en la campaña. Aznar lamentó que se lo hubieran anunciado con tan poco tiempo y no estuvo en ningún acto con la excepción de una presentación de Miguel Arias Cañete que se organizó a toda velocidad y después de que el exministro llamara al expresidente para pedirle ayuda.
Antes sucedió algo parecido en la convención del PP en Valladolid, en enero de 2014. Aznar tampoco acudió alegando un viaje a Filipinas y dijo que le habían llamado muy tarde. Esa vez, la situación era especialmente tensa. En la misma semana en la que se anunció que Aznar no acudiría, Jaime Mayor, otro referente del electorado conservador, había anunciado que dejaba la política activa y no sería candidato, y Alejo Vidal-Quadras abandonaba el PP para incorporarse a Vox. Pocas semanas antes, Aznar había dicho que tomaba “nota” de la ausencia total de ministros y del propio Rajoy en la presentación de su último libro.
La relación, pues, entre Aznar y Rajoy es mala pero cuando se acercan las elecciones suelen encontrarse en el objetivo común de lograr el máximo número de votos para el PP. Ya pasó en 2011, cuando Aznar se abrazó con Rajoy en una convención en Sevilla que selló un armisticio entre ambos a las puertas de que el PP volviera al poder.
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