jueves, 20 de agosto de 2015

Babilonia frente a Jerusalén: La Tierra contra el Cielo

Por Sergio Ruiz

"La ciudad de Dios" es la principal obra de Agustín de Hipona, más conocido como San Agustín. Escrita entre los años 413 y 426, el objetivo de dicha obra magna fue refutar la opinión de que la caída de Roma en poder de los godos de Alarico (año 410), había sido causada por la aceptación del cristianismo y por el abandono de los dioses del Imperio, que, como castigo, habían dejado a Roma desamparada en manos de los bárbaros. Es decir, que la crisis de fe necesitaba encontrar una respuesta que aliviara al cristianismo.

San Agustín se enfrenta a esta opinión en los cinco primeros libros, de los 22 que tiene la obra. El objetivo principal es mostrar que Roma, en realidad, había caído por su egoísmo y su inmoralidad. Es decir, que lejos de caer "por culpa de Dios", se hundieron por alejarse de él y sus dogmas. Además, en los cinco tomos posteriores,  San Agustín demuestra que ni el politeísmo popular ni la filosofía antigua fueron capaces de preservar el Imperio y dar felicidad a sus habitantes.

La 2a mitad de la obra está dedicada a presentar el nacimiento, desarrollo y culminación del enfrentamiento entre dos ciudades, la Ciudad Terrenal y la Celestial, encarnada ésta en la Iglesia de Cristo. La terrenal es la que conformamos los humanos, débiles, pecadores... dominados por la tentación y las debilidades corpóreas. A esta ciudad, la llama Babilonia (en honor a la gran capital del imperio mesopotámico, que alcanzo altos puntos de inmundicia en la época de la conquista de Alejandro Magno). Por otro lado, tenemos a la ciudad dominada por el bien espiritual, el autocontrol, la ética... es decir, dominada por el alma. La ciudad elegida, como no puede ser otra, será la del pueblo escogido por Dios, Jerusalén.

Así, los libros XI-XIV muestran cómo nacen ambas ciudades; XV-XVIII presentan su desarrollo en este mundo, el libro XIX expone la finalidad de Babilonia y Jersusalén. Finalmente, los tomos XX-XXII están dedicados a su culminación tras el juicio final.

El libro XIX requiere una especial atención. En dicho pasaje, San Agustín hace un profundo análisis de las nociones de justicia, paz y felicidad (aquí es donde se puede ver bien a las claras la influencia en su pensamiento de los clásicos, Platón y Aristóteles... y el futuro nacimiento de la Escolástica, recuperando la filosofía del estagirita).. En concreto, los capítulos 11-17 están dedicados al
tema de la paz: definición (la paz es la tranquilidad del orden), formas de la paz, medios
para conseguirla (las leyes), etc.

Otro aspecto a destacar es la atención que San Agustín decida a la creación y a lo que nos espera en la vida después de la muerte. El "Doctor de la Gracia" (sobrenombre con el que se conoce a Agustín) nos ofrece es una síntesis de historia universal a la luz de los principios cristianos. Su teoría de la historia procede estrictamente de la que tiene sobre la naturaleza humana, que a la vez deriva de su teología de la creación y de la gracia. No es una teoría racionalista, si se considera que se inicia y termina con dogmas revelados; pero sí es racional por la lógica estricta de su procedimiento e implica una teoría definitivamente filosófica y racional sobre la naturaleza de la sociedad y de la ley, y la relación entre la vida y la ética.

San Agustín piensa que en toda sociedad existen dos ciudades, la de aquellos que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios (los babilónicos) y la de aquellos que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos (Jerusalen); pero estas dos ciudades no se pueden identificar con el Estado y la Iglesia, respectivamente.

Todos los Estados de esta tierra son “Estados terrenales”, incluso cuando los rigen emperadores cristianos. En cuanto tales, tienen que preocuparse exclusivamente de organizar la convivencia entre los ciudadanos de forma pacífica y tratando de que todos tengan acceso a los bienes temporales.

En la Ciudad de Dios el hombre tiene fe (Jerusalén), mientras que en la ciudad terrenal el hombre no vive con fe, Dios le da bienes para sustentar la vida, es el vehículo de la vida celestial (Babilonia). La metáfora es brillante y plenamente certera.

San Agustín, así mismo, sostiene que la ley natural se encuentra en el corazón humano (es decir, esa necesidad imperiosa de hacer el bien, nuestra conciencia) y que no es otra cosa, si no la ley divina entregada al hombre. Por lo tanto, la ley positiva debe inspirarse en la ley natural

Para San Agustín, debe distinguirse entre el libre albedrío consistente en la existencia de la posibilidad de elección, y la libertad, que consiste en la efectiva realización del bien con un objetivo de alcanzar la beatitud. Se percibe claramente la afinidad con las ideas antes expuestas por Aristóteles.

En La Ciudad de Dios, en definitiva, el gran filósofo cristiano postula que el hombre es sociable por naturaleza. En otras palabras, Agustín de Hipona era, ante todo, un profundo humanista. En esta fe irreductible en la bondad intrínseca del ser humano, llama a su teoría política: Historia sagrada. En ésta el motor de todo es el Amor, si éste es egoísta conduce al mal: sin embargo, si es altruista conduce al bien (lo cual nos llevara, siglos más tarde, al concepto de "bien" que crea Kant a partir de este discernimiento del interés-altruismo).

Un libro maravilloso, en definitiva, al que recomiendo una cuidadosa lectura. San Agustín no deja a nadie indiferente.

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