Más que meritorio empate el obtenido por el Valencia ante el Fútbol Club Barcelona, en un partido en el que los levantinos casi podrían haber hecho un once titular con sus bajas. Si el lector organiza con cierto sentido común sobre el césped a Alves, Cancelo, Barragán, Mustafi, Orbán, Fuego, Andre Gomes, Feghouli, Rodrigo y Negredo, sólo le faltará un jugador para hacer un más que interesante equipo. Ante tamaña tesitura, el Valencia tiró de heroica para volver a demostrar que en el fútbol, como en la vida, la fe puede ayudar a lograr las gestas más complejas. Con la grada de Mestalla entregada a su equipo como no ocurría desde la temporada pesada, Voro en el banquillo escuchando corear su nombre, y el nuevo técnico Gary Neville en el palco, los ches se las apañaron para dar una lección de coraje e igualar la notoria superioridad azulgrana sobre el terreno de juego.
Y es que el estado de forma de los de Luis Enrique es, ahora mismo, formidable. Los azulgrana (ayer con la camiseta de la Senyera, como reivindicando el asunto de los Països Catalans) están alcanzando un nivel que les haría ser prácticamente indestructibles de no ser porque el mundo del deporte es tan hermoso que permite, en un descuido, que el más férreo gigante tropiece. Y eso, exactamente, es lo que ocurrió, cuando un Valencia acalambrado, superado por el esfuerzo, a punto de su último estertor, se inventó una contra letal en la que una maniobra sensacional de Paco Alcácer permitió a Santi Mina robarle dos puntos al líder en el 85, pagando así los catalanes el no haber cerrado antes un partido cuyo botín debió ser íntegramente visitante.
Fue una confrontación fantástica, de esas que engrandecen al fútbol y da motivos a los menos poderosos para creer. El Barça fue abusivo por momentos, practicando un fútbol de alta precisión, un acoso sin derribo que pagaría caro cuando menos se esperaba. Neymar añadió a Rubén Vezo a su lista de laterales superados de forma cuasi humillante, y volvió a mostrar un rendimiento excelso, creando peligro de forma insistente cada vez que se descolgaba al costado zurdo. El brasileño pasa por ser el indiscutible líder azulgrana sobre el verde, mientras Leo Messi está todavía lejos de su mejor nivel, en una tendencia que, de continuar, habrá que ver qué tal gestiona el argentino a largo plazo. O Luis Enrique, que a la larga podría tener un problema de celos que ahora mismo parece lejano, pero que nunca se puede descartar a estos niveles. La conexión entre los tres puntas de los catalanes, siempre bajo la lupa, alcanza en ocasiones niveles de altruismo incluso perjudiciales para su equipo, como pudo verse pasada la media hora, cuando Luis Suárez excedió su bondad para buscar un mal pase a Neymar, mientras el joven Jaume Domenech se encomendaba a alguna deidad para que el charrúa no lanzase a puerta. Fue el paradigma de una relación a día de hoy ideal pero que Luis Enrique deberá mantener bajo control por su propio bien.
Fue una confrontación fantástica, de esas que engrandecen al fútbol y da motivos a los menos poderosos para creer. El Barça fue abusivo por momentos, practicando un fútbol de alta precisión, un acoso sin derribo que pagaría caro cuando menos se esperaba. Neymar añadió a Rubén Vezo a su lista de laterales superados de forma cuasi humillante, y volvió a mostrar un rendimiento excelso, creando peligro de forma insistente cada vez que se descolgaba al costado zurdo. El brasileño pasa por ser el indiscutible líder azulgrana sobre el verde, mientras Leo Messi está todavía lejos de su mejor nivel, en una tendencia que, de continuar, habrá que ver qué tal gestiona el argentino a largo plazo. O Luis Enrique, que a la larga podría tener un problema de celos que ahora mismo parece lejano, pero que nunca se puede descartar a estos niveles. La conexión entre los tres puntas de los catalanes, siempre bajo la lupa, alcanza en ocasiones niveles de altruismo incluso perjudiciales para su equipo, como pudo verse pasada la media hora, cuando Luis Suárez excedió su bondad para buscar un mal pase a Neymar, mientras el joven Jaume Domenech se encomendaba a alguna deidad para que el charrúa no lanzase a puerta. Fue el paradigma de una relación a día de hoy ideal pero que Luis Enrique deberá mantener bajo control por su propio bien.
Sí, asómbrense. Al tridente azulgrana le faltó pólvora ante los de Neville, pese a la descollante actuación de Neymar. El ex del Santos nutrió de innumerables balones a Messi, impreciso en la definición durante todo el encuentro, y se inventó varias acciones individuales con las que Mestalla compatibilizó el alucine con la taquicardia, por más que el brasileño terminara sin marcar. Hubo de ser Suárez, en una maniobra de nueve auténtico, quien, tras cuerpear en un balón en profundidad con Abdennour, batiera a Domenech mientras caía al suelo. Era el cuarto de hora de la reanudación y el uruguayo derribaba la numantina resistencia local, representada por un Gayá que cuajó un partido repleto de coraje y valencianismo. Poco prodigado en ataque, donde suele lucir, pero con encomiable esfuerzo defensivo. De otra forma no habrían podido los levantinos resistir una tras otra las embestidas visitantes. Suárez, por cierto, recordó en un par acciones su versión mala, esa que este año mantenía permanentemente alejada, cuando propinó un feísimo pisotón a Abdennour que, de haber visto Jaime Latre, le habría costado la roja. Poco después, el ex del Liverpool cargó sin necesidad al portero local en un balón aéreo. Empero, cuando más tenso parecía Suárez, encontró el alivio en un gol fantástico. El sudamericano, ángel y demonio, mostró su peor y mejor cara en los 20 primeros minutos de la segunda parte, cuando fue el protagonista casi absoluto del partido.
Así que con 0-1, y viendo lo que había en el campo y lo poco que tenía Voro a su lado en el banquillo, repleto de canteranos, parecía imposible otra cosa que no fueran los tres puntos visitantes. Pero se obró el milagro, y de un córner azulgrana llegó el contragolpe en el que un Alcácer solitario durante los 90 minutos se inventó una genialidad que Mina no desaprovechó, dando al Valencia el premio a un esfuerzo enorme y demostrándole al Barça que rozar la perfección en el juego no siempre es suficiente. He ahí la grandeza de este juego.
Ficha técnica:
Valencia (1): Domenech; Vezo, Santos, Abdennour, Gayá; Danilo, Enzo Pérez (Bakkali, m. 73), Dani Parejo; Santi Mina (Tropi, m. 88), De Paul (Piatti, m. 82) y Alcácer.
Barcelona (1): Bravo; Alves, Piqué, Mascherano, Alba; Busquets, Rakitic, Iniesta; Messi, Neymar y Suárez.
Goles: (0-1): Luis Suárez (m. 59); (1-1): Santi Mina (m. 85).
Árbitro: Jaime Latre (aragonés). Mostró tarjeta amarilla a los locales Dani Parejo, Danilo y Gayá y al visitante Mascherano.
Incidencias: partido disputado en el Estadio de Mestalla, perteneciente a la 14ª jornada de la Liga BBVA.
Así que con 0-1, y viendo lo que había en el campo y lo poco que tenía Voro a su lado en el banquillo, repleto de canteranos, parecía imposible otra cosa que no fueran los tres puntos visitantes. Pero se obró el milagro, y de un córner azulgrana llegó el contragolpe en el que un Alcácer solitario durante los 90 minutos se inventó una genialidad que Mina no desaprovechó, dando al Valencia el premio a un esfuerzo enorme y demostrándole al Barça que rozar la perfección en el juego no siempre es suficiente. He ahí la grandeza de este juego.
Ficha técnica:
Valencia (1): Domenech; Vezo, Santos, Abdennour, Gayá; Danilo, Enzo Pérez (Bakkali, m. 73), Dani Parejo; Santi Mina (Tropi, m. 88), De Paul (Piatti, m. 82) y Alcácer.
Barcelona (1): Bravo; Alves, Piqué, Mascherano, Alba; Busquets, Rakitic, Iniesta; Messi, Neymar y Suárez.
Goles: (0-1): Luis Suárez (m. 59); (1-1): Santi Mina (m. 85).
Árbitro: Jaime Latre (aragonés). Mostró tarjeta amarilla a los locales Dani Parejo, Danilo y Gayá y al visitante Mascherano.
Incidencias: partido disputado en el Estadio de Mestalla, perteneciente a la 14ª jornada de la Liga BBVA.
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