La insurrección del grupo islamista nigeriano Boko Haram impide que más de un millón de niños vayan a la escuela, denunció el martes el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Más de 2.000 escuelas tuvieron que cerrar en Nigeria, Camerún, Chad y Níger, los cuatro países más afectados por los atentados de Boko Haram, que atacó, saqueó o incendió centenares de establecimientos, según Unicef.
El presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, ha ordenado a sus generales que acaben con la violencia del grupo islamista antes de finales de año. Pero, incluso en caso de victoria, los especialistas aseguran que el gobierno deberá lidiar con los problemas sociales causados por la falta de escolarización de una generación de niños.
"Cuanto más tiempo estén [los niños] sin ir a la escuela, más riesgo hay de que sean maltratados, secuestrados o reclutados por grupos armados", declaró Manuel Fontaine, director regional de Unicef para África Occidental y Central.
Los atentados de Boko Haram y la dura reacción de las fuerzas de seguridad causaron 17.000 muertos y 2,6 millones de desplazados desde 2009.
Las escuelas, los alumnos y los profesores forman parte de los objetivos del grupo islamista, cuyo nombre significa "la educación occidental es un pecado" en hausa, el idioma más hablado en el norte de Nigeria.
El objetivo de los yihadistas es la creación de un Estado islámico independiente.
El secuestro de 276 alumnas de instituto en Chibok (noreste), el 14 de abril de 2014, provocó una ola de indignación en el mundo. Unas 200 de ellas siguen en manos de Boko Haram.
Según Unicef, algunas escuelas pudieron abrir después de que el Ejército nigeriano reconquistara territorios, pero muchos establecimientos tienen demasiados alumnos y pocos medios para la enseñanza.
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