miércoles, 14 de octubre de 2015

Artículo de Economía: La trampa de la liquidez

Por Marcos Rivera

Normalmente estas políticas son generalmente ignoradas, pues solo se buscan los efectos cortoplacistas. 

Un ejemplo claro que no hay que olvidar es la trampa de la liquidez en la que está sumergida Japón desde los años 90 y que no ve la salida de momento.
Varios economistas (entre los que se encuentran Karl Krugman) ya destacaron en su momento la caída de Japón en dicha trampa al bajar los tipos al 0%.

En Europa hace unos meses ya vivimos el temor a que el BCE bajara los tipos de interés a 0% para así facilitar la libre circulación del crédito entre las empresas con el objetivo de que esto se plasmara en el consumo real de las familias la cual cosa nunca se ha realizado.

Los economistas temían que una bajada de tipos al 0% provocara un círculo vicioso acompañado de políticas fiscales expansivas que no van a ningún lado y lastrarían aún más si cabe la recuperación europea.

Todo y que tenemos los tipos más bajos de la historia reciente del euro situados en torno al 0,5% el BCE se muestra firme a no bajarlos para evitar así la temida ‘’trampa de la liquidez’’.

En una economía dinámica, una acción no solo dispara un efecto sino siempre una serie completa de distintas consecuencias. Mientras que la causa del primer efecto es fácilmente reconocible, los demás efectos a menudo se producen solo después, sin que se produzca dicho reconocimiento. Frédéric Bastiat describía este fenómeno en 1850 en su innovador ensayo “Lo que se ve y lo que no se ve”:

Puede verse un fenómeno similar en las consecuencias de los tipos de interés suprimidos artificialmente y el estímulo monetario: a corto plazo, parecen tener efectos positivos, siendo sin embargo desastrosos los efectos a largo plazo. Si se estudian estos procesos de cerca, queda claro que los problemas subyacentes no pueden resolverse con una política global de tipos de interés cero, sino que esto por el contrario socava el proceso de selección natural del mercado.

Con estímulos artificiales como el tipo de interés cero, solo acabamos en una situación en la que gobiernos, instituciones financieras, empresarios y consumidores que realmente deberían ser declarados insolventes se mantienen con respiración asistida.

En línea con las ideas de Bastiat, pueden identificarse numerosas consecuencias a largo plazo de las políticas de tipo de interés cero, pero que son generalmente ignoradas:

Los inversores conservadores por naturaleza caen bajo una presión creciente con respecto a sus inversiones y asumen riesgos excesivos ante la perspectiva de que los tipos de interés permanezcan bajos a largo plazo. Esto lleva a malas asignaciones de capital y a la aparición de burbujas.

El dulce veneno de los tipos bajos de interés lleva a una inflación masiva de los precios de los activos (acciones, bonos, obras de arte, inmuebles).

Tipos de interés estructuralmente demasiado bajos en naciones industrializadas debido a carry trades llevan a la aparición de burbujas de precios de activos y efectos de contagio en mercados emergentes.

Se producen cambios en el comportamiento humano, debido a un poder adquisitivo en continua disminución. Mientras que el ahorro se va convirtiendo cada vez más en una reliquia del pasado, asumir deuda se convierte en algo aceptado como racional.

Como consecuencia de los tipos de interés estructuralmente demasiado bajos, se crea una “cultura de gratificación instantánea”, que se caracteriza, entre otras cosas por el hecho de que el consumo se financia con crédito en lugar de ahorro. La formación de riqueza se hace continuamente más difícil.

La función de medio de intercambio y unidad de cuenta del dinero aumenta en importancia, mientras disminuye su papel como almacén de valor.

Disminuyen los incentivos para la disciplina fiscal.

El dinero recién creado no se distribuye ni uniforme ni simultáneamente entre la población. Esto genera una transferencia permanente de riqueza de los receptores posteriores a los receptores tempranos del dinero recién creado.

La política monetaria convencional (es decir, la promoción de creación de crédito rebajando los tipos de interés) llega a su límite una vez se alcanza la “frontera cero”. Para continuar con la espiral de estímulo, la “política monetaria no convencional” se convierte en cada vez más importante. 

Keynes planteo el caso de la trampa de la liquidez como un argumento teórico para rebatir la hipótesis de los economistas clásicos de que la flexibilidad de precios y salarios conduciría al pleno empleo y solucionaría la Gran Depresión. Los economistas clásicos creían que la política monetaria era más efectiva que la política fiscal y la proponían como una de las posibles soluciones a la Gran Depresión. Keynes era partidario de utilizar políticas fiscales, dado que pensaba que en las grandes depresiones los tipos de interés eran bajos y la economía podía caer en la trampa de la liquidez.

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