Vía El País
La quinta temporada de Juego de tronos comienza con un recurso que hasta ahora los guionistas y productores habían obviado de forma deliberada: un flashblack, un recuerdo del pasado. En la primera escena, una Cersei Lannister niña escucha la profecía de una bruja que le adelanta todas las desgracias que le están ocurriendo precisamente donde ella es ambiciosa: ser reina, tener herederos y aferrarse al poder. Pese a este siniestro aviso y a ver cómo todo se va cumpliendo, Cersei se mantiene fiel a su codicia en cada una de las decisiones que toma.
La temporada comienza como las tres precedentes, con un capítulo de introducción, sin prisas, recolocando piezas y dejando alguna en el limbo: tranquilidad, la odisea de Arya, una más para la sufrida Stark, comienza la semana que viene. Y plantea un augurio, recalcado por varios personajes: una gran guerra está por venir. Y no parecen referirse precisamente a la lucha por el Trono de Hierro. Cersei y Jaime despiden a su padre, con la lúgubre melodía de Las lluvias de Castamere de fondo. Desembarco del Rey se encuentra en un punto crítico: su rey acaba de morir, el nuevo monarca es muy joven, la prometida de éste cada vez demuestra más ambición y hay una nueva presencia religiosa (y poderosa) en la ciudad: los Gorriones.
Cersei representa la infelicidad de los miserables, los que son incapaces de cambiar. No puede huir de una profecía que parece que hará que pague sus deudas (no las monetarias precisamente). Jon es la nobleza y la honradez, aunque ello implique lo que parece deslealtad. ¿Cómo afectará su acción piadosa con Mance Ryder a su relación con Stannis? El aspirante Baratheon es la búsqueda de poder a través del fanatismo y el sometimiento. Daenerys simboliza la firmeza ante la libertad, aunque ello implique equivocarse. Sansa es la reacción ante la sumisión. Varys y Tyrion son la clave de este episodio. El primero representa el idealismo; quiere lo mejor para Poniente (“una tierra donde los poderosos no se aprovechen de los débiles”) y algunos de sus pensamientos que se pueden aplicar a la actualidad: “Hemos crecido tan acostumbrados al horror que hemos asumido que no hay otro modo”. El segundo es el pragmatismo, con tintes de compasión y culpa.
Fiel a sí misma, Juego de tronos no necesita cambiar, no necesita innovar, nadie se lo pide... de momento. La maquinaria sigue bien engrasada.
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