Por Raquel Márquez
Todos hemos oído hablar del trastorno de la personalidad múltiple, desde El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde hasta Psicosis o El club de la lucha, pasando por el personaje de Gollum de El señor de los anillos e incluso el personaje interpretado por Jim Carrey en la comedia Yo, yo mismo e Irene, tanto literatura como cine nos lo han mostrado en más de una ocasión, sin embargo lo han hecho de forma exagerada.
Actualmente el trastorno de personalidad múltiple ha sido renombrado como trastorno de identidad disociativo y consiste en la presencia de dos o más personalidades, cada una de ellas con un patrón propio y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo. La persona adquiere más de una identidad (alter ego) que controla su comportamiento y cada uno de ellas desarrolla su propia relación con la realidad. El proceso es involuntario y la memoria asociativa se pierde, la persona es incapaz de recordar información personal importante debido a que se trata de acontecimientos que han ocurrido cuando otra de las identidades tenía el control. Es un trastorno que aparece en la infancia, nunca en la edad adulta, aunque persiste durante esta.
La disociación es un mecanismo de defensa psicológica que consiste en una ruptura con la realidad, aparece como defensa para poder sobrellevar el dolor y el miedo, es un modo de escapar de la realidad.
Causas
Para que aparezca el trastorno han de darse las siguientes características:
- Que la víctima tenga una predisposición psicobiológica para disociar como mecanismo de defensa.
- Que suceda un acontecimiento traumático que desencadene la disociación.
- Que sucedan traumas repetidos que encadenen las diversas disociaciones en una nueva identidad.
No todas las personas que han tenido un episodio disociativo como respuesta a un trauma desarrollan un trastorno de identidad disociativo, para ello es necesario que el trauma sea repetido a lo largo del tiempo.
La personalidad primaria o real tiende a ser pasiva y depresiva, mientras que las otras son más dominantes y hostiles. La identidad más pasiva es la que manifiesta amnesia en mayor medida y puede estar dirigida por la personalidad dominante, en caso de que sea consciente de su existencia. Actualmente tanto en el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) como en la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades), el TID se categoriza dentro de los trastornos disociativos, es decir, de aquellos que se producen por fallos en la integración de la conciencia, la percepción, el movimiento, la memoria o la identidad como consecuencia directa de traumas psicológicos.
Esta relación con experiencias traumáticas lo vincula con el trastorno de estrés postraumático (TEP), que se origina tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático en el que está en juego la vida de la persona. La situación traumática vuelve a re experimentarse una y otra vez a través de pesadillas o flashbacks.
Síntomas
Los síntomas de este desorden varían en dependencia del individuo, pero los más frecuentes son:
- Manifestaciones, creencias y actitudes múltiples muy disímiles unas de otras
- Distorsiones en el tiempo
- Pérdida de la memoria
- Despersonalización
- Miedos
- Paranoias
- Dolores de cabeza de origen desconocido
- Angustia y ansiedad
- Soliloquio
- Compulsiones
Se le asocia con antecedentes muy traumáticos, abusos infantiles o con problemas innatos de memoria disociativa. Hay teorías que plantean que los niños que han tenido experiencias muy difíciles en la infancia separan su conciencia de los traumas para poder sobrevivir a ello. Esa carga afectiva se deposita en el inconsciente, dando lugar a personalidades independientes. El proceso de disociación sería una respuesta defensiva ante nuevas condiciones de estrés.
Diagnóstico y Tratamiento
El número de diagnósticos de TID ha aumentado en los últimos años. Algunos profesionales lo atribuyen a una mayor conciencia del trastorno por parte de los clínicos, otros consideran que se debe a un sobre diagnóstico. Asimismo, también están los que opinan que existe una falta de formación sobre las manifestaciones del TID que lleva a que muchos casos no sean detectados. Según Kluft (1991), sólo un 6% de los casos de personalidad múltiple son detectables de forma clara. El tratamiento requiere años, para poder curarse la disociación de la identidad se necesita tratamiento terapéutico, uno centrado en integrar todas las personalidades hasta conseguir que funcionen como una sola. El tratamiento consiste en aliviar los síntomas que el trastorno causa, así como ayudar al paciente a enfrentar la angustia que este genera.
Es importante no confundir la personalidad múltiple con los diferentes roles que una persona puede desempeñar en su vida. Las personas que han sido diagnosticadas con personalidad múltiple suelen tener dos personalidades, una que suele ser más dominante que la otra por lo que toma el control de la realidad con mayor frecuencia.
El trastorno de personalidad múltiple o trastorno disociativo de la identidad, y habitualmente también conocido como desdoblamiento de la personalidad, no es un mito, hay pruebas clínicas que demuestran su existencia si bien no es aquello que cine y literatura han enseñado. Incluso hoy en día, tras investigar bien los trastornos y ser capaces de definirlos cada vez más, es difícil establecer un diagnóstico claro y evidente de este trastorno.
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