Por Patricia Baños
Lituania culminó el jueves su integración en la moneda única. Completó las dos semanas de doble circulación litas-euro, según sintetiza el gobernador del banco central, Vitas Vasiliauskas. Y consagró así su empeño de colocarse en el corazón de la UE, frente a las asechanzas de Rusia.
Con ello, las tres pequeñas repúblicas bálticas exsoviéticas militan ya en la eurozona, que tardará bastante en aumentar sus 19 socios: el próximo gran candidato, Polonia, tiene aún pendientes muchos deberes de modernización económica.
El ingreso de Lituania simboliza la constitución de los bálticos —Letonia y Estonia, pero también con la madrina norteña, Finlandia— en grupo de presión intraeuropeo: ocupan dos de las siete vicepresidencias de la Comisión.
Es un grupo forjado en el modelo de la austeridad presupuestaria sin paliativos. A ellos les ha dado buenos resultados macro: una deuda entre el 10% del PIB estonio y el 39% lituano; un crecimiento próximo al 3%.
Aunque con fuertes costes sociales. La prosperidad relativa sigue siendo muy inferior a la media de 28.500 euros anuales per cápita, sobre todo en Lituania (5.600 euros), donde ahora el alto Tribunal ha obligado al Gobierno a compensar los excesos de recortes practicados a pensionistas y funcionarios. Y el Estado del bienestar es precario. El seguro de paro es de 300 euros mensuales (hace poco, 190), igual que el salario mínimo.
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