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lunes, 7 de diciembre de 2015
El ex presidente de EEUU Jimmy Carter dice que no hay señales de cáncer en su cerebro
El ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, dijo el domingo que su último estudio cerebral no reveló señales de cáncer, pero destacó que seguirá con el tratamiento contra la enfermedad.
sábado, 22 de agosto de 2015
Artículo de Ciencia: Identificado el gen clave que impide que los lunares se conviertan en melanoma
Por Ramón Rey
Los lunares y manchas son tumores benignos presentes en la piel originadas por unas células productoras de melanina llamadas melanocitos. Es bien conocido desde hace años que una mutación en el gen B-RAF provoca que empiecen a crecer, siendo también una mutación de este gen la que produce los melanomas, la forma más peligrosa del cáncer de piel. Sin embargo en los lunares este crecimiento eventualmente se detiene, manteniéndose en un estado no-cancerígeno.
lunes, 13 de julio de 2015
Ivan Basso abandona el Tour al serle detectado un cáncer de testículo
Vía El Mundo
Tour de Francia 2015
El compañero de Alberto Contador en el Tinkoff y doble campeón del Giro de Italia será operado de inmediato.
Pau es la ciudad maldita del Tour. La caravana ciclista teme el paso por esta puerta de los Pirineos. Es el lugar de las malas noticias. Hace unos minutos se desveló la última. Ivan Basso tiene un cáncer en el testículo izquierdo.
Tour de Francia 2015
El compañero de Alberto Contador en el Tinkoff y doble campeón del Giro de Italia será operado de inmediato.
martes, 31 de marzo de 2015
Día Mundial Contra el Cáncer de Colon
Por Beatriz Camacho
Cada 31 de marzo se celebra el Día Mundial Contra el Cáncer de Colon. Este año 2015, la campaña de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), conocida como “Yo puedo salvarte la vida”, tiene como objetivo concienciar sobre la necesidad de formar parte del programa de detección precoz e informar a la sociedad sobre la importancia de este tipo de cáncer.
lunes, 16 de febrero de 2015
15 de Febrero: Día Internacional del Cáncer Infantil
Por Beatriz Camacho
Cada 15 de febrero se conmemora en todo el mundo el ‘Día Internacional del Niño con Cáncer’ como una forma de concienciar sobre la necesidad de un acceso rápido al diagnóstico y tratamiento adecuado y para reconocer el extraordinario desafío de vida que significa esta enfermedad en niños, adolescentes y sus familias. Si pudierais pedir un deseo, ¿cuál sería? Los jóvenes con cáncer y sus familiares nos muestran en este vídeo cómo dejamos escapar las cosas verdaderamente importantes.
El cáncer asusta porque la mayoría no sabe mucho sobre él y a todos nos da miedo lo desconocido. Independientemente de la edad en que aparezca, la vida te cambia de repente. Hay que enfrentarse con pruebas, tratamientos, ingresos en el hospital... Pero, ¿qué pasa cuando es un niño o un adolescente quien lo padece? Tener información sobre la enfermedad ayuda a perder el miedo y a afrontarla con realismo.
Cada año más de 250.000 niños en el mundo reciben un diagnóstico de cáncer –un caso infantil por cada 200 casos de cáncer en adultos– y se estima que unos 90.000 infantes mueren debido a esta enfermedad, a pesar de que la mayoría de los casos tienen cura. La supervivencia global de cáncer infantil está cerca de 80 por ciento. Sin embargo, es la primera causa de muerte infantil. La alta tasa de mortalidad, principalmente en países en desarrollo, responde a la falta de información y de diagnóstico temprano.
En España, cada año se diagnostican unos 1.500 casos de cáncer en niños y adolescentes. El 73 por ciento están libres de enfermedad a los 5 años del diagnóstico (Registro Nacional de Tumores Infantiles, 2003). La detección temprana es una de las claves principales para superar el cáncer, sobre todo si hablamos de cáncer infantil. En los países desarrollados cerca del 80 por ciento de los casos son curables, pero en los países sin recursos apropiados hablamos de un 10-20 por ciento por falta de cuidados médicos adecuados, diagnósticos tardíos y/o tratamientos ineficientes.
Tipos de cáncer infantil
A pesar de llevarse a cabo muchas investigaciones, las causas de la mayoría de los tumores en niños se desconocen y todavía es imposible prevenirlos. En la actualidad se realizan numerosos estudios y proyectos de investigación para intentar establecer los factores y las razones que provocan el cáncer y así mejorar las técnicas de diagnóstico y los tratamientos.
Los tipos más frecuentes de cáncer en la adolescencia son enfermedades hematológicas y tumores sólidos. Entre los primeros, el cáncer infantil más común es la leucemia y supone alrededor del 33 por ciento de los casos. La Leucemia Linfoblástica Aguda (LLA) es la más habitual en niños y compone el 80 por ciento de las leucemias infantiles. También encontramos casos de linfoma de Hodgkin y linfoma no-Hodgkin.
En cuanto a los tumores sólidos, el tumor óseo conocido como osteosarcoma es el más usual en niños y adolescentes. El Sarcoma de Ewing es el segundo tumor óseo maligno más frecuente. También encontramos casos de TSNC (Tumores del Sistema Nervioso Central) y el neuroblastoma es el tumor del tejido nervioso extracerebral más frecuente del niño.
Tratamientos
Cada enfermedad tiene su tratamiento específico y sigue un protocolo administrado en ciclos. Destaca la quimioterapia, la radioterapia, la cirugía y el trasplante de médula ósea. Este último se trata, en algunos casos, del primer tratamiento de elección para evitar una recaída, mientras que otras veces se utiliza cuando el primero no ha logrado la remisión o el cáncer ha reaparecido. Hay distintos tipos de trasplante: auto-trasplante, trasplante de donante emparentado, trasplante de donante no emparentado o trasplante de sangre de cordón.
Mi hijo tiene cáncer, ¿cómo se lo digo?
Que un niño o adolescente tenga cáncer es una experiencia dolorosa y desconcertante. La enfermedad y el tratamiento van a ser una experiencia traumática para toda la familia y, sin duda, será un periodo difícil en el que pueden aparecer muchas emociones, miedos y dudas. Por eso es fundamental no mentir al menor.
Ante todo, tiene que quedar claro que nada de lo que le haya pasado al niño es la razón de su enfermedad y que los padres no son los culpables. Al igual que los otros hijos no tienen por qué tener más probabilidades de desarrollarlo. Por otra parte, el cáncer no es una enfermedad contagiosa como, por ejemplo, la gripe. Al niño no le han trasmitido su enfermedad ni otras personas ni animales, y a su vez, él tampoco puede contagiarlo.
Desde el primer momento el menor es consciente de que “pasa algo raro”, aunque no sepa el qué. Por eso es conveniente informarle en seguida tras la confirmación del diagnóstico con un lenguaje claro y sencillo, adaptado a su edad y madurez. Lo mejor es que se lo digan sus padres y después acercarle a su médico animándole a que hable con él y le pregunte. Pero si no se ven capaces o les resulta demasiado difícil hablar con el pequeño, el médico puede ayudar, aunque siempre deberían estar presentes para apoyarle y compartir ese momento. Cuanto más tiempo pase sin decírselo, más imaginará cosas que pueden ser peores que la realidad.

Mientras hablamos con el niño es básico mantener contacto físico –sentarnos juntos, cogerle…– y visual, al igual que permitirle cualquier expresión emocional –tristeza, rabia, miedo– diciéndole que es normal que se sienta así en esta situación y ofreciéndole apoyo en todo momento. Si vemos posibles sentimientos de culpa se intentan eliminar y se aclaran los malos entendidos. Por ejemplo, puede que el niño crea que es un castigo por haberse portado mal o por no dejar sus cosas a sus hermanos.
En el caso de que tengan que ingresarle, una buena adaptación del menor a la hospitalización produce un importante beneficio físico y psicológico. Conviene que lleve juguetes u objetos que le den seguridad y que signifiquen algo para él. Es importante no mentirle al respecto porque solo conseguiremos que se sienta engañado y desconfíe de todos. Tampoco podemos prometerle algo si no sabemos con seguridad que se puede cumplir.
En general, la información que recibirá dependerá de lo que pueda comprender en función de su edad y madurez:
- Hasta los dos años: no entienden qué es el cáncer y lo que más les preocupa es la separación de sus padres, así como lo que pasa en el presente. Estaremos siempre junto a él y, cuando no sea posible, le daremos algún objeto o juguete que le dé seguridad. Seremos honestos, explicándole que algunos procedimientos médicos pueden parecerle dolorosos o molestos. Esto aumentará la confianza del niño. Es básico contarle todo lo que va a suceder de forma muy sencilla.
- Entre los dos y los seis años: comprenden qué es una enfermedad, aunque creen que siempre está causada por factores externos –virus– o por una acción concreta –me he portado mal, el otro día me caí–. El niño puede interpretar los mensajes no verbales de su entorno que le insinúan “que algo malo pasa”. Preguntaremos al niño qué piensa y qué siente. Le diremos que el tratamiento es necesario para eliminar la dolencia y que no es consecuencia de su comportamiento o de sus pensamientos. Seremos sinceros y le explicaremos la enfermedad en términos sencillos. Podemos usar los términos “células buenas” y “células malas” para explicar el cáncer pero no mentiremos ni fingiremos que no ha pasado nada.
- Entre los siete y los doce años: el menor ya tiene mayor conocimiento de su cuerpo. Entiende que la mejora aparece tras el tratamiento y colabora más. En estas edades explicamos de forma más detallada la enfermedad y los tratamientos, pero es conveniente relacionarla con situaciones que le sean familiares. No le mentiremos y siempre le daremos esperanzas realistas. Hay que animarle a expresar sus miedos y preocupaciones y hacerle saber que es normal que esté preocupado, nervioso o asustado.
- A partir de los doce años: cuando son mayores ya pueden comprender la complejidad del cáncer y su tratamiento. Los adolescentes suelen pensar en los síntomas y las limitaciones que perciben en su vida cotidiana. Pasarán por los periodos de ambivalencia característicos de su edad. Aunque necesitan ser tratados como un adulto, también precisan el apoyo, cariño y seguridad que los padres les proporcionan. Permaneceremos cercanos, disponibles para hablar con él, pero no le agobiaremos si no desea hacerlo. Le apoyaremos para que se sienta seguro expresando sus sentimientos y también expresaremos los nuestros, facilitando la comunicación familiar. Favoreceremos su participación respecto a la información que necesita y en la toma de decisiones.
Cómo puede afectar el cáncer al menor
El niño con cáncer se enfrenta a un amplio abanico de emociones: miedo, ira, soledad, depresión o ansiedad. El impacto emocional y las estrategias de afrontamiento que utilice variarán según su nivel de desarrollo. Probablemente se preguntará si va a morir, estará angustiado o preocupado y puede comportarse de un modo diferente y extraño. Necesita tiempo para adaptarse a los cambios que se producirán en su vida y para expresar sus miedos y preocupaciones. Según los resultados de un estudio prospectivo, inmediatamente después del diagnóstico experimentan más ansiedad, dependencia, llantos y problemas de sueño, y sus padres más ansiedad, tensión e insomnio que la población general.
Es natural que los familiares estén preocupados pero no deben atosigar al menor con preguntas ni controlar excesivamente todo lo que haga. Lo importante es demostrarle disponibilidad para conversar siempre que tenga la necesidad de hablar o preguntar. No obstante, los límites y la educación no deben cambiar. El cáncer puede hacer más difícil mantener la disciplina, y no conservar unas normas marca todavía más las diferencias entre él, sus hermanos y sus amigos. Tolerar comportamientos que antes no se permitían, hacer excesivos regalos y tener atenciones especiales son algunos ejemplos de conductas frecuentes que le llevan a pensar “que algo raro está pasando” y que le harán sentir cierta inseguridad.
Durante el tratamiento es común que surjan comportamientos negativos extremos, gritos, oposición, resistencia general y poca colaboración con el personal sanitario ante procedimientos potencialmente estresantes –como radioterapia, quimioterapia o extracciones de sangre– que a veces se consideran más dolorosos que el propio cáncer. Los trastornos del sueño –alteraciones del ritmo de sueño– o la fatiga –preocupaciones y miedo por el cáncer o ansiedad por el futuro– son frecuentes a causa del dolor.
Los problemas de ansiedad se manifiestan por diversos motivos pero destacan las frecuentes hospitalizaciones que suponen una ruptura en sus hábitos y su vida cotidiana, la separación de sus padres y hermanos y el miedo a la muerte. Al igual que temen a las curas, a las batas blancas, a los instrumentos y procedimientos médicos, a la toma de determinados fármacos, al sueño y al dolor. También pueden mostrar un bajo estado de ánimo y pocas fuerzas para afrontar la enfermedad. La depresión se puede manifestar con llantos frecuentes, tristeza, irritabilidad, aislamiento, falta de interés por las actividades de juego, problemas de sueño…
Los cambios físicos que perciben durante esta experiencia –pérdida del cabello, variación de peso– pueden amenazar su autoestima y favorecer la aparición de problemas en sus relaciones sociales. Las visitas continuadas al hospital suponen la separación de sus compañeros y amigos, lo que dificulta sus relaciones y puede generar su aislamiento. Por eso, mantener la relación con el colegio y con sus compañeros y amigos permite al menor con cáncer el contacto con su vida cotidiana e incrementa la esperanza de sentirse bien y de curarse.
Las repercusiones del cáncer infantil y las necesidades de estos niños y de sus familias justifican la intervención psicológica, durante la fase de diagnóstico y de tratamiento, con el fin de dotar a los menores y a las familias de información y estrategias de afrontamiento apropiadas para hacer frente a esta situación. Sobre todo, no hay que dudar en solicitar ayuda de un profesional si observamos comportamientos como:
- En niños pequeños:
o Preocupación o ansiedad excesiva que puede exteriorizarse en negarse a ir al hospital, a acostarse para dormir o a participar en actividades propias de su edad.
o Apatía o desinterés para jugar o realizar actividades que antes le gustaban.
o Pesadillas persistentes.
o Desobediencia y conducta provocativa hacia las figuras de autoridad.
o Rabietas habituales e irritabilidad constante.
o Cambios importantes en el rendimiento académico.
- En pre-adolescentes y adolescentes:
o Dificultad para enfrentarse a la enfermedad y los tratamientos.
o Cambios significativos en hábitos de sueño o de alimentación.
o Miedo intenso a los tratamientos o procedimientos médicos.
o Estado depresivo manifestado por una actitud negativa y acompañado de falta de apetito, dificultad para dormir, tristeza e ideas relacionadas con la muerte.
o Cambios evidentes en el aprendizaje en la escuela.
o Abuso de drogas o de alcohol.
o Arranques de ira o malhumor frecuentes.
o Indiferencia respecto a la escuela y aficiones anteriores.
o Evitación de la relación con sus compañeros, amigos... o establecimiento de relaciones conflictivas.
Más información en Día Mundial contra el cáncer
miércoles, 4 de febrero de 2015
Día Mundial contra el Cáncer
Por Beatriz Camacho
¿Conoces a alguien cercano que ha vivido el cáncer? Seguro que sí. Sea en primera persona, en la familia o en algún amigo, es muy frecuente encontrar esta enfermedad en nuestro entorno. El cáncer es una de las principales causas de muerte en España, sobre todo el cáncer de pulmón, estómago, hígado, colon y mama, a pesar de que aproximadamente el 40 por ciento de los casos se podrían evitar.
En el año 2000 se estableció el día 4 de febrero como ‘Día Mundial Contra el Cáncer’ con el objetivo de aumentar la concienciación y movilizar a la sociedad para avanzar en la prevención y el control de esta enfermedad. El lema para 2015 es ‘A nuestro alcance’.
Uno de cada tres varones y una de cada cuatro mujeres tendrá cáncer a lo largo de su vida. Si bien la cifra de casos aumenta cada año en España, la mortalidad es menor debido al diagnóstico precoz y a los avances científicos y tecnológicos sobre aparición, desarrollo y crecimiento del cáncer, que mejoran el tratamiento oncológico. En la actualidad, cerca de 8,4 millones de personas con cáncer viven. Cada vez son más los que salen adelante y superan esta dolencia. Querer es poder y es esencial tener un objetivo enfocado hacia la meta.
Existen más de 200 tipos de cáncer y cada uno puede tener características completamente diferentes al resto, con una causa, una evolución y un tratamiento específicos. Pero todos tienen algo en común: es un proceso de crecimiento anómalo y desordenado de células cancerosas capaces de multiplicarse y que pueden invadir un tejido próximo y desplazarse sin control a otras zonas del cuerpo (metástasis).
La clave está en la prevención
Sufrir cáncer es consecuencia de la combinación de múltiples factores. La mejor terapia es la prevención. La prevención primaria se realiza en la fase prediagnóstica del cáncer y consiste en informar y crear programas de actitudes y comportamientos saludables para reducir la aparición de esta enfermedad. Son campañas de formación y educación para la salud, basadas en adoptar hábitos sanos de alimentación, evitar el sedentarismo y el consumo de tabaco y alcohol, adquirir conductas saludables como las revisiones médicas y tener en cuenta otros factores de riesgo como el estrés y los antecedentes familiares.
La prevención secundaria se centra en la detección precoz y en la información adecuada para el paciente, su familia y el personal sanitario durante la fase diagnóstica. Mientras que la prevención terciaria trata la fase postdiagnóstica y se basa en mejorar la calidad de vida del paciente, su adaptación y rehabilitación, la adherencia al tratamiento y las intervenciones psicológicas necesarias ante las circunstancias generadas por la enfermedad como depresión, ansiedad, expresión y apoyo emocional, dolor, cuidados paliativos…
En definitiva, la prevención tiene dos objetivos:
- Disminuir la incidencia. Cerca del 75-80 por ciento de los cánceres pueden atribuirse a factores externos que, comúnmente, se pueden modificar para reducir el riesgo de desarrollar un cáncer.
- Disminuir la mortalidad. Detectar el cáncer en sus etapas más tempranas y aplicar tratamientos específicos más sencillos y eficaces.
Afrontando el cáncer
El cáncer no es solo una enfermedad física y enfrentarse a ello no es fácil. La forma en que afecta a cada persona es diferente aunque las emociones que sentimos suelen ser comunes en todos. El impacto del diagnóstico, los tratamientos, las revisiones periódicas... cada uno responde y afronta de manera distinta la enfermedad. Hay tantas reacciones como personas, por lo que hablamos de Psicología Diferencial.
Cada uno tiene su forma de ser, sus creencias y valores, su modo de enfrentar los problemas y su perspectiva del mundo. El poder de la mente tiene una gran importancia sobre el cuerpo y la salud. Aristóteles ya definió cuerpo y alma como una sola unidad y, hace más de 130 años, el médico francés Claude Bernard acuñó la famosa frase “no hay enfermedades sino enfermos”. Diferenciamos entre “ser” y “estar” enfermo. No es lo mismo pensar “soy un enfermo” que “tengo una enfermedad”.
El cáncer supone serias consecuencias para la persona y su familia a nivel emocional, laboral, económico y social. La mayoría sufre un shock emocional ante la incredulidad de recibir un diagnóstico de cáncer. De ser alguien sano, con sus ocupaciones y sus problemas cotidianos, se pasa a ser un individuo con una grave enfermedad. Es una situación inesperada, un cambio importante en nuestra vida que necesitamos asimilar.
Es natural que broten emociones negativas, ya que son parte del proceso de adaptación y poco a poco se atenuarán. Algunas personas se ponen nerviosas e irascibles y otras se sienten tristes o se encierran en sí mismas. Las emociones más comunes son tristeza, cólera, miedo, confusión y desesperanza. En general, la primera reacción es de ira, después viene la ansiedad y como tercera reacción tenemos una disminución del estado de ánimo.
¿Voy a morir? ¿Por qué me ha ocurrido a mí? Son preguntas muy habituales, ya que la incertidumbre sobre el futuro es posiblemente la sensación que mejor define esta experiencia. Inevitablemente, pensar en la muerte produce desasosiego, angustia, temor e infinidad de intensas emociones y pensamientos. En los casos de recaída –reaparición del tumor maligno tras un periodo más o menos largo de ausencia de la enfermedad– se experimentan emociones similares o más intensas a las que surgieron con el primer diagnóstico.
Es necesario hablar del cáncer para externalizar nuestras emociones y compartirlas con la familia y los amigos. La comunicación ayuda a nuestros seres queridos a conocer cómo nos sentimos, entender nuestros miedos y preocupaciones y, sobre todo, les permite ayudarnos y sentirse útiles durante el transcurso de la dolencia. Del mismo modo, nos ayuda a desahogarnos, a sentirlos más cercanos y a creer que no estamos solos.
Además, mientras sea posible, hay que conservar la autonomía personal para evitar la aparición de conductas depresivas y del sentimiento de creerse una carga para la familia o el entorno. Se trata de obtener una mejor calidad de vida para todos. Las reacciones de ansiedad, depresión, inseguridad, miedo a la enfermedad y al rechazo y las alteraciones de la imagen corporal, que llevan al deterioro de la autoestima, suponen una significativa barrera en dicha autonomía.
La psicología dentro del tratamiento oncológico
Los principales tratamientos para combatir al cáncer son la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia. Su eficacia está comprobada científicamente, a diferencia de los tratamientos alternativos, que no está demostrada.
Desde la Psicología de la Salud se llevan a cabo programas de preparación para las intervenciones de cirugía. El tratamiento de la ansiedad prequirúrgica conlleva una disminución del tiempo de hospitalización, una menor medicación y una mayor recuperación. La psicología actúa evitando las consecuencias negativas emocionales y los problemas de autoimagen y de adaptación al medio que derivan de la cirugía.
También hay que mencionar que, tras varias sesiones de quimioterapia, la ansiedad anticipatoria hace que los pacientes manifiesten los efectos secundarios de la quimioterapia antes de hacerla. Incluso algunas personas se niegan a realizarla porque la anticipación de la sintomatología negativa es muy grande.
Por otra parte, estudios elaborados con pacientes oncológicos afirman que aproximadamente un 30 por ciento muestra cierto grado de afectación psicológica que requiere tratamiento profesional. Las perturbaciones también pueden darse en las relaciones interpersonales a nivel familiar, de pareja y sexual o de reincorporación al puesto laboral.
Fase terminal: cuidados paliativos
La atención apropiada de afectados por cáncer continúa siendo un importante desafío para la salud pública. La etapa terminal se caracteriza por un intenso sufrimiento y una alta demanda asistencial. En España se ha producido un rápido crecimiento de programas y servicios de cuidados paliativos como respuesta a la gran demanda y al creciente interés del sistema sanitario para responder a la misma.
Cuando no hay cura, se puede cuidar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define los cuidados paliativos como un “enfoque que mejora la calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades amenazantes para la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento por medio de la identificación temprana e impecable evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas, físicos, psicológicos y espirituales”.
El objetivo fundamental es aliviar el sufrimiento y mejorar en lo posible la calidad de vida de estos pacientes, con especial énfasis en el periodo agónico, y teniendo en cuenta a los familiares en el proceso de duelo cuando sea necesario. Si bien la muerte forma parte de la vida, no es lo mismo enfrentarse a ella en uno u otro momento determinado del ciclo vital, ni para el paciente terminal ni para sus seres queridos.
Desde la psicología buscamos que acepten la muerte como un acto vital más, una parte del proceso, y no como un fracaso. La respuesta psicológica depende de la personalidad, las características de la enfermedad y los factores socioculturales de cada persona, pero siempre implica un proceso de duelo por etapas que abarca el sentimiento de pérdida y una resolución anticipada porque ya se espera con antelación la defunción. Estas fases son:
1. Negación: “esto no puede pasarme a mí”. La persona se aísla y rechaza la realidad. Implica ansiedad y la duración de esta etapa nos indica la dificultad de la persona para afrontar el fallecimiento.
2. Ira: “¿por qué a mí?”. El individuo se hace cargo de la situación y manifiesta ira, hostilidad y resentimiento que puede desplazar hacia los demás.
3. Negociación: “Si solo pudiera tener más tiempo...”. La persona tiene la esperanza de retrasar la muerte a cambio de promesas.
4. Depresión: “voy a morir, ¿qué sentido tiene?”. El avance de la enfermedad y del deterioro del paciente favorecen la aparición de síntomas depresivos ante la próxima muerte. Es muy importante expresar la pena y eliminar las falsas esperanzas.
5. Aceptación: “Esto tiene que pasar”. Con el tiempo, se asume y se acepta la idea inevitable de morir y se busca el apoyo de los familiares.
Las prioridades de los pacientes son: tener los síntomas aliviados, evitar una prolongación inapropiada de su situación, tener una sensación de control en la toma de decisiones, no ser una carga y estrechar los lazos con sus seres queridos. Los últimos días en la vida del paciente terminal requieren una atención especial. Hay que potenciar el bienestar y el confort físico, emocional y espiritual, fomentar la obtención de una muerte digna y en paz y a apoyar a familiares y cuidadores para que el recuerdo de esta fase sea lo más positivo posible.
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