La situación actual está siendo difícil para el pueblo venezolano. El mundo se solidariza con un país dividido políticamente, que hoy ve a su gente enfrentándose en las calles. Sin embargo, y aunque es casi imposible observar la situación sin posicionamientos, intentaremos plasmar las dos caras de este conflicto.
Es cierto que Venezuela es un país con indicadores económicos preocupantes como consecuencia de la política aplicada en esta materia desde que se asentó el gobierno de Hugo Chávez. Los ciudadanos han visto girar sus tradiciones de libre mercado y competencia hacia un restrictivo y fallido modelo económico. También es cierto que muchos venezolanos han tenido que salir de su país en busca de territorios que les permitan seguir viviendo como antiguamente lo hacían. Colombia ha sido receptor de varios de ellos. Tampoco se puede negar el maltrato que han padecido los medios de comunicación, que durante los últimos años se han visto en la necesidad de cerrar o, en su defecto, han tenido que dejar de informar.
Todo lo anterior y mucho más es cierto, pero es necesario saber cuáles son las otras realidades que se viven en Venezuela para hacer un análisis juicioso de la problemática.
A pesar de las manifestaciones de estos días, hay una población que ya en varias oportunidades se ha expresado en las urnas y eligió al gobierno de Maduro, heredero del chavismo. También es verdad que los mecanismos utilizados para lograr esos apoyos han sido populistas y poco deseables. Pero más allá de eso, hay un sector importante de la población que está contenta con el Gobierno y sus políticas.
En ese orden de ideas, más allá de defender una política o una forma de Gobierno, es importante ver que además del pueblo que hoy vemos que se manifiesta en las calles de Caracas, hastiado de su situación, también hay un pueblo que está contento con lo que le han ofrecido.
Entonces, más allá de todo, esa es la realidad en Venezuela nos guste o no: hay un Gobierno elegido popularmente por un poco más de la mitad de la población, que la otra mitad no puede pretender desconocer y querer sacar así como así. Es la tiranía de las mayorías, pero es uno de los ingredientes de nuestras mal diseñadas democracias, tanto latinoamericanas como europeas (España, más concretamente).

Apelar a la comunidad internacional, como lo han querido muchos, es una apuesta arriesgada pues poco o nada podría hacer. Estados Unidos hace mucho dejó de preocuparse por América Latina. Por otro lado, el “realismo” se apodera de las diplomacias latinoamericanas, lo que hace que se permita que en los asuntos internos de cada país nadie se meta.
Lo que está sucediendo en Venezuela es el resultado de lo que hicieron y dejaron de hacer todos, y por tanto todos tienen un grado de responsabilidad y es momento de asumirlo. Por ello lo más sensato sería sentarse a dialogar y pensar en aquellas transformaciones posibles a través de la mejor arma del ser humano: la deliberación.
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