Esta entrevista parecía que iba a quedar reducida a un reportaje. El titular: Jill Abramson tiene dolor de garganta.
Igual que el que Gay Talese puso en su perfil de Frank Sinatra en 1966.
Durante seis meses, Talese persiguió a Sinatra. Y nunca le entrevistó. Y
Eso sí, de ahí salió uno de los reportajes más memorables del siglo XX:
Frank Sinatra tiene dolor de garganta. Un artículo que, precisamente,
está entre los que Jill Abramson analiza en http://english.fas.harvard.edu/faculty/abramson/ el curso que da en la Universidad de Havard desde que fue inesperadamente despedida del New York Times en mayo de 2014.
A Abramson, ELMUNDO.es no la persiguió durante seis meses, como
Talese a Sinatra. Solo durante tres días, en dos ciudades: Boston y
Nueva York. Una tormenta de nieve histórica fue la causa de esa
persecución de más de 1.100 kilómetros, con Washington como punto de
partida. Y con un último enredo en TriBeCa, el barrio donde vive
Abramson en Nueva York, cuando el periodista confundió la casa de
Abramson con la de la ex supermodelo Christy Turlington.
Solo cuando la ex directora del New York Times, ex jefa de la delegación de ese diario en Washington y ex número dos del Wall Street Journal en la capital estadounidense bajó de su casa a rescatar al enviado de ELMUNDO.es quedaron todos los problemas resueltos.
Abramson, que cumple 60 años el mes que viene, ha venido a España
invitada por la Universidad de Navarra para participar en conversaciones
con, "un evento anual que tiene como objetivo reflexionar y celebrar la
misión del periodismo en la sociedad democrática". Es la primera visita
a España de la ex directora del New York Times, que, cuando dio clase en Yale, tuvo a un alumno que había estudiado en Navarra.
Los últimos nueve meses de la vida de Abramson han sido complicados. En mayo, el editor del New York Times,
Arthur Sulzberger, la cesó súbitamente. Diferencias sobre la gestión de
la redacción, machismo, falta de sintonía o el presunto mal carácter de
Abramson han sido algunas de las posibles explicaciones barajadas en
EEUU.
¿Por qué la echaron del 'New York Times'?
¿Por qué me echaron? Pregúntele al que me echó.
Nunca quedó muy claro...
¿Por qué cree que le he dado esa respuesta?
¿Fue duro?
No voy a hablar más de eso. Pasó hace mucho. No tengo más que decir sobre eso.
En septiembre, usted dio una entrevista a 'Cosmopolitan' en la que
decía que lo primero que hace por la mañana es leer la edición impresa
del 'New York Times'. ¿Por qué no la edición 'on line'?
Bueno, no todos los días, porque estoy entre tres ciudades-Nueva
York, Boston y la casa de mi marido en Connecticut-, y solo tengo
suscripción en la primera de ellas. Así que, cuando estoy aquí, en Nueva
York, disfruto leyéndolo en papel. Es algo que no había hecho en años, y
me gusta.
Es extraño, pero, cuando solo lees periódicos en versión digital, echas
de menos la edición impresa, a pesar de que Internet es más eficiente.
Hoy, en la primera página había una historia sobre los hispanos que, a
pesar de que había leído con mucho cuidado el periódico online en su
app, no había visto. O sea, que había perdido una de las principales
historias. Así que en el periódico online es más fácil que se me pasen
noticias importantes. Pero en el papel, no. En el papel tropiezas con
cosas que no ves en el periódico en Internet. Otra cosa que también me
pasa es que recuerdo mejor lo que he leído en papel.
En internet, además, me da la impresión de que no acabo nunca. Siempre
hay más cosas que leer.
Ahora usted va a empezar una 'start-up'.
Sí. Es una idea muy simple. Vamos a publicar una sola historia al
mes. Una historia que va a ser fantástica, tremenda. Algunas serán
multimedia, aunque todo el medio será digital. Espero que pronto podamos
anunciar quiénes van a ser nuestros socios.
Con una suscripción de 2,99 dólares (2,64 euros) al mes.
Steve Birell es la persona que lleva la parte de negocio. Yo no sé
las cifras exactas. Pero será una pequeña suscripción mensual.
Hay una frase que dice que "si puedes trabajar con Steve Brill, puedes trabajar con cualquiera".
Fue uno de mis primeros jefes [en The American Lawyer].
Ahora usted va dirigir un medio pequeño e independiente. ¿Va a ser
más difícil resistir presiones que al frente de un periódico de
referencia como el 'New York Times'?
No lo creo. Brill y yo tenemos mucha credibilidad.
¿Corren los periódicos el peligro de convertirse en un juguete de multimillonarios?
No es un peligro en sí mismo. No lo ha sido en el caso del 'Washington Post'. Al contrario. Y sí ha sido muy malo en el Philadelphia Enquirer, Los Angeles Times o el Chicago Tribune.
Si un multimillonario hace lo que ha hecho Jeff Bezos [el fundador de Amazon] desde que compró The Washington Post
en 2013, estoy dispuesta a besarle los pies. O sea: invertir en el
medio, contratar a gente eficaz, tener una redacción dinámica, innovar.
Sam Zell, sin embargo, arrasó el grupo Tribune [dueño, entre otros, de Los Angeles Times y Chicago Tribune].
Y lo único que tiene un medio de comunicación es su credibilidad.
Cuesta mucho crearla y es muy fácil destruirla. Ahora, esos grandes
periódicos están luchando para volver el prestigio que tenían antes.
¿Qué le parece el 'Wall Street Journal' desde que Murdoch lo compró?
Me gusta mucho lo que Rupert ha hecho con él. Al principio me
incomodó el cambio de diseño. Pero me he acostumbrado. Hoy venía una
noticia en primera página sobre algo que nadie más ha visto: cómo China
está tratando de reforzar su influencia en Afganistán. La vi y me dije:
"Caray, ahí tienen gente que piensa".
Muchos-incluyendo usted-han dicho que en el mundo actual, en el que
los periodistas tenemos que escribir para el papel y para las versiones
'on line', se corre el peligro de que la información acabe siendo un
'refrito' superficial de lo que está en Internet.
Yo creo que, si no hay una búsqueda de noticias suficiente, si no
hay bastante gente saliendo a la calle a buscar los hechos, y a contar
la verdad, la profesión puede estar en peligro.
¿Sintió usted ese peligro en el 'Wall Street Journal' o en el 'New York Times'?
No. Son dos publicaciones de gran calidad.
Ambos periódicos cobran por sus ediciones 'on line'. ¿Está el
público dispuesto a sostener a todos los grandes medios de comunicación
que hay?
No a todos. Pero el Wall Street Journal y el New York Times
siguen ofreciendo información única de calidad que no puede encontrarse
en ningún otro sitio por la que la gente sigue dispuesta a pagar.
¿Es posible para los medios tradicionales hacer la transición?
Desde luego. Creo que tanto el Wall Street Journal como el New York Times son buenos ejemplos de ello.
¿Sobrevivirán los periódicos?
No creo que eso sea lo importante. Lo importante es que el
periodismo de calidad sobreviva. No importa si es en la forma de un
periódico o lo que sea. La clave es cuánto periodismo de calidad va a
haber en un mundo obsesionado por los clicks.
En EEUU les ayudan las suscripciones. Pero en Europa en general-y más aún en España-no hay apenas tradición de suscripciones.
Sí. La venta en quioscos no es un canal de distribución que tenga
éxito para los periódicos en ninguna parte. Es para las revistas. El
problema de los periódicos en EEUU es que tienen una gran
infraestructura para llevar los periódicos a la casa de cada lector,
pero esos lectores están envejeciendo. O sea, que su base de lectores
está achicándose poco a poco. Mis dos hijos, que tienen treintaypocos,
nunca leen el periódico en papel. Hasta se ríen cuando recorto un
artículo y se lo doy para que lo lean. Me dicen cosas como "ya leí eso
hace dos semanas", o "no quiero cargar con un papel". Ninguno de mis
estudiantes en Harvard quiere leer nada impreso en papel. Leen online
hasta los periódicos y revistas de la universidad.
Entonces ¿corren las ediciones impresas el peligro de quedarse en algo para un público maduro?
Para un público muy bien educado y económicamente de clase
media-alta, pero sí, cada vez más envejecido. Pero mire a la televisión
en EEUU. La edad media de algunas cadenas, como Fox News, es de...
¿cuánto? ¿70 años?
¿Y el papel? Richard Tofel, de la web de investigación ProPublica y
ex directivo de 'The Wall Street Journal', me dijo que, en la próxima
recesión, la prensa en papel desaparecerá.
Pienso que está equivocado, que durarán mucho tiempo. Sigue habiendo
mucha gente que quiere leer prensa en papel. Cientos de miles de
personas siguen recibiendo el New York Times en su casa.
En su periodo como directora ¿sintió la presión para incrementar el
número de 'clicks', de visitas a la web del 'New York Times'?
La verdad es que no. El periódico tiene un equipo formidable para
mejorar titulares y expandir su papel en las redes sociales. Yo tenía
que saber de eso, pero no sentí presión.
En 2010, usted estuvo durante seis meses como directora de contenidos de la web del periódico. ¿Fue un aprendizaje duro?
Al principio, la curva de aprendizaje fue muy empinada. Tuve que
aprender sobre la marcha un montón de cosas. Desde luego, no he
aprendido a programar.
¿Qué quería aprender cuando aceptó ese cargo?
Quería saber si en el Times podríamos unificar nuestra
redacción, de modo que la misma gente pudiera producir noticias en
cualquier plataforma, digital o impresa. Cuando empecé, estaban
separadas. Cuando acabé, estaban unidas.
¿No fue agotador?
Es probablemente la cosa más difícil y dura que he hecho en el New York Times,
porque mucha gente en la redacción no quería hacerlo. Lo que lo hizo
posible fue el apoyo total de Bill Keller [el director] y Arthur
Sulzberger [el máximo responsable del diario y representante de la
familia que siempre había tenido el mayor paquete accionarial de la
empresa que publica el periódico hasta que el mes pasado el mexicano
Carlos Slim les arrebató ese puesto].
¿Deberían tener los medios de comunicación más ingenieros, o más gente que sepa programar?
Necesitan expertos en diseño y en tecnología que sean parte de la
creación del producto. Eso es complicado, porque tradicionalmente la
gente de tecnología estaba en el lado empresarial. Ahora eso se ha
acabado. Para los periodistas es difícil, porque tienen que aprender a
trabajar en equipos que tal vez incluyan a ingenieros o a gente del
mundo de la tecnología. Pero sin esos equipos no hay buen periodismo hoy
en día.
¿Y los periodistas? ¿Deberíamos saber programar?
No necesariamente. Programar es complicado. Pero sí creo que los
periodistas deben saber algo de programación, de qué es y de qué papel
juega en la producción de una historia.
Cuando usted fue directora del 'New york Times', Nate Silver estaba allí.
Se dice que Silver provocó mucha oposición en la redacción por sus análisis estadísticos [Silver tenía un blog, Fivethirtyeight, en el que analizó la campaña electoral de 2012 exclusivamente en función de estadísticas. En 2013 dejó el diario y montó su propia web, con el mismo nombre].
Es cierto. Nunca puedes tener contento a todo el mundo. Pero Nate
hizo una contribución muy significativa al periódico. Mi perspectiva es
que su trabajo recibía mucha más atención cuando lo publicaba el 'Times'
que ahora.
Todo esto tiene que ver con la explosión del periodismo de datos.
Es algo que no me entusiasma en general. Me parece aburrido a veces,
y demasiado lejano del lector de a pie. Me parece que es la moda del
año, igual que el periodismo ciudadano fue la moda antes.
¿Y el periodismo explicativo? ¿Webs como Vox, del ex Washington Post Ezra Klein y el ex 'Slate' Matt Yglesias?
Me gusta más, pero no soy una lectora habitual de 'Vox'.
La Casa Blanca está usando cada vez medios directos, como YouTube o sus propios blogs, para acceder a la audiencia.
Es una política inteligente.
También es un golpe más para los medios de comunicación. Hablando de la Casa Blanca, usted fue jefa de la delegación del
'Times' en Washington en el 11-S y en la época en la que el Gobierno de
George W. Bush preparó la invasión de Irak. Algunas noticias que luego
resultaron ser filtraciones interesadas salieron de su oficina. Mirando
en perspectiva, ¿qué pasó?
Algo muy lamentable: los medios no fuimos lo suficientemente
escépticos. Yo he pensado mucho, mucho sobre ello. Después del 11-S,
cuando nuestro país fue atacado, los medios de comunicación nos sentimos
patriotas, protectores de nuestro país, y no hicimos preguntas
difíciles. Y no se nos ocurrió que el Gobierno mintiera. La gente tenía
miedo. Aquella obsesión con las alertas de colores... recuerdo que tras
el 11-S un colega de la redacción del periódico en Nueva York vino a
Washington porque su hermano había muerto en el ataque al Pentágono.
Recuerdo cómo esperaba día tras día, y cómo cada día las esperanzas de
que estuviera vivo iban reduciéndose.
El 11-S ¿fue una situación excepcional?
Sí. Pero lo que pasó no debería haber pasado.
¿Hubo autocensura, consciente o inconsciente?
No lo creo. Creo que hubo demasiada atención en el peligro que el terrorismo suponía para el país.
Lo más llamativo es que aquella extraña 'luna de miel' fue entre una
prensa y un Gobierno que odiaba a esa prensa. Y en particular, a su
periódico. Recuerdo mítines del máximo estratega electoral de George W.
Bush, Karl Rove, en los que se dedicaba a reírse del 'New York Times'.
¿Cómo fue aquéllo?
No marcó mucha diferencia. En un momento dado, el vicepresidente
Dick Cheney nos echó de su avión. Así que volábamos en vuelos
comerciales y cubríamos sus eventos.
Dicen que el Gobierno de Obama es aún más duro con la prensa.
Es más secretista. Ha perseguido, con procesos penales, a más casos
de filtración en los que había periodistas involucrados que ningún otro
Gobierno en la Historia.
Usted ha declarado que, como directora del 'New York Times',
cualquier Gobierno de EEUU, sea del partido que sea, le iba a llamar y
decirle: "Si publicáis eso, tendréis sangre en vuestras manos".
La gente en el Gobierno de Obama ha ido demasiado lejos a la hora de tratar de impedir historias.
Tradicionalmente, los medios de comunicación hemos tenido un
concepto de la información como algo que es de nuestra propiedad. ¿Cómo
encaja eso con el nuevo modelo de compartir, de 'menear' contenido en
las redes sociales?
Sí. Pensamos "ésta es la posición del periódico", o "ésta es mi
firma". Y ahora estamos entrando en un territorio inexplorado. Nadie
puede discutir que estamos en un momento de transición.
¿Qué medios 'tradicionales' están haciendo cosas interesantes en esta transición?
NPR [la radio pública de EEUU]. Me fascinó la popularidad de su podcast Serial,
porque los seriales son un modelo viejo. Pero NPR cogió a un millón de
oyentes con él en nada de tiempo. Creo que tienen muchos programas
interesantes, y que se han mantenido leales a sus principios de calidad.
Las divisiones de noticias de CBS y NBC están tratando de mantener la
calidad, aunque están bajo una tremenda presión para ser entretenidas.
Y mantener el balance entre entretenimiento e información en una
emisora de televisión o de radio es tremendamente difícil. Presto
atención a Reuters, a la BBC y, por supuesto, al New York Times.
Y al 'Wall Street Journal'.
Sí, claro. Pero lo considero más prensa económica, no general. Sigo a diario el Wall Street Journal y trato de leer el Financial Times, pero no los considero generalistas. Por eso creo que hay un espacio en Internet para medios de comunicación como el New York Times,
que dan una visión de conjunto de lo que pasa. Algo con un principio y
un final, en cuyo criterio confío.
Con Internet, hay gente que quiere leer solo cosas muy concretas. Hay
gente que quiere leer solo links que les pasan sus amigos. Pero también
hay gente que quiere un resumen fiable de las cosas que pasan. Si no, es
inabarcable. El otro día, en el tren, me puse a mirar The Marshall Project (la web de periodismo legal; fundada por su predecesor en la dirección del New York Times,
Bill Keller), y me quedé alucinada de la cantidad de historias
fenomenales que había. Ahora bien ¿tengo tiempo para visitar esa web con
frecuencia? No.
¿Qué le parecen los emails que mandan muchas organizaciones por la
mañana con las 10 noticias más importantes del día, o las 5 cosas a las
que no puedes dejar de prestar atención hoy?
Me paso 10 minutos toda la mañana tirando a la basura esos emails. Pero también tengo que admitir que algunos los leo.
Entonces, ¿es Buzfeed el futuro?
Buzzfeed hace
cosas fantásticas. Es una combinación formidable, porque ofrece también
un periodismo político excelente y un periodismo de investigación de
gran calidad. Yo sería la última persona en criticar a Buzzfeed.
- Buzzfeed ha sido comparado con una televisión: mucho entretenimiento y luego una serie de noticias serias.
- Creo que es más complicado. Lo que Jonah Peretti [el consejero delegado y fundador] entiende es qué cosas hacen a la información 'compartible' ('shareable'), o sea, qué hace que la gente quiera compartir algo online. Ése es el modelo de Buzzfeed: un modelo social.
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