Por Mati Cardeñas
La delincuencia alrededor del mundo, la maldad, los delitos cometidos de y hacia la sociedad, forman parte de la actualidad que vivimos. Robos, asesinatos, violaciones, malos tratos, asaltos, secuestros…y otros formas de hacer daño, son el pan nuestro de cada día.
Sin entrar demasiado en la crisis actual, el terror y la ansiedad producidos por los ataques alrededor del mundo que estamos sufriendo y, mandando desde aquí nuestro apoyo a todas las víctimas y familiares, hoy queremos hablar sobre la criminología. Aquella ciencia de la que todos y todas hablan, sin saber muy bien de dónde procede.
Podemos definir la criminología como la ciencia basada en la sociología, psicología y la antropología social, teniendo como marco teórico también, el derecho penal. Esta ciencia estudia las causas del delito y los remedios al comportamiento delictivo o antisocial.
La criminología investiga la incidencia y las formas, causas y consecuencias del delito, como también las reacciones de la sociedad hacia éstos y las reacciones de los gobernantes.
Desde la época de Sócrates, Platón y Aristóteles, la criminología fue vista como parte de una deficiencia mental o hereditaria. Santo Tomás de Aquino, creía que la criminología provenía de la genética, se heredaba de padres a hijos. Mientras que Erasmo de Rotterdam y Martín Luther King entre otros, creían que la pobreza estaba directamente relacionada con el delito. Aunque, hoy en día, no podemos creer esto último (¿cuántos políticos ricos se dedican a robar hoy en día?).
Tras esta breve introducción del concepto y sus orígenes, nuestros y nuestras lectores deben estar preguntándose, ¿qué tiene que ver la criminología con la sociología? Que es el tema al que dedicamos este apartado.
Pues bien, la criminología depende en toda su magnitud de la sociología. Sin sociología, no existiría la criminología. Si no estudiáramos los procesos vitales y sociales de las personas, no podríamos analizar de forma crítica los comportamientos delictivos de éstas.
La mayoría de sociólogos y sociólogas clasifican los delitos en tres tipos: delito contra una persona, delito contra la propiedad y delito sin víctimas.
Cuando se delinque contra una persona, nos referimos a aquéllas acciones que utilizan la violencia o la amenaza, un atraco o un asalto. Si hablamos de delitos contra la propiedad, son daños o robo de bienes sobre la propiedad ajena, como el allanamiento o los incendios provocados. Por último, los delitos sin víctimas son aquéllos que van en contra de la ley pero no se daña a terceras personas, como ejercer la prostitución o fumar marihuana.
Como ya hemos comentado anteriormente, para poder identificar al delincuente y sus razones, la sociología analiza la edad, el sexo, la raza, la clase social y el grupo étnico al que pertenece el presunto culpable del delito. Gracias a estas variables, se ha llegado a la conclusión de que los jóvenes son más propensos a cometer crímenes, los hombres más proclives que las mujeres y que, generalizando, los delitos violentos son cometidos por personas de nivel socioeconómicos bajos, mientras que los delitos de guante blanco los cometen los ricos o personas de esferas sociales muy altas, aunque son menos frecuentes.
Aunque el estudio del perfil criminológico ocupe gran parte de los estudios sociológicos a nivel mundial, también es importante saber las consecuencias que el crimen y la delincuencia, provocan en la sociedad.
La población es quién, con sus impuestos, paga la cárcel de todos y todas aquéllas que delinquen. Es quien sufre el miedo y la ansiedad que restan tras los crímenes. Somos nosotros y nosotras, quienes en muchos lugares del mundo, sufrimos ataques. La delincuencia y la sociología intentan estudiar todos los niveles y tipos de delincuencia existente, por qué se recurre a unos tipos de delincuencia y no a otros según el lugar u otras variables y de qué manera, la sociedad, puede ayudar a impedirla.
La sociología criminal pretende que la sociedad luche contra el crimen, haciendo visible la necesidad de atacar las causas que favorecen la delincuencia, aplicando políticas sociales preventivas y habilitando centros de prevención.
Dentro de la sociología criminal, podemos encontrar a su vez, dos ramas diferenciadas. Por una parte, la sociología criminal, que analiza el delito como un hecho social y con magnitud colectiva; y la sociología forense, que evidencia las formas de relacionarse de los sujetos criminales o delincuentes.
La evolución de la criminología ha ayudado a que cientos de teóricos expusieran a lo largo de los años, varios enfoques con el ánimo de unir los esfuerzos para combatir el crimen. Actualmente, el enfoque más seguido es el interaccionista. Este enfoque centra sus creencias en que la sociedad produce y tiene los delincuentes que se merece. Los grupos con posiciones políticas dominantes son aquellos que inciden en el dominio cultural, ideológico y normativo, deciden qué conductas son delictivas y cuáles no. Edwin Sutherland fue el autor del texto principal en 1924.
Tras la creación de este enfoque y de la diferenciación de ideologías entre teóricos, se fundaron las escuelas criminológicas en relación con la sociología.
En primer lugar, la Escuela Social. Apoyada por el filósofo Emile Durkheim y con fundamento en la dialéctica, el cual defiende que la sociedad tiene a los criminales que merece y “el medio social es el caldo de cultivo de la criminalidad, mientras que el microbio es el crimen”.
En segundo lugar, la Escuela Anómica, basada en la anomía o situación en la que el desarrollo social desborda al control institucional. El presupuesto social se fundamenta en la desigualdad material y una gran división del trabajo. Sólo se estudia a la sociedad proletaria en relación a la criminología.
Y, en tercer lugar y para algunos la más conocida, la Escuela Ecológica. Donde se defiende que “la formación de la sociedad es orgánica y no contractual”. Se centra en interpretar la delincuencia de la mafia.
Por último, me gustaría concluir con una opinión personal, como vengo realizando en algunos artículos más controvertidos.
La criminología y su destino han sido siempre apoyados por cientos de disciplinas y teorías que, en absoluto, logran prevenir o parar la delincuencia. El control social es un arma pacífica que la criminología y la sociología pretenden aplicar desde el principio de la historia, pero que los sectores gubernamentales llevan al extremo, mediante dictaduras y otras formas de represión.
Y es cierto que el ser humano, en ocasiones, actúa de forma óptima bajo presión, pero no si lo sometemos continuamente. De esta forma logramos crear un estado de ansiedad sobre él.
Si llenan nuestros televisores y nuestras radios de violencia, de delincuencia y de terror, no consiguen mantenernos en orden y calmados sino que, crean un estado de histeria que es evidente en muchas ciudades y pueblos del mundo.
Es necesario estudiar a la sociedad, ver de qué manera actúa en su día a día, no seleccionar a una cantidad de personas y ponerlas bajo estímulos violentos para analizar su comportamiento. Debemos estudiar a las personas en sus círculos sociales para poder llegar a la conclusión final.
Saber cómo parar todo este horror.
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