Última oportunidad para intentar arañar votos sueltos o indecisos. Los líderes nacionales de los partidos echaron ayer el resto y protagonizaron los cierres de campaña. Todo con la melodía propia de un preludio de generales. Y la letra, la más repetida, la del «cambio». Unos, porque aseguran representar algo nuevo (Podemos y Ciudadanos). Otros porque pretenden recuperar lo que fueron y retomar las riendas que hace cuatro años perdieron (PSOE). Y finalmente, los que están en el poder y defienden que el verdadero vuelco comenzó con ellos en 2011 y ahora toca perseverar para no tirar por la borda todo lo conseguido (PP).
Cuatro fuerzas en liza con posibilidades separadas en dos bloques: los que aspiran a llegar al poder y los que pretenden quedarse. Históricos frente a emergentes. Y, de entre todas las voces, un mensaje especial: el de Mariano Rajoy, que no dudó en airear la consigna del miedo y alertar de una hipotética alianza de todos contra el PP que, al final, advirtió, sólo serviría para dar alas a su auténtico adversario, el PSOE.
Y es que los adversarios tradicionales -populares y socialistas-, protagonistas del bipartidismo ahora golpeado, están decididos a seguir presentándose como los únicos capaces de conducir el país. El resto, para ellos, o así quieren hacerlo ver, sólo esconden un peligro: la capacidad de aliarse con el enemigo para minar sus respectivos territorios.
Rivera responde a Rajoy: 'La gente tiene más ganas que miedo'
En esta línea, Pedro Sánchez, que se juega mucho -su propio futuro incluido- en estas municipales y autonómicas, se dirigió cara a cara al PP y a su líder, Mariano Rajoy, y éste no dudó en dar respuesta al desafío.
El líder de los populares y presidente del Gobierno se reivindicó nuevamente como el hombre que ha rescatado a España de las garras de la recesión y dibujó un PP «nacido en la democracia y no hace un cuarto de hora, ni en una tertulia ni en un plató de televisión». Fue una alusión directa a las formaciones nuevas que compiten por hacerse un hueco. «Somos», afirmó, «el partido de los momentos difíciles».
Rajoy sacó a relucir la herencia, un arma muy manoseada pero que sigue siendo eficaz para arremeter contra los socialistas y, de paso, sacar pecho por la propia gestión. Y no pudo resistirse a enhebrar, como tantas otras veces, un sinfín de datos económicos que lanzó como misiles contra los socialistas.
El presidente del Gobierno, además, recordó a los ciudadanos el peligro de apostar por quienes pueden hacer retroceder al país. Confíen en el PP y «no se arrepentirán», aseguró antes de alertar a los votantes de que si eligen una papeleta distinta «pueden estar entregando su voto al PSOE sin darse cuenta», en función de pactos electorales contra el PP.
Pablo Iglesias pide una 'oportunidad' para desbancar a los de siempre
Pedro Sánchez, un par de horas antes, había presentado a su partido como «la alternativa», sin más. «El único partido que pueda ganar al PP», el único con la experiencia y la historia suficientes como para asumir la dirección de comunidades, ayuntamientos y, en definitiva, la del país. De hecho, el líder de los socialistas abrió su último mitin poniendo la mirada en La Moncloa, en las generales de final de año.
«Escribir otro destino de justicia, igualdad y decencia», ése es el reto que planteó para «dejar atrás el pasado y apostar por el futuro». Habló de un partido «renovado» que, dijo, «ha aprendido de sus errores», y convocó a los jóvenes y a los desilusionados a confiar una vez más en el PSOE y en su decisión de dibujar una España «de oportunidades». «No vamos a volver a fallar», aseguró en un intento de zanjar el recuerdo de los últimos errores cometidos por su partido en el Gobierno.
Sánchez apenas tuvo palabras para otros enemigos a los que anoche parecía considerar menores -Podemos o Ciudadanos-. Su objetivo fue Rajoy, su política económica y la falta de regeneración del PP. Respecto a las fuerzas emergentes sólo trasladó un mensaje alertando a los votantes del riesgo de apoyar fórmulas que sólo implicarían la «disolución» de la izquierda. «Y no es momento de dividirnos», clamó.
Pablo Iglesias, el líder de Podemos, no se dio por aludido. Atizó sin piedad, muy especialmente al PP, «a su arrogancia» y a «sus lujos». Abundó en el discurso de los desheredados y, de pasada, propinó algún que otro golpe a Ciudadanos. Muy de pasada. Para él también el gran objetivo es desbancar al PP de La Moncloa. «En vuestra mano está el cambio», arengó a la multitud, a la que calificó de «tesoro».
Iglesias enarboló la bandera de la «decencia» y pidió a la gente «una oportunidad» porque, dijo, «en este país no pueden seguir gobernando siempre los mismos».
El mitin final del PP marcó diferencias. Igual que Ciudadanos, los populares también optaron por un recinto cerrado -el Palacio de los Deportes-, con los oradores vestidos de domingo, vídeos proyectados en grandes pantallas y la tradicional clap de jóvenes en la tribuna. Lleno a rebosar y todo muy ordenado. Sin sorpresas ni imprevistos.
Esperanza Aguirre fue la primera oradora y curiosamente coincidió con su archienemigo político, Pablo Iglesias, al que tachó de «totalitario», al definir a los votantes del PP como un «tesoro». Cifuentes también la emprendió contra Podemos, demostrando, como Aguirre, que en Madrid, sí temen a los de Iglesias.
Albert Rivera, por su parte, proclamó en su última intervención de campaña, celebrada en un hotel madrileño, que «la gente tiene más miedo que ganas». No hay duda de que con estas palabras daba cumplida respuesta a los avisos de Rajoy. Los de C's, como aseguró su jefe de filas, quieren «un cambio sensato y que España funcione».
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