En vísperas de las elecciones andaluzas, Mariano Rajoy recibió a un grupo de periodistas en La Moncloa y les dijo -con cara de satisfacción- que no hicieran mucho caso al ruido ambiental ni a los nuevos, porque PP y PSOE seguirían siendo en las sucesivas elecciones de 2015 el primer y segundo partido de este país. ¿Y Podemos?, le preguntaron. Se comerá a IU y ya está. ¿Y Ciudadanos? Se quedará con los votos de Rosa Díez. Eso será todo, concluyó el presidente.
Rajoy acertó en la predicción de que los dos partidos más votados serían los de siempre. El viejo bipartidismo sigue vivo aunque muy severamente herido. Por eso Mariano Rajoy ha encontrado una lectura positiva al batacazo de su partido y ayer por la noche la expresó por boca de Carlos Floriano. El PP sigue siendo el partido más votado de España. Aunque sea con su peor resultado en unas municipales desde 1991. Por los pelos no tenemos que recuperar hoy aquí unas comprometedoras declaraciones de Alberto Núñez Feijóo hace pocas semanas en las que dijo que sólo si el PP no era el partido más votado sería necesario abrir un debate sobre la renovación del liderazgo.
El debate se abrirá, qué duda cabe, aunque está por ver quién será el primero en abrir la boca. La única que estaba en disposición de pedir la convocatoria de un Congreso del PP -que ya toca- era Esperanza Aguirre, y ella misma ha sido acallada por el electorado madrileño. Quién lo iba a decir. Cura de humildad para la lideresa y para las decenas de palmeros, analistas, comentaristas, economistas de la Escuela de Chicago y politólogos liberales, que han dejado amplia huella publicada asegurando que Aguirre era la mejor candidata posible porque atraería el voto más conservador enfadado con Rajoy.
El presidente del PP les hizo caso, y se equivocó al designarla candidata, aunque los muy cafeteros siempre podrán decir para disculparle que se ha quitado el penúltimo enemigo de encima. Aguirre ha sido un catalizador, pero no para los votantes del PP, sino para los madrileños de izquierda, a los que ha sacado de casa con una campaña histriónica y golpeando con su bolso lleno de piedras a una mujer discreta y humilde a la que ha convertido en alcaldesa. Varios presidentes autonómicos y decenas de alcaldes del PP perderán su cargo -seguramente Rajoy lo sentirá mucho por ellos- porque ni siquiera podrán sumar con Ciudadanos, entre ellos la secretaria general del PP. María Dolores de Cospedal no despunta en estrategia. Cambió la Ley Electoral por las bravas para retener su mayoría absoluta y ni con ésas. El futuro de la número dos del PP se presenta tan oscuro como el reinado de Witiza. Las presiones internas para que deje el cargo aumentarán de intensidad.
Es más que probable que Emiliano García-Page y Podemos gobiernen Castilla-La Mancha. Y el caso del espabilado alcalde de Toledo sirve para personificar el agridulce resultado del PSOE en estas municipales. Pierde votos, pero ganará poder. Susana Díaz y Javier Fernández ya no serán los únicos presidentes autonómicos. Sánchez estará rodeado de barones regionales -Page, Fernández Vara, quizá Javier Lambán- pero los socialistas han cedido el papel de vanguardia de la izquierda en las ciudades más importantes de España. El secretario general del PSOE ha hecho un balance triunfalista de las elecciones, utilizando casi el mismo argumento que Rajoy. Somos el partido más votado de la izquierda.
PSOE y Podemos tienen un futuro inmediato juntos para gobernar comunidades y ayuntamientos. Tendrán que asumir los riesgos que ello implica para ambos. Por el contrario, Albert Rivera y Ciudadanos -con un apreciable resultado- podrán continuar su camino hacia las generales sin necesidad de tener que retratarse con el PP o con el PSOE.
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