martes, 17 de marzo de 2015

Aprendizaje y condicionamiento

Por Beatriz Camacho

La vida es un proceso de cambio constante y el aprendizaje es esencial para nosotros. Existen muchos factores que provocan cambios, pero uno de los más importantes es el aprendizaje. A través de nuestra experiencia asimilamos información, actitudes, temores y habilidades nuevas. Dentro de la psicología, el término aprendizaje se refiere a cualquier cambio relativamente permanente de nuestra conducta derivado de la experiencia, de nuestras interacciones con el entorno. A lo largo de los años, los psicólogos han estudiado varias formas en las que se produce este fenómeno.

Condicionamiento clásico: aprendizaje por asociación
Imagina que estás en un ascensor y de golpe se apagan las luces y se para entre dos plantas. No puedes salir y la incómoda situación dura el tiempo suficiente para que sientas una respuesta de ansiedad (temblores, palpitaciones, escalofríos, sensación de ahogo y miedo intenso). Cuando el problema se soluciona y el ascensor se pone en marcha, bajas en el primer piso que viene, aunque no sea el tuyo. Desde entonces, cada vez que tienes que subir a un ascensor, sientes una sensación desagradable de ansiedad, un miedo anticipatorio. Si volviera a ocurrir una situación semejante, es probable que la respuesta de ansiedad se consolidara.

Este ejemplo ilustra lo que ocurre en el proceso de condicionamiento clásico: un estímulo neutro (el ascensor) que previamente no producía una respuesta particular, al acompañar o asociarse a otro estímulo incondicionado (quedarse atrapado a oscuras) que provoca una respuesta incondicionada (ansiedad), adquiere la capacidad de producirla (respuesta condicionada). Así, el que al principio era un estímulo neutro se convertirá a partir de ahora en un estímulo condicionado y despertará por sí solo la respuesta condicionada que en la mayoría de los casos es idéntica o muy similar a la respuesta incondicionada.

El condicionamiento clásico fue investigado por primera vez por Ivan Pavlov. Cuando depositaba alimento en la boca de un perro, el animal invariablemente secretaba saliva y se dio cuenta de que los perros que llevaban varios días en el experimento comenzaban a salivar cuando su ayudante entraba en el laboratorio con el plato de comida, antes de que el alimento estuviera en su boca. Los animales salivaban ante los estímulos asociados con la comida: la mera visión del alimento, de la fuente y de la persona que le traía la comida e incluso el sonido de los pasos de esa persona. Entonces inició una serie de experimentos con los que demostró que si emitía un sonido, como una campanilla, unos instantes antes de darles comida, tras varias asociaciones, los perros salivaban sólo con oír la campanilla ante la expectativa de comer.

También se puede producir la generalización de estímulos: tras quedarse condicionada a un estímulo, la persona suele dar la misma respuesta ante estímulos similares. Alguien que ha tenido una experiencia dolorosa con abejas, avispas o abejorros y ha aprendido a reaccionar con precaución y miedo ante el sonido que producen, realizará la misma conducta ante sonidos de insectos semejantes al que le picó.

El elemento clave es la asociación entre estímulos. Aprendemos acciones esenciales y básicas como esperar la hora de cenar, sentimos atracción por unas cosas u otras, desarrollamos miedos y fobias o aversiones condicionadas al sabor o al olor, e incluso aprendemos determinados prejuicios. El condicionamiento clásico puede explicar que desarrollemos miedo a pasar por una calle en la que tuvimos un accidente, que después de los atentados del 11M algunas personas que iban en los trenes sientan pánico a la hora de subirse a uno o que si te pusiste malo la última vez que comiste una hamburguesa, probablemente sentirás náuseas la próxima vez que veas una. 

El aprendizaje por asociación es habitual en nuestra vida pero no es irreversible. Podemos eliminar estas reacciones con el proceso de extinción. Cada vez que un estímulo previamente condicionado (el sonido de los perros de Pavlov, la calle en la que tuvimos el accidente, el ascensor o la hamburguesa) se presenta sin el estímulo incondicionado con el que se asoció (la comida, el accidente, el encontrarse atrapado a oscuras en un ascensor o la comida en mal estado), su capacidad de suscitar respuestas condicionadas (salivar, sentir miedo, ansiedad o náuseas) se debilita incluso hasta el punto de desaparecer por completo, a no ser que, de tanto en tanto, “recordemos” la situación inicial (sirviendo el alimento, teniendo otro accidente, quedándonos atrapados de nuevo en un ascensor o comiéndonos otra hamburguesa en mal estado).

Condicionamiento operante: aprendizaje a partir de las consecuencias de la conducta
Si empiezas a aparcar el coche en una plaza donde pone “Exclusiva del Presidente” y, como consecuencia, se lo lleva siempre la grúa, probablemente dejarás de aparcarlo ahí. Al igual que si te cambias de sitio en clase y habla contigo una persona interesante y atractiva, probablemente decidas sentarse en ese sitio durante el resto del curso. En general, la gente aumenta o disminuye la frecuencia con que hace las cosas según las consecuencias de sus acciones. El condicionamiento operante es la forma de aprendizaje en que las consecuencias de nuestra conducta sobre el mundo exterior influyen en su posibilidad de ocurrencia en el futuro. 

El primero en describir este condicionamiento fue el psicólogo estadounidense Edward Thorndike (si bien lo llamaba condicionamiento instrumental) con la “ley del efecto”, según la cual las consecuencias de una conducta determinan si esa respuesta volverá a realizarse en el futuro. Si las consecuencias son positivas tienden a repetirse, mientras que si son negativas serán menos probables. Esta ley compuso la base de los estudios posteriores, realizados sobre todo por el psicólogo norteamericano B.F. Skinner, de lo que ahora se denomina condicionamiento operante en psicología.




En el condicionamiento operante se aprende una asociación entre la conducta realizada y las consecuencias que siguen a esta conducta. La persona actúa para obtener cosas agradables y para evitar las desagradables. Hablamos de reforzadores. Un reforzador es cualquier estímulo que sigue a la conducta emitida por la persona. Puede ser apetitivo (estímulo o consecuencia agradable) o aversivo (estímulo o consecuencia no deseable o desagradable). Además, puede aplicarse de manera externa (otra persona administra el reforzador: la empresa nos paga más dinero por producir más), mediante autorrefuerzo (nos reforzamos nosotros mismos: si estudiamos todo el tema, llamamos a nuestro amigo para salir) o por refuerzo vicario (cambios en nuestra conducta cuando vemos que las conductas de un modelo han sido reforzadas). Existen varias formas en que las consecuencias deseables e indeseables influyen en nuestra conducta:

1. Por reforzamiento

Las consecuencias de la conducta ayudan a reforzar o fortalecer dicha conducta, ya que aumentan la probabilidad de respuesta en el futuro. Puede ser positivo (presencia de un reforzador apetitivo o agradable tras la conducta) o negativo (eliminación, evitación o escape de un reforzador aversivo o desagradable).

a. Reforzamiento positivo

Se produce cuando la conducta va seguida de una consecuencia agradable para el sujeto, lo cual aumenta la probabilidad de que esa respuesta se repita en el futuro. A esa consecuencia agradable se la conoce como reforzador apetitivo y puede ser de varios tipos:

- Material: dulces, juguetes, dinero…

- De actividad: ver la tele, quedar con los amigos, hacer deporte, dibujar… Este reforzamiento es muy útil para aumentar la frecuencia de conductas con baja probabilidad al ir seguidas de conductas altamente probables.

- Social: atención, sonrisa, abrazo, palabras, elogios… El refuerzo social tiene muchísima fuerza en los humanos y tienen una gran ventaja: son “gratis”, están siempre disponibles y no se acaban nunca.

- Reforzador cambiable: fichas o puntos que se cambiarán por reforzadores materiales o de actividad.


Que se le llame positivo no implica que siempre se estén reforzando conductas positivas. Podemos reforzar positivamente una conducta del todo negativa o inadecuada. Por ejemplo: un niño que llora y patalea por cualquier cosa para que le miremos y le hagamos caso o un adolescente que hace el payaso en clase para ser el centro de atención de sus compañeros.

b. Reforzamiento negativo

Permite evitar o poner fin a una situación desagradable. La conducta va seguida de la evitación o el escape de una consecuencia aversiva o desagradable y eso hace que aumente su probabilidad en el futuro. Si cuando me duele la cabeza me tomo una aspirina y desaparece el dolor, seguramente la próxima vez que me duela haré lo mismo. Al igual que si nuestro hijo llora y patalea cuando hay pescado para comer y le retiramos el plato y se libra de comerlo, en el futuro volverá a hacerlo porque su conducta va seguida de la retirada de algo desagradable para él.

Este tipo de reforzamiento explica el mantenimiento de muchos miedos y fobias. La mayoría de las personas, cuando nos encontramos en una situación que nos produce ansiedad, intentamos escapar o evitarla, en la medida de lo posible, porque nos resulta desagradable. En la situación explicada anteriormente sobre el ascensor, si en vez de subir al ascensor nos vamos por las escaleras, pondremos fin a la ansiedad que sentíamos (eliminamos algo desagradable), por lo que es altamente probable que en el futuro volvamos a ir por las escaleras. Si evitamos el ascensor, podemos desarrollar una fobia a éste, ya que no se extinguirá la respuesta condicionada y se mantendrá nuestro miedo.

2. Por castigo

Cuando hablamos de castigo, las consecuencias de la conducta hacen que disminuya o desaparezca la probabilidad de que se dé la misma respuesta en el futuro. También puede ser positivo (presencia de un reforzador o consecuencia aversiva o desagradable) o negativo (pérdida o retirada de un reforzador apetitivo o agradable).

a. Castigo positivo

La conducta va seguida de una consecuencia desagradable para la persona y disminuye la probabilidad de ocurrencia en el futuro porque el estímulo o situación aversiva (insulto, azote, bofetada, burla...) reduce rápidamente la conducta problema. Si cuando un niño insulta a su padre éste le da un cachete, es de esperar que la conducta no vuelva a repetirse en el futuro. Para que el castigo sea eficaz debe ser intenso, de corta duración y aplicarse de forma inmediata a la conducta a eliminar. Al igual que siempre debe ir acompañado del reforzamiento de conductas adecuadas porque con el castigo solo se eliminan conductas, no se enseñan cuáles son las adecuadas.

El castigo es el método más eficaz a la hora de eliminar una conducta porque produce una reducción rápida y completa de la misma. No obstante, debe aplicarse como último recurso, cuando los otros procedimientos han fracasado, o en conductas muy inadecuadas o peligrosas que necesitamos eliminar inmediatamente, ya que tiene bastantes efectos negativos y, a menudo, plantea problemas éticos, sobre todo con niños y jóvenes. Los principales efectos negativos del castigo son:

ü Puede ocasionar daños físicos.

ü La persona puede sacar la conclusión de que no es hábil, que es un desastre, que no sirve para nada, etc.

ü Se enseña al sujeto lo que no debe hacer, pero no se le indica cuál es la conducta positiva que se espera de él.

ü Proporciona un modelo de conducta agresiva que es de esperar que se acabe imitando. Esto es especialmente importante con niños y adolescentes porque, sin querer, podemos conseguir todo lo contrario a lo que pretendíamos.

ü Provoca reacciones negativas hacia la persona que los aplica y puede interferir, por ejemplo, en la formación de adecuadas relaciones afectivas entre los niños y sus educadores.

b. Castigo negativo
La conducta va seguida de la retirada de algo agradable para la persona o de la pérdida de una recompensa o refuerzo conseguido previamente (sea material, de actividad, fichas o puntos), lo cual lleva a una disminución de la probabilidad de ocurrencia de dicha conducta en el futuro. También se conoce como costo de respuesta, ya que realizar la conducta le cuesta a la persona perder algo. Un claro ejemplo son las multas o el carné por puntos. Si cometes una determinada infracción, pierdes X puntos, lo cual hará que en el futuro disminuya la probabilidad de que vuelvas a cometer esa infracción. Si es una multa, la conducta tiene como consecuencia la retirada de una parte del dinero que tanto te ha costado ganar y hará que en el futuro no vuelvas a hacerlo.

3. Proceso de extinción: la no existencia de consecuencias
Hablamos de extinción cuando una respuesta aprendida deja de producirse porque cambia el aspecto del entorno que ha originado ese aprendizaje. En el condicionamiento operante, es el resultado de un cambio en las consecuencias de la conducta efectuada. Pero, ¿qué pasa si una conducta no provoca consecuencias y no tiene ningún efecto? Si es la primera vez que se da la conducta, lo más seguro es que, si no tiene consecuencias, simplemente no se repita. El problema está al aplicar la extinción a una conducta que ya había sido reforzada. Seguramente al principio se producirá un aumento de la frecuencia de la conducta, un agravamiento de la misma e, incluso, la aparición de conductas agresivas, como dar patadas o golpear cosas, pero después se producirá una disminución gradual de su emisión.

Si un niño se queja y lloriquea para llamar la atención de su madre y ésta desde un principio hace como si no le oyese y no muestra ningún interés ni atención por la conducta del niño, es de esperar que el pequeño no consiga aprender dicha conducta y no la repita en el futuro, ya que desde el principio su emisión no está reforzada. En cambio, si ya había realizado esta conducta y había conseguido un refuerzo con sus quejas y su lloriqueo (que su madre le mimara, se preocupara por él...), si de repente su madre decide no atenderle, la conducta del pequeño no desaparecerá sin más, todo lo contrario: al principio es posible que llore y se queje más fuerte, incluso que grite, patalee o tire cosas por el suelo. Tras este empeoramiento de la conducta, si su madre persiste en no reforzarle, entonces sí que la conducta del menor irá disminuyendo de forma paulatina al darse cuenta de que así no va a conseguir su atención.




El aprendizaje vicario: aprendizaje por imitación de modelos
El psicólogo de la Universidad de Stanford, Albert Bandura, es uno de los autores más influyentes en este tema e hizo una importante contribución al estudio del aprendizaje al insistir en que los individuos también aprenden observando la conducta de otras personas. Gran parte de nuestra conducta se aprende simplemente observando la conducta de otros. Desde bebés observamos e imitamos a los demás, lo que se conoce como aprendizaje vicario, modelado, aprendizaje por observación o aprendizaje social.

El condicionamiento clásico y el operante implican experiencia directa: las personas aprenden por sus propios aciertos y errores, lo cual es muy lento para asimilar algunas cosas. Imaginemos la cantidad de aprendizaje requerido para ser un cirujano. El costo de los errores sería tal que ningún paciente se pondría en nuestras manos. El aprendizaje vicario es un proceso increíblemente eficaz que evita el tanteo y el ensayo-error, sencillamente observando con atención lo que hacen los demás.

Es un proceso mediante el cual un observador aprende nuevas conductas observando las acciones de otras personas (modelos), sin necesidad de llevarlas a cabo de inmediato y sin la influencia del reforzamiento, ya que la persona es capaz de internalizar y retener las acciones ejecutadas por otros y manifestar esas conductas cuando la situación lo requiera. Por ejemplo, tienes un nuevo trabajo y observas cómo se comportan tus compañeros, cuándo descansan o cómo se dirigen al jefe para aprender del comportamiento que observas en ellos en beneficio propio y poner en práctica lo aprendido cuando sea el momento.

Además, el modelado desempeña un papel decisivo en la socialización: al observar e imitar modelos aprendemos un amplio repertorio de conducta social. Los niños aprenden muchos comportamientos que les serán imprescindibles para actuar como miembros adultos en una sociedad. Hacia los nueve meses, los bebés imitan las nuevas formas de conducta del juego y hacia los catorce meses hacen lo mismo con la televisión o con los hermanos o padres. Más tarde vendrán la guardería, la escuela, los amigos… y se irán aprendiendo respuestas de una importancia vital como las actitudes, los valores, el autodominio, la agresividad y los hábitos. 
Según algunos estudios, los niños aprenden mucho más de lo que observan que de lo que escuchan. De ahí una cuestión paradójica que sorprende y molesta a padres: sus hijos imitan actos que ellos han realizado a pesar de haberlos censurado verbalmente. Hay que predicar con el ejemplo en todos los ámbitos relacionados con la educación. Si cruzas un semáforo en rojo con tu hijo, lo más probable es que lo haga en el futuro aunque le digas que es peligroso e incorrecto.

Existen controversias en torno a los efectos que pueden producir los medios de comunicación social, en especial la televisión, en los niños y adultos. Bandura y sus colaboradores exhibieron ante unos niños una película en la que un adulto agredía a una muñeca de goma: la arrojaba contra el suelo y le daba puntapiés mientras exclamaba “pégale en la nariz… Golpéala… Dale un puntapié”. Después conducían a los niños a una habitación con estupendos juguetes y una muñeca de goma. La mayoría de los que habían visto el vídeo agredieron a la muñeca, convirtiéndose en verdaderas “fotocopias” de la conducta del adulto.



Por otra parte, el modelado permite explicar las conductas psicosociales que incitan efectos positivos y solidarios, marcados por nuestros padres, nuestro entorno social o los medios de comunicación. Pensemos en Martin L. King, Gandhi o las personas anónimas que arriesgaron sus vidas para liberar judíos de la miseria nazi y que han convertido la acción no violenta en una poderosa fuerza de cambio social. Pero también hay una lección negativa: los modelos antisociales que evocan comportamientos agresivos, competitivos e insolidarios. De ahí la importancia tanto individual como para las relaciones interpersonales del aprendizaje por observación. 

Aprendizaje mediante el lenguaje
Los seres humanos también podemos aprender a través del lenguaje, por medio del cual nos será dada la enseñanza de cosas que no hemos experimentado ni observado por nuestra cuenta. Se trata de una cuarta forma de condicionarse, la cognitiva, que en realidad es causa y consecuencia de las anteriores, con las que se entrelaza multiplicando nuestras posibilidades de aprendizaje.


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