martes, 13 de enero de 2015

Todos somos Excalibur


Vía Luis Prados para El País.


Llama la atención que, habiendo sufrido España el peor atentado del terrorismo yihadista en Europa el 11 de marzo de 2004 con 192 muertos y miles de heridos, no haya habido ninguna fuerza política, organización de la sociedad civil o institución pública que llamara este domingo a manifestarse contra el terror y por la libertad de expresión tras el ataque al semanario Charlie Hebdo. Las pequeñas concentraciones de residentes franceses en nuestro país o de la comunidad musulmana en Madrid o la iniciativa de un grupo de dibujantes en Galicia palidecían de vergüenza en comparación con las multitudes reunidas en Londres, Washington, Berlín y otras capitales.

Llama la atención que, habiendo sufrido España décadas de terrorismo etarra en cuya lucha y derrota fue decisiva la colaboración francesa, nada ni nadie haya convocado a la solidaridad con Francia o que, ni tan siquiera, el lehendakari Urkullu acudiera a la manifestación de París.

Llama la atención que una sociedad como la española, cuyo comportamiento hacia la minoría musulmana tras el 11-M fue ejemplar, no haya reaccionado.

Llama la atención que, en un país que recuperó las libertades hace menos de 40 años, nadie se haya sentido concernido para manifestarse públicamente contra el asesinato de 17 personas, 11 de ellas empleados de una revista.

Llama la atención que, una sociedad como la española, proclive a la importación masiva y unánime de cualquier moda extranjera y a manifestarse por cualquier pamplina, como el descenso de un equipo de fútbol —en Madrid hubo en 2014 un promedio de 8 manifestaciones al día—, nada ni nadie se sintiese impelido a salir a la calle.

Llama la atención que centenares de españoles se manifestaran espontáneamente hace tan solo unos meses en contra de que un animal doméstico fuese sacrificado y que se creara hasta un hashtag—#salvemosaExcalibur— en solidaridad con la suerte del perro dela enfermera contagiada con ébola y no lo hicieran ahora.

Llama la atención que todavía tenga tanto peso el aislamiento histórico de España, que aún concibamos la discusión como preludio de la violencia o que entre nosotros la pasividad pueda ser un valor social.

Llama dramáticamente la atención, por último, que parezca que los españoles valoremos tan poco la libertad.

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